CULTIVO PELIGROSO
Matilde Pérez U., enviada, /II, Santiago Ixcuintla, Nay. Ť ¿Qué envuelven los miles de cigarrillos que cada día se consumen en el país?
En México, el tabaco -la magia de la planta no alimenticia más difundida, cultivada y usada por la industria en el mundo- muestra su primer quebranto en los daños a la salud de los jornaleros que anualmente llegan a las miles de hectáreas de producción tabacalera.
En Nayarit, la zona de mayor importancia para la producción de tabaco destinado a la producción de cigarrillos suaves, se registra un promedio semanal de cuatro casos de intoxicación causados por plaguicidas. Las instituciones de salud revelan que en los últimos siete años en esta entidad se registraron dos mil 554 casos de envenenamiento y 40 defunciones por esa causa y contrasta: en 1990 se presentaron 72 casos y el año pasado el número aumentó a 531.
Por ello, entre el personal médico, campesinos e interesados en el tema persiste una duda: ¿esas estadísticas reflejan los efectos negativos reales en la salud de los miles de jornaleros -la mayoría indígenas- que se ocupan en el cultivo del tabaco?
Entre los niños y adultos jornaleros huicholes, coras, tepehuanes, mexicaneros y los pocos mestizos que también trabajan en los tabacales, van en aumento los problemas respiratorios, gastrointestinales, en la piel y de lento aprendizaje. Incluso el director del Centro Huichol AC, Mariano Valadez, advierte de la posible presencia de ``una epidemia de tuberculosis'' en la sierra por causas ``desconocidas''.
Y es que ninguno de los padecimientos de los que se quejan los jornaleros indígenas y mestizos de los campos tabacaleros son reconocidos oficialmente como daños a la salud provocados por la exposición o uso de los plaguicidas. En Nayarit, las intoxicaciones causadas por esos productos químicos siguen entre las 10 primeras causas de enfermedad y muerte.
Atención médica sólo a casos urgentes
Sin embargo, las investigaciones no se han profundizado y por eso en México los plaguicidas que provocan esos malestares no son aún sujetos de una campaña similar a la que se ha emprendido contra el consumo de tabaco.
La Dirección de Regulación Sanitaria de los Servicios de Salud de Nayarit se ha limitado a señalar que ``el riesgo por el contacto con los plaguicidas se manifiesta por intoxicaciones agudas y efectos a mediano o largo plazo que provocan discapacidad o llevan a la muerte''.
Las acciones de las autoridades de salud siguen limitándose a atender los casos de emergencia y ni siquiera mantienen un seguimiento de ellos. Las de Agricultura, Ganadería y Desarrollo Rural muestran mayor interés por la producción y el rendimiento del tabaco.
Por su parte, la delegación de la Secretaría de Medio Ambiente, Recursos Naturales y Pesca presenta como un avance el convenio de concertación que firmaron en noviembre de 1996 la Asociación Mexicana de la Industria de Plaguicidas y Fertilizantes, el Instituto Nacional de Ecología y la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente para el manejo y disposición segura de envases vacíos, pero en Nayarit está previsto que el proyecto ``campo limpio'' inicie el próximo junio.
Liliana Ibarra Sánchez, jefa de la Unidad de Divulgación Ecológica de la delegación de la Semarnap, indicó que una de las preocupaciones de la institución es cuidar de la disposición final de los envases de los agroquímicos y ``en eso ya se está trabajando''. Por lo pronto, se realiza un diagnóstico para ubicar en cuáles municipios se genera el mayor número de esos envases y en coordinación con la Ssa se dan pláticas a los ejidatarios y empresarios para orientarlos en cómo guardar los agroquímicos y qué hacer en casos de intoxicación.
Hace 15 años el pesticida Lannate 90 dio un giro inesperado a la vida de Florentino Márquez González. Hoy, con lágrimas, recuerda que un mediodía de mayo de 1983, después de rociar el pesticida ``me entró una gripa con temblores y temperatura. En el IMSS me dijeron que era dengue''.
Dos días después fue llevado de emergencia a un hospital de Jalisco. ``Enmudecí, perdí las fuerzas y se me hinchó el cuerpo''. En el expediente médico se asentó que la causa de los males fue una fuerte anemia. Los médicos no le explicaron a Florentino ni a sus familiares en qué basaron el diagnóstico final.
Florentino quedó inválido. Uno de los dedos de su pie izquierdo está deforme y los de las manos atrofiados. Sólo uno de sus hijos continúa como agricultor y la planta del tabaco ocupa únicamente dos de las seis hectáreas de la familia.
A la puerta de su casa en el ejido La Presa, frente a su andadera de hierro que le ha dejado profundas callosidades en las manos, Florentino relata su experiencia y da consejos a los jornaleros y ejidatarios que quieren escucharlo, pero la mayoría responde ``eso a mí no me pasa porque yo sé cómo mezclar y rociar''. Los expertos son otros: ``hay que levantarse muy temprano, hacer la preparación cuando no hay viento y poder vaciarla en el aspersor. Al terminar hay que lavarse''.
Olvidan que las empresas deberían darles guantes, máscaras, calzado y ropa especial para aplicar los agroquímicos. Para ellos es más importante terminar con las plagas que cuidar su salud y vida, dice Ramón Castañeda, ejidatario de El Patroneño.
Las empresas tabacaleras son las responsables de proporcionar ese equipo; no lo hacen porque nadie lo demanda. Pero -externa su preocupación- en caso de que las empresas cumplieran, ``es seguro que nos lo cargaría a nosotros, los ejidatarios que cada año firmamos un contrato para que nos den los créditos suficientes y los agroquímicos para producir el tabaco en nuestras parcelas. En realidad nosotros somos sus peones''.
Para Florentino Márquez y Ramón Castañeda, los agroquímicos siguen siendo un veneno en potencia. Aunque, indica Castañeda, ahora las empresas tabacaleras ``traen una campaña para convencernos de que los pesticidas que nos dan matan al momento a las plagas y al siguiente día ya no hay residuos de veneno''.
``Según las empresas, los químicos ya no vienen muy cargados, pero huelen igual y siguen siendo veneno, por eso traen su calaverita'', dice Florentino.
Agua contaminada con agroquímicos
Entre los agroquímicos utilizados en las plantaciones tabacaleras están: Acrobat MZ, Mancú PH y Nitrocel 45 (nutriente foliar), todos con la etiqueta ``ligeramente tóxico'' y las advertencias: ``no se transporte ni almacene junto con productos alimenticios, ropa o forrajes. manténgase fuera del alcance de los niños y animales domésticos. No almacene en casas habitación. No deben exponerse ni manejar este producto las mujeres embarazadas, en lactación y menores de 18 años. No se reutilice este envase, destrúyase y entiérrese''.
Sin embargo, los ejidatarios siguen guardando los pesticidas en sus casas porque, justifica Castañeda no tenemos otro lugar en donde ponerlos. ¡Claro!, están con las herramientas de trabajo, fuera de la cocina.
Una vez vacíos de su contenido, los cartones y bolsas de los pesticidas se encuentran entre los surcos de las enormes extensiones de las plantaciones de tabaco, semicubiertos por la tierra; cerca de las improvisadas ``viviendas'' de palmas secas donde duermen los jornaleros o amontonados junto con los montículos de basura acumulada a orilla de los caminos de terracería que cruzan aquellas y a unos cuantos metros de los canales de riego.
En esos canales, donde corre el agua color café del río Grande de Santiago -y en el que, explica el traductor huichol Maximino, se descargan las aguas negras de la cabecera municipal- las familias jornaleras se bañan y lavan sus ropas, como Benjamín y su mujer, mientras su hijo de menos de un año juega con tierra. Es también el agua con la que llenan sus garrafones de plástico y que beberán entre el corte, la carga y la sarta de esa hoja que después de estar bien seca es amontonada para formar las pacas que serán llevadas a las fábricas de cigarros.
Los canales de riego son también el único recurso para el baño recomendado a los rociadores de plaguicidas al final de su jornada. Pero el agua tiene el líquido con el que lavan los aspersores y recipientes que utilizaron para hacer la mezcla de los agroquímicos. Son los que dan vida al tabaco y, posiblemente, contribuyen a la enfermedad ``por causas desconocidas'' de los jornaleros.
De esa agua color café bebe Eulalia, la mujer de Eliseo, a quien sólo un cartón extendido la separa de la tierra. Allí, con temperatura, temblores y con voz apenas audible, está recostada la indígena originaria de la comunidad de Jesús María.
Dos semanas enferma y sin atención
Eliseo, con su camisa rota y varios días de uso, pantalones a punto de romperse y huaraches, deja el corte de la hoja de tabaco y va de vez en vez a mirarla. Busca algo entre las dos pequeñas mochilas con las que llegaron y que, al igual que las otras familias, colgaron de los palos que sostienen ya algunas sartas de la planta. Sólo saca un viejo paliacate. Hace dos semanas que se enfermó, dice mirando a Eulalia y aguarda... No sabe si su patrón le dará un pase para que el domingo pueda llevarla al médico.
Hay un gran vacío de información en los estudios de impacto sobre la salud y el ambiente a causa de los plaguicidas, advierte la Red de Acción en Plaguicidas Internacional (RAP) y entre las razones menciona el hecho de que los efectos crónicos pueden demorar años en aparecer y a menudo son difíciles de relacionar con un producto químico específico.
Los riesgos actuales y potenciales generados por el uso de los agroquímicos son comúnmente subestimados por los intereses económicos de fabricantes y vendedores; los costos y dificultades en el monitoreo y documentación de los problemas a causa de los plaguicidas; falta de información disponible sobre los efectos adversos y el diagnóstico incorrecto de los síntomas de envenenamiento.
Agrega que la edad, sexo y estado de salud son factores que influyen en la resistencia individual a los plaguicidas, cuya toxicidad también puede ser afectada por la presencia de otro tipo de contaminantes u otros ingredientes peligrosos; temperatura y condiciones ambientales en el momento de la aplicación; tamaño de la gota de rocío, las rutas de absorción.