Teresa del Conde
Rodríguez Lozano en controversia

Hasta el 21 de junio se podrá ver la muestra de Manuel Rodríguez Lozano en la sala Rivas Mercado del Museo deArte Moderno; la elección de dicha sala obedece a la vinculación que existió entre él y Antonieta, joven promotora del Teatro Ulises. El meollo lo constituyen las 32 pinturas, del propio museo, a las que se sumaron dos del Munal (una es el precioso retrato de Salvador Novo, El taxi, mismo que no le complacía al retratado), 18 de colecciones privadas y lo que ahora es una más adquirida a un particular por el CNCA-INBA y objeto de controversia.

Hará un par de años, Jorge Alberto Manrique y quien esto escribe --convocados por el Laboratorio de Arte (Instituto de Investigaciones Estéticas)-- observamos dos pinturas en una casa de Las Lomas. Eran cuadros de Rodríguez Lozano, con marcos escalonados similares a los que ostentan las Santa Anas. En tiempos anteriores habían integrado una sola composición y existe registro fotográfico al respecto, así como reproducciones en publicaciones. Se nos pidió un dictamen sobre los mismos, por supuesto que lo que interesaba era ante todo su autenticidad, cosa que no presentaba duda. No obstante referimos en dicho dictamen la constatación de que esas dos figuras: Paloma y Zenaida, habían integrado una sola composición que fue partida, quedando la figura de la primera de medio busto de 90 x 40, con firma superpuesta en el extremo superior derecho y la de la segunda de cuerpo entero, contrastada contra el segmento de un arco rebajado. Ese cuadro, de 199.5 x 54, ostenta la firma primera en el cuadrante inferior derecho.

En 1929, año de su realización, la pintura Dos muchachas mide 200 x 100 y ambas figuras eran de cuerpo entero. Lógicamente sólo existía una firma, del lado de la figura de Zenaida. Tenemos pues que la firma en el cuadro de Paloma es un añadido que corresponde a la división en dos de esa pintura. La figura de la izquierda (Paloma) perdió su parte inferior a partir del antebrazo izquierdo, flexionado sobre el abdomen, antebrazo que quedó incompleto, como parte del hombro derecho y el encuadre arquitectónico. ¿Cuándo sucedió eso?, no se sabe.

En el catálogo que publicó el MAM, antes de conocer la opción restauratoria, en vísperas de la inauguración las dos figuras aparecen por separado, en dos cuadros, como las vimos con Manrique y tal como se adquirieron. No obstante, el MAM publicó la composición en su estadio original, tomándola del libro de José Bergamín (1940). Ese año la pintura pertenecía a la colección J. M. Ruiz Esparza. Reaparece idéntica en el libro de Bertha Taracena sobre Rodríguez Lozano publicado en 1971 por la Imprenta Universitaria y entregado por la autora a la UNAM un año antes, en vida del pintor. Cencoa reunió las dos figuras, restituyendo la composición a sus orígenes, para lo cual se insertaron los faltantes lo que se hizo con base en las fotografías existentes, estableciendo de manera clara que esos faltantes no imitan el modo de pintar de Rodríguez Lozano.

Al tomarse esa determinación se canceló la firma en la zona correspondiente a Paloma. Desde el día de inauguración de la muestra hubo altercados y división de opiniones, pese a que se sabe que este tipo de procesos son comunes en la restauración de pinturas y esculturas. Manrique se mostró profundamente escandalizado, al grado de amonestar en público a quien esto escribe; la curadora de la muestra Beatriz Zamorano estaba desconsolada, Walther Boestersly, director del Cencoa defendió a capa y espada la postura de los expertos responsables del hecho, el restaurador José Sol se le solidarizó y Tomás Zurián alabó el trabajo realizado, pero dijo que la firma, aunque se encontraba sobrepuesta y se supusiera falsa, cosa incomprobable, debió dejarse.

Sus dudas se acrecentaron cuando se observó que posiblemente el mismo Rodríguez Lozano había determinado ``partir'' la pintura, pues el corte se percibe calculado para preservar completa la parte derecha del cuadro, que es la mejor, ocupada por Zenaida, ya que no se da por descontada la posibilidad de que la pieza se haya dañado accidentalmente. Tampoco se descarta que alguien ajeno al pintor haya realizado la división con el objeto de tener dos cuadros, pero el enigma persiste. Si así fue, ¿por qué truncó la figura de Paloma? Zurián añadió además que la parte insertada debió haberse dejado aún menos esbozada de lo que está. El proceso puede observarse a través de las fotografías expuestas. El pintor Tomás Parra y otros se adhirieron al criterio de Manrique.

¿Qué es lo que pienso, habida cuenta de que el Cencoa optó como lo hizo atendiendo a criterios técnicos e iconográficos? Siento que, tanto la espléndida figura de Zenaida como el busto de Paloma se veían mejor antes. Lo que ahora percibe el espectador es un cuadro parchado, de belleza conflictuada. Se esperan más opiniones, registrables en libreta de sala.