Las grandes fusiones bancarias realizadas los últimos días en Estados Unidos -Citicorp con Travelers Group, BankAmerica con NationsBank y BancOne con First Chicago NBD- son indicadores importantes de la tendencia a la concentración de capitales por la que atraviesa la economía mundial. A estas ``megafusiones'' podrían seguir otras, ya que muchas de las instituciones bancarias de Estados Unidos tendrán que reunir esfuerzos para mantener sus niveles de competitividad.
Los montos de estas fusiones bancarias son ciertamente exorbitantes -76 mil millones de dólares para la de Citicorp con Travelers Group, y 59 mil millones de dólares para la de BankAmerica con NationsBank- pero son casi equivalentes a las erogaciones de fondos públicos que el gobierno federal ha destinado para sostener a la banca nacional por medio del Fobaproa, calculadas en 64 mil millones de dólares. Si se tiene en cuenta que la economía mexicana es mucho más pequeña que la estadunidense, que los rezagos y las carencias que agobian a la población de nuestro país son enormes y dramáticas y que los cuantiosos recursos fiscales utilizados en México para sostener a las instituciones financieras nacionales podrían haber sido mejor utilizados en otros ámbitos -como educación, salud, empleo o vivienda-, la comparación entre las fusiones de instituciones bancarias estadunidenses y el rescate de la banca nacional es concluyente: mientras en Estados Unidos la fusión de BankAmerica y NationsBank dará lugar a la creación de la institución bancaria más grande del vecino país, en México la destinación de miles de millones de dólares a los bancos -y la pretensión de convertir los pasivos del Fobaproa en deuda pública- no sólo no ha contribuido a reordenar y consolidar el sistema bancario del país, sino que ha generado una justa indignación entre la sociedad.
Por otra parte, las fusiones de bancos estadunidenses acontecen en un momento de inestabilidad financiera mundial. La economía y el sistema bancario de Japón atraviesan por un momento particularmente difícil y, a causa de la crisis del sudeste asiático, múltiples bancos de esa región se han declarado en quiebra. Así, en México, a los problemas que de por sí enfrentan las instituciones financieras, han de sumarse ahora la existencia de una banca estadunidense más fuerte y competitiva, y las nuevas presiones sobre la economía nacional resultantes de la baja de los precios del petróleo. El desafío del sistema bancario nacional es grande y todo indica que éste no se encuentra preparado para afrontarlo. Algunos bancos, incluso, han debido recurrir a capital extranjero para sobrevivir.
La banca mexicana deberá realizar esfuerzos para modernizarse, volverse más competitiva y, sobre todo, ser más acorde con las necesidades del país y contribuir al fortalecimiento de la actividad productiva nacional, factores indispensables para la recuperación económica, la generación de empleos y la necesaria redistribución de la riqueza.