La Jornada 14 de abril de 1998

En Bogotá la alegría desplazó al miedo en el Festival Iberoamericano

Pablo Espinosa, enviado, Santafé de Bogotá, 13 de abril Ť El corazón de la capital colombiana tapizado de luces: una fervorosa multitud llenó el espacio de la principal plaza pública de Bogotá, la plaza Bolívar, donde cada una de las cerca de 40 mil personas, luego de muchas horas de lluvia, sostenía en la mano una bengala encendida, mientras el cielo quedó techado con fuegos artificiales junto a las palabras de clausura de Fanny Mikey, directora del Festival Iberoamericano de Bogotá, que llegó así al término de su sexta versión: ``hemos demostrado nuevamente que somos un país que quiere la paz, la cultura y el amor. Nos vemos en el 2000''.

Este festival bianual es una respuesta a la violencia, la desazón, el estado de cosas lacerante que ha formado una imagen de este país en el mundo. Su lema ``Diez años de fe en Colombia'' es explícito. Con la concentración popular de la noche del domingo se mostró nuevamente la verdadera cara de este país.

El poder del arte escénico

La excelencia del grupo catalán Els Comediants tuvo a su cargo la parte teatral de la clausura. Para el efecto, preparó un espectáculo ex profeso titulado Las dos caras del teatro, donde contrastaron tragedia y comedia con motivos coloridos, de gran tamaño y cuya finalidad era rendir homenaje a Bogotá por llegar a 10 años de teatro celebrado a pleno aire y en recintos multiplicados a pesar de amenazas de bomba en tiempos aciagos, pretéritos. Luego de recorrer los cuatro puntos cardinales de la plaza Bolívar, Els Comediants se plantaron en un templete frontal para encender, todos, las luces de bengala. El espectáculo era conmovedor: luces en el suelo, luz humana, luces en el cielo, fuegos de artificio, la lluvia apaciguada, las nubes dieron paso a las estrellas.

Pólvora cultural. Para su espectáculo multitudinario, Els Comediants echaron mano de atuendos, dramaturgia, recursos actorales de primer nivel y media tonelada de pólvora, que voló (es decir, fue transportada en avión) desde Madrid hasta Colombia, pero por azares del destino quedó varada nada menos que en Miami, donde las autoridades migratorias estadunidenses la armaron de tos: ¿cómo es que anda en un avión media tonelada de pólvora?, ¿y si explota?, y para colmo ¿pólvora con destino a Colombia, donde hay querrilla? Mi no comprendou. Hubieron de intervenir embajadores, cancilleres, hacerse llamadas telefónicas de urgencia, afanes y trajines para desfacer el entuerto. Ah, que se trata de pólvora cultural, dijeron todos. Y la pólvora llegó a Colombia, donde cumplió su misión de muy alta cultura; emblematizó una fiesta por la paz.

Ah, cómo es poderoso el teatro, tan poderoso que sacó a las calles a los bogotanos que se llenaron entonces de alegría, en lugar del estupor, la psicosis de miedo, el ambiente de inseguridad al que nadie se resigna (los periódicos consignan una disminución en el índice de asaltos, robos y actos delictivos en Bogotá durante el festival, mientras durante el fin de semana tuvieron actividad en Medellín los escuadrones de la muerte, y el ejército y la guerrilla --las FARC-- mantienen luchas sangrientas en las montañas). ``Nuestra lucha es por la vida'' dijeron los artistas en la plaza Bolívar, mientras la gente cambiaba altanería por sonrisas, y rumbos inciertos por rumba, teatro por tele. ``Esto es un milagro'', repetían artistas y periodistas europeos, al ver cómo una manifestación teatral es tomada como bandera de sentires genuinamente populares, porque por millares se juntaron a diario, durante 18 días, los bogotanos en las calles, en las plazas públicas y por decenas de millares se concentraron en la plaza principal para cantar, con fuegos de artificio, como teatro y pólvora, un himno por la paz, una oda a la esperanza.

Respetar los derechos humanos

La del domingo fue la penúltima jornada de este maratón teatral. Las compañías de Polonia, Alemania, Italia, Australia, Cuba y troupes de Africa y de otras geografías (un agrupamiento armenio interpretó una Cantata a la Virgen en la catedral metropolitana) llenaron de asombro y un poco de entusiasmo la mañana gris. Por la tarde, en medio de torrenciales aguaceros, vieron actividad bajo techo varios agrupamientos, entre ellos el de Australia, la Chunky Move Dance Company, con Bonehead, espectáculo en el que logran, entre otras hazañas, poner en vivo el mundo del comic, narrar historias en tonos cambiantes, mediante una danza --lo mejor en ese rubro del festival-- completamente moderna, original, ejecutada mediante torrentes de energía derrochados en escena con magistrales dones.

Cumplieron también su última función los geniales payasos rusos de la compañía Licedei de San Petersburgo, la compañía moscovita Taganka con su versión a Los hermanos Karamazov, de Dostoievski; el trío francés Maracasse; los alemanes Ton und Kirschen con la obra antigua que dio origen al Romeo y Julieta shakespereano: Piramo y Tisbe.

El director de Theater and der Ruhr, Roberto Ciulli, dio a conocer a La Jornada una carta que dirige el prestigiado grupo artístico al presidente de Colombia, Ernesto Samper, como un llamado a cumplir con los derechos humanos en el país y en dos casos específicos: los desplazamientos de civiles que provocan acciones paramilitares en la zona de Antioquia y el secuestro del luchador social Mario Humberto Calixto. ``No se trata de una intromisión en asuntos internos ni un acto de mal gusto de europeos invitados a Colombia, sino de nuestra obligación, como artistas, de expresarnos en favor de los derechos humanos en donde nos encontremos, como ciudadanos del mundo y en solidaridad con los trabajos que realiza Amnistía Internacional''.

Algunos datos de entre la extensa numeralia del festival: 438 funciones en 17 salas de teatro, cuatro coliseos populares y 17 espacios abiertos; mil 800 artistas provenientes de cinco continentes; millón y medio de espectadores en los espectáculos callejeros; 440 mil personas asistentes a los teatros, cuyas localidades en promedio se vendieron en 85 por ciento de su totalidad; 409 horas de montaje para 854 horas de funciones.

Durante 18 días de teatro y lluvia que culminarán la noche de este lunes con la presentación de la excelente compañía de flamenco de Antonio Canales en el Teatro Colón, la cara de Bogotá fue la de teatros llenos, plazas plenas, calles repletas.

La ciudad recuperada. La cultura como una forma de recuperación ciudadana, como una manifestación de la esperanza.

Días de teatro y lluvia.