ASTILLERO Ť Julio Hernández López
Ya que los partidos opositores no significan un peligro verdadero para las elecciones del próximo 25 de octubre, es al interior del priísmo tamaulipeco donde hoy se vive un bronco jaloneo por la sucesión gubernamental.
Primerísimo en la lista de rijosos está el gobernador del estado, Manuel Cavazos Lerma, empeñado en dejar como sucesor a su secretario de Hacienda, Tomás Yarrington Ruvalcaba.
¿Cola tan corta como para promover sucesor?
Hay quienes explican el activismo del gobernador Cavazos Lerma con el argumento de que su gobierno ha acumulado tantas zonas sombrías, acaso delictivas, que necesita jugarse el todo por el todo en espera de imponer a un candidato que, ya en el cargo, le cubra las espaldas.
Otros, que son los menos, opinan lo contrario, y dicen que teniendo tal tranquilidad en el manejo que ha hecho de los dineros públicos, puede darse el lujo de pelear en favor de su favorito, aun a sabiendas de que tal parcialidad le sería cobrada con saña en caso de que otro de los aspirantes resultase finalmente el triunfador.
Pero, además, el activismo faccioso de Cavazos Lerma parecería políticamente suicida si se toma en cuenta no sólo su indeleble filiación salinista, sino también el hecho objetivo de que en Los Pinos habría afinidades y afectos con cuando menos dos de los aspirantes no cavacistas a la candidatura.
Chiapas y el Poli
En efecto, Marco Antonio Bernal y Diódoro Guerra Rodríguez tienen en sus alforjas políticas algunos valores que a los ojos del Dedo Supremo pueden resultar de mayor interés que los del gobernador Cavazos Lerma.
Aun cuando ya algo le ha abonado con la senaduría, y la cartera de secretario de Gestión Social del PRI nacional, el sistema tiene una fuerte deuda con Bernal, dado que éste, como negociador en Chiapas, cumplió un papel esencial en la estrategia del gobierno.
Por eso, en seguimiento de la línea dura reinstaurada en Los Pinos y en Bucareli, desechar las pretensiones electorales de Bernal resultaría desmoralizante para quienes en este momento fungen como ejecutores de políticas desgastantes e históricamente infamantes. El sistema debería mostrar, en Bernal, que siempre sabe pagar, y bien, los favores recibidos.
Diódoro Guerra, por su parte, es director del Instituto Politécnico Nacional, el alma mater del presidente Zedillo. La relación va más allá de lo superficial o anecdótico, y de ella es posible deducir efectos claros de promoción política superior para colocar a Guerra como precandidato lleno de afectos.
En tal condición, de precandidatos bien vistos y mejor impulsados desde el centro, Bernal y Guerra recorren el estado tejiendo alianzas y consiguiendo apoyos. Bernal tiene activistas como Alvaro y Ramiro Garza Cantú y, además, hace sentir el significado de que el senador Esteban Moctezuma Barragán esté presuntamente de su lado. Guerra, por su parte, descansa localmente en las huestes del ex gobernador Enrique Cárdenas González, quien simplemente pediría como pago a sus servicios la candidatura a la presidencia municipal de Ciudad Victoria para su hijo del mismo nombre.
Otro buscador de la candidatura es Oscar Loubbert, actual presidente municipal de Reynosa y presidente de la agrupación de sus homólogos priístas de todo el país. Loubbert ha sido diputado federal, secretario particular de Manuel Camacho en la Sedue (como Fernando Silva Nieto, actual gobernador de San Luis Potosí) durante un breve tiempo, y posteriormente parte del equipo de trabajo de Luis Donaldo Colosio.
La batalla interpriísta ha provocado, inclusive, bajas como la de Antonio Martínez Torres, quien había sido presidente estatal del PRI y delegado de varias dependencias federales. Hostigado, espiado y obstaculizado, según dijo a la hora de renunciar al partido tricolor, Martínez Torres aseguró que el gobernador Cavazos Lerma estaba abiertamente impulsando a Yarrington Ruvalcaba y que ello extinguía cualquier posibilidad de lucha interna.
Días después, el 1o. de abril, el diputado local Luis Lauro García Barrientos también renunció al priísmo y se declaró diputado independiente, alegando las mismas razones que Martínez Torres (inequidad y falta de democracia) y en solidaridad con éste. Por cierto, Martínez Torres había anunciado, el 30 de marzo, su disposición a que el PRD lo postulara candidato externo a gobernador.
Chantaje al quinismo-perredismo
Sin embargo, en el partido del sol azteca las simpatías iniciales estaban repartidas entre el diputado Joaquín Hernández Correa, hijo del famoso líder petrolero apodado La Quina, y el también diputado federal Juan Antonio Guajardo, que preside la comisión legislativa de Asuntos Fronterizos.
Pero en un episodio lo suficientemente oscuro como para generar amplias suspicacias, el diputado Hernández Correa ha declinado a la posibilidad de ser candidato a gobernador.
Tal declinación ha multiplicado la fuerza de la versión que asegura que la liberación del anciano y enfermo dirigente petrolero, ocurrida a finales de la primera quincena de diciembre de 1997, fue condicionada a la abstención política de La Quina y de su familia.
Irónicamente, la fuerza de un imperio de corrupción y autoritarismo, como fue el de La Quina, amenazaba ahora al propio régimen al que sirvió y del que se sirvió.
En Gobernación se negoció, según pláticas directas que el autor de esta columna ha tenido con partícipes en tal episodio, que La Quina se abstendría de participar personalmente en cualquier acto político, y por tanto sería virtualmente confinado en Cuernavaca, donde actualmente reside.
También se habría acordado que la familia de La Quina evitaría intervenir en cualquier acto político que conminara al sistema a actuar con mano dura. La salud y la edad de La Quina habrían sido consideraciones suficientes para que las propuestas gubernamentales fueran aceptadas en un pacto de caballeros.
De esa manera, el día 17 están convocados los dirigentes del perredismo tamaulipeco para elegir a sus candidatos a gobernador. Ausente la sombra del quinismo (salvo enmiendas de última hora), tocado el reciente ex priísta Martínez Torres por acusaciones y sospechas que intentarían hacerlo incompatible con el perredismo, parece que ésta, la segunda fuerza electoral de la entidad, tendrá en el diputado Guajardo a su candidato a la gubernatura.
Los panistas
Por el lado del PAN, los presuntos aspirantes son Ramón Antonio Sampayo, alcalde de Matamoros; Angel Sierra Ruiz, actual diputado local por el distrito con cabecera en esta ciudad fronteriza; Diego Alonso Hinojosa, alcalde de Tampico, cercano a Vicente Fox; y Gustavo Cárdenas Gutiérrez, ex alcalde de Ciudad Victoria e hijo de Jorge Cárdenas González, hermano del ex gobernador priísta de los mismos apellidos.
Cabe recordar que el 6 de julio del año pasado, en el rubro de diputados federales, el PRI consiguió 47.95 por ciento de los votos, PRD 26.89 y el PAN 18.54.
La elevación del voto perredista consiguió desplazar al panismo, que hasta antes del año pasado aparecía en segundo lugar. Actualmente, el PRD tiene las presidencias municipales de Ciudad Madero, Río Bravo y Nuevo Morelos, mientras que el PAN tiene las de Tampico, Matamoros, Miguel Alemán, Camargo, Gustavo Díaz Ordaz y Valle Hermoso.
La elección de esas presidencias fue casi tres años atrás, al igual que las de diputados locales en las que, de mayoría, el PRI ganó 15 curules, PAN 4 y PRD ninguna. En 1997, el PRD ganó la única diputación federal de mayoría en el distrito de Ciudad Madero, dominado ampliamente por el quinismo que, por cierto, parece decidido a postular a Juan Hernández Correa, también hijo de La Quina, como candidato a presidente municipal.
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