En México hay una verdadera vocación por el aprendizaje, sobre todo cuando se ocupan puestos de responsabilidad. Es cierto que la vida es un continuo proceso de aprender, las abuelitas lo dicen todo el tiempo, pero hasta los pedagogos fijan distintas fases del aprendizaje y establecen una cierta relación entre éste y la experiencia. La cuestión es hasta de sentido común, pero ni las abuelas dicen que sólo con sentido común se puede ir por la vida. Vaya, no es lo mismo quemarse un dedo por primera vez para aprender que el fuego es muy caliente, que perder cinco a uno con un equipo chileno lleno de reservas y esto después de otras dos derrotas, ante una selección de las llamadas sub 23 y frente a un Boca Juniors parchado que bailó a ritmo de tango. Y tampoco es igual la incapacidad de prever un temblor, que adjudicar mal la venta de las instituciones financieras en un proceso de privatización que en su momento se anunció como ejemplar y que acabó siendo un factor central de la más profunda crisis económica y social del país.
Lapuente regresó de la desastrosa gira por Sudamérica con una lista de jugadores que formarán la selección nacional en el mundial de Francia. Aparte de los nombres de los jugadores seleccionados y que fue bastante polémica, uno se pregunta si a escasos 60 días de la competencia no debió haber ido al viaje más reciente con la lista ya hecha. Esto parece como una gran improvisación. Igual parece haberle ocurrido a Ortiz, que acabó con una lista de banqueros que fue errada en lugar de tener una bien hecha para venderles los bancos. Pero Lapuente tiene todavía una ventaja sobre Ortiz: aunque no hay muchas expectativas de ganarle a Corea, Holanda y Bélgica le queda a su favor cuando menos la incertidumbre. El error de Ortiz es ya un hecho contundente de la vida nacional.
Tanto Ortiz como Lapuente dicen haber aprendido de la experiencia; las derrotas enseñan igual que las victorias, pero qué horrible es perder y sobre todo tan seguido y tan contundentemente. El gobernador del Banco de México fue hace unos días al Congreso a defender las iniciativas de ley sobre el sector financiero que mandó el Ejecutivo. Sus argumentos fueron exactamente iguales a los que se hacen oficialmente, con ello no contribuyó un ápice a ampliar las consideraciones que ya se han hecho. Fue mucho más expresivo en el periodo de preguntas con los diputados. Entonces tuvo que reconocer abiertamente que su gestión como responsable de la privatización bancaria desde la Subsecretaría de Hacienda había sido un fracaso.