La Jornada 16 de abril de 1998

``¡Queremos guerra!'', grito policiaco en el desalojo en la comunidad 10 de Abril

Hermann Bellinghausen, enviado, comunidad 10 de Abril, Chis., 15 de abril Ť Las mujeres gritaban: ``¡Queremos paz, queremos paz!'', en lo que la Seguridad Pública del estado disparaba sobre sus cabezas, les arrojaba luego gases lacrimógenos y finalmente arremetía contra ellas a culatazos y las apaleaba con garrotes con espinas, golpeándoles piernas y espaldas, lo mismo que a los niños, al grito de ``¡El gobierno no quiere paz, el gobierno quiere la guerra!''

En el contexto, esos policías fungían como voceros del gobierno. Ellos eran el gobierno anoche en esta comunidad, a la que, bajo el pretexto de librarla de tres ciudadanos noruegos, la despojaron de sus herramientas de trabajo, su dinero y muchas otras pertenencias, a la vez que destruían sus casas, saqueaban el puesto de salud, desnudaban y golpeaban salvajemente a José Alfredo Méndez, de 17 años. Lo arrastraron a los camiones de la Seguridad Pública.

``En el momento que solicitaba auxilio a gritos a los demás, uno de los policías le metió el cañón del fusil en la boca, obligándolo a callar de esa manera'', relata el agente municipal de 10 de Abril, Carmen Gómez Santiz, en el acta levantada ante un representante del ayuntamiento constitucional de Altamirano esta tarde.

Se lo llevaron y aún se desconoce su paradero, lo mismo que el de un niño de 5 años, que al huir del ataque cayó de un puente colgante.

Este mediodía, los campesinos de esta comunidad tzeltal relataron a La Jornada los sucesos de ayer en un tono tan desgarrado como sorprendentemente sereno.

Relación de los hechos

Cerca de las 5 de la tarde de ayer se presentaron en esta comunidad unos 400 soldados, escoltando a 300 agentes de la Seguridad Pública del estado, así como a varios agentes del Instituto Nacional de Migración (INM) y de la Policía Judicial Federal (PJF), que tiraron cercas y letreros para entrar a 10 de Abril. Eso sí, muy propios, iban acompañados de dos agentes del Ministerio Público.

Comentó una mujer, mostrando su pierna lastimada, que los policías estatales gritaban: ``¡Aquí estamos, queremos guerra!''

El día anterior, lunes 13, se había presentado el comandante de Seguridad Pública Abimael Torres Sánchez, acompañado por 60 elementos de esa corporación. Según la denuncia del agente municipal, este oficial ``pidió hablar con las autoridades de la población y exigía revisar los pasaportes de los campamentistas civiles por la paz. Antes de retirarse amenazó con que volvería después con personal de la Migración''.

Vaya que cumplió su amenaza ese adelantado de la migra. Lo de ayer fue mucho más que un operativo contra ciudadanos de la hermana república de Noruega.

Según los diversos testimonios, los atacantes, ``actuando como salvajes, llegaron ebrios o bajos los efectos de alguna droga. Al exigirles el respeto de nuestros derechos humanos que protege la Constitución, nuevamente respondieron con insultos y amenazas'', manifestó el agente municipal del pueblo.

Los policías dijeron: ``Valen madres los artículos de la Constitución'', y que ``se cagaban en los derechos humanos'', agregó hoy una mujer con su bebé en brazos, sentada frente al edificio de la Agencia Municipal de 10 de Abril, la primera edificación del pueblo que uno topa al llegar por el camino vecinal que lo une con la brecha de terracería, que a su vez sale a la cinta asfáltica que conduce al campamento de Seguridad Pública, a un kilómetro de aquí.

Además de recibir golpes, las mujeres fueron hostigadas sexualmente por los policías y elementos del Ejército, que las vulgareaban en tres nobles lenguas: castellano, tzeltal y tojolabal.

Los campamentistas noruegos gritaban al ser golpeados y arrastrados por la policía, y cuando los campesinos los quisieron auxiliar, fue que los rociaron con gases lacrimógenos. Un bebé de brazos perdió el conocimiento por varios minutos.

El elocuente destacamento de fuerzas del orden era guiado por los señores Mario Alvarez Vázquez y Artemio Vázquez, conocidos priístas de San Miguel y miembros del grupo paramilitar que ahora se mueve libremente por la región, quienes fueron reconocidos a pesar de llevar el rostro cubierto con un pasamontañas.

Al vencer la resistencia que oponían las personas de la población, los atacantes procedieron al saqueo.

Los bienes terrenales

En su denuncia, el agente municipal agrega: ``Los elementos policiacos, repartidos y sin orden de cateo, fueron allanando casa por casa, destruyendo y robando las pertenencias de cada familia''.

El responsable de salud, un hombre como de 50 años, mostró su consultorio. Todavía no lo podía creer. El piso apareció cubierto de medicamentos pisoteados, material de curación inservible y el mobiliario roto. Se robaron el baumanómetro, el estetoscopio, un diccionario farmacológico ``de 5 mil pesos -lamentó-'', siete cajas de medicamentos útiles y el libro Donde no hay doctor: Este último fue lo que más le dolió. Lo repitió tres veces: ``Donde no hay doctor''. (``No sanarás''.)

La relación de bienes sustraídos y destruidos delata toda una declaración de principios de las fuerzas del orden: 160 machetes, 50 azadones, 70 hachas, 20 picos, cinco desarmadores, dos motosierras, un cautín de soldadura y una garlopa de carpintería. A la desaparición de los instrumentos de trabajo de los 750 campesinos que viven aquí, agregaron su ausencia seis molinos de nixtamal, 40 ollas, tres estufas, 80 platos. (``No trabajarás''.)

Además, 70 pantalones, 50 cobijas, 40 camisas, 25 faldas, 30 blusas, 10 vestidos, 10 pares de zapatos, cinco rebozos. (``No vestirás''.)

Y luego, 126 mil pesos en efectivo, producto de la cosecha y venta de café, animales, miel y frijol de las distintas familias. El botín incluyó 23 mil pesos de los colectivos y la cooperativa de mujeres, así como 5 mil pesos sustraídos de la ermita católica. La tienda cooperativa fue sa-queada y además desaparecieron de las casas objetos como 35 grabadoras, 14 televisores, una consola estéreo, una videocasetera y un radio. (``No poseerás''.)

En otro rubro más, se llevaron 20 gallinas, 30 blanquillos, 10 kilos de tortilla y cuatro zotes de maíz (mil 600 mazorcas). (``No comerás''.)

Por último, fueron robados los registros de la población (los nombres de todos), y en las casas fueron destruidos o sustraídos los documentos personales: actas de nacimiento, credenciales de elector, certificados de estudios, identificaciones. (``No serás''.)

La obsesiva enumeración de pérdidas fue acompañada por una decisión que expresó uno de los atónitos hombres que rodeaban hoy la Agencia Municipal:

-El acuerdo del pueblo es que aquí no nos vamos a dejar.

10 de Abril se encuentra cerca de San Miguel Chiptic y Nueva Esperanza, comunidades que fueron atacadas por el Ejército el pasado enero. Mucho dolor para tan escasos kilómetros cuadrados.