Julio Boltvinik
Las máscaras del desempleo
El secretario del Trabajo, Javier Bonilla, declaró en un foro organizado por la Coparmex (Confederación Patronal de la República Mexicana), que ``debido a que dentro del sector formal de la economía no se ha podido generar el millón de empleos que se requieren al año, la actividad in- formal ha tenido que absorber parte de la demanda y el año pasado se incorporaron a este segmento 330 mil personas''. (El Financiero, 16/04/98). También señaló que la tasa de desempleo abierto es de sólo 3.5 por ciento. Debemos recordar que en agosto de 1995 ésta llegó al 7.6 por ciento. La baja en la tasa de desempleo es usada por las autoridades como indicativa del buen desempeño de la economía y del incremento en el bienestar de la gente, a pesar de la primera parte de lo que dijo Bonilla y de los defectos del indicador.
Se define como ocupado a cualquier persona que haya trabajado al menos una hora durante la semana anterior. Así, como dicen Teresa Rendón y Carlos Salas, ``si una persona trabajó por lo menos una hora queda registrada como ocupada, al margen de que pudo haber buscado trabajo activamente el resto de la semana'' (Comercio Exterior, agosto, 1993). Esta máscara del desempleo (llamémosle azul) es la que portan quienes trabajan muy pocas horas. Los datos citados por Bonilla provienen de la Encuesta Nacional de Empleo Urbano (ENEU), cubren 41 ciudades del país y son enviadas mensualmente por INEGI a los periódicos. Para tener una visión nacional es necesario acudir a la Encuesta Nacional de Empleo (ENE), la más reciente es de 1996. Según ésta, la desocupación abierta en el país fue de 1.35 millones de personas, que representaron sólo el 3.7 por ciento de la PEA (población económicamente activa) nacional. Los desocupados son los que no trabajaron ni una hora y que buscaron trabajo. Si definimos a los ``enmascarados de azul'' como los que trabajaron menos de 24 horas semanales, la mitad de la jornada constitucional de 48 horas, representaron 5.4 millones, el 15.3 por ciento de la PEA. Uno de cada seis.
Además de la azul hay otras máscaras. La ENE (y la ENEU) declaran como ocupados a quienes no trabajaron la semana pasada y declararon que iniciarán un trabajo nuevo en las próximas cuatro semanas. Estos ``iniciadores'' fueron 220 mil en 1996. A esta categoría podemos agregar lo que la ENE llama la población activa disponible, y que se define como la que no busca trabajo porque piensa que no lo encontrará, lo que cubre 256 mil personas. Ambas categorías portan la máscara verde, un total de 476 mil personas, el 1.3 por ciento de la PEA.
La ENE capta también a quienes tenían empleo pero no trabajaron la semana pasada. Salvo por causas asociadas a vacaciones o enfermedad con goce de sueldo, o huelga, quien no trabajó la semana pasada es un desocupado. Sin embargo, en la ENE y en la ENEU quienes tenían empleo pero no trabajaron la semana pasada por causa como suspensión sin goce de sueldo, término de temporada de trabajo, y otras (lo que puede haberse prolongado más allá de seis meses), pero declaran que reanudarán en las próximas cuatro semanas, se les considera ocupados. Con esto, el pasado se califica a la luz de las esperanzas sobre el futuro. Se disminuye así el cálculo del desempleo. Una nueva máscara, negra porque no conozco las cifras involucradas. En 1996, 936 mil personas declararon tener un empleo o negocio, pero no haber trabajado la semana anterior por estas causas. Si suponemos que la mitad de ellas declaró que reanudaría en las próximas cuatro semanas, portarían la máscara negra 468 mil personas, el 1.3 por ciento de la PEA.
En total, hemos encontrado que el 15.3 por ciento de la PEA trabaja menos de 24 horas a la semana (máscara azul), que el 1.3 por ciento son iniciadores y disponibles (máscara verde), y estimamos los de máscara negra en otro 1.3 por ciento. En total, el 21.6 por ciento de la PEA, 7.9 millones de mexicanos. Si a éstos se suman los desempleados abiertos (los desenmascarados) llegamos al 25.3 por ciento, la cuarta parte de la PEA, 9.3 millones de personas.
El problema, sin embargo, es más que estadístico. En el país la mayor parte de los que trabajan lo hacen por su cuenta, ayudando a la familia o a otros sin retribución, como empleadores o patronos (la mayor parte de ellos en muy pequeña escala), en muy pequeñas empresas, o por un pago a destajo. Es decir, la mayor parte de la PEA se desempeña en relaciones de trabajo diferentes a las formales, en las cuales prevalece la situación dicotómica de trabajo (y entonces recibe pago continuo y periódico) o se rompe el vínculo y deja de trabajar. En las familias y en muchas de las pequeñas empresas (así como entre los que trabajan por su cuenta), la situación de empleo-desempleo debe ser sustituida por la de cuánto trabajo hubo esta semana (que puede ir de cero horas a 70 o más), lo que está determinado, entre otras razones, por la demanda de sus servicios o productos. Para todos ellos el concepto de desocupación no está asociado con el despido, como para el asalariado formal. Los cuestionarios para captar el desempleo deben ser modificados a fondo. Los que actualmente se usan son producto del llamado modelo Atlántida que se desarrolló en el primer mundo.
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