La Jornada 13 de abril de 1998

Los Mara de los Salvatruchas, cazadores de migrantes de CA

José Gil Olmos, enviado / II y última, Tapachula, Chis., 12 de abril Ť Sobre la tenue línea de la frontera la banda de los Mara de los Salvatruchas acecha a la medianoche a sus próximas víctimas: unos jóvenes indocumentados hondureños que aguardan la salida del tren de carga que los sacará de la zona.

Agazapados atrás de un vagón, los maras --formados en su origen por ex militares de El Salvador-- los sorprenden con clavos afilados que arrancaron de los durmientes y los amenazan de muerte si no sueltan todas sus pertenencias. Es el tercer atraco que sufren en el día, y uno de tantos que los migrantes habrán de afrontar a lo largo de 5 mil kilómetros que los separan de su sueño: llegar a Estados Unidos.

Los migrantes centroamericanos son las presas más fáciles de las bandas criminales que se han organizado en las fronteras sur y norte del país. Sobre todo cuando vienen dispuestos a ``rifársela'', porque en sus países la crisis económica los ha obligado a buscar otra forma de vida. Los policías de Beta Sur saben perfectamente su endeble condición, pero también tienen presente la corrupción y la laxitud de las leyes, que permiten a los salteadores regresar días después de ser aprehendidos, a pesar de que fueron sorprendidos en plena acción.

Cuando los migrantes son transportados desde sus países de origen y entregados a los polleros, les llegan a cobrar hasta 5 mil dólares por acercarlos a Estados Unidos, incluso a veces sólo los dejan en Puebla. Pero cuando con sus propios recursos hacen el viaje y atraviesan la frontera con México, son sujetos a la extorsión de transportistas, que les cobran 300 pesos por un viaje corto, o por las autoridades, a quienes entregan 50, 100 o más dólares por cruzar alguna garita de migración.

``Es común no sólo que los despojen hasta de sus últimas cosas de valor, generalmente los maltratan, violan y, cuando no los lesionan gravemente, les quitan la vida'', se advierte en un informe de Beta Sur relativo al modo de operar y la impunidad con que actúan los asaltantes de indocumentados, no sólo en las poblaciones fronterizas, sino hasta en la región del Soconusco.

Los Beta Sur identifican siete géneros de delitos, según el agresor -bandas o autoridades mexicanas o extranjeras- que sufren los migrantes: extorsiones o maltratos de agentes del gobierno o autoridades en sus lugares de origen, países de tránsito o país terminal; asaltos, violaciones y agresiones de delincuentes comunes y oficiales; exceso de fuerza, violencia física o moral, indolencia o trato despectivo de autoridades; acosos sexuales que muchas veces se consuman por parte de traficantes, prestadores de servicio, particulares o autoridad; agravios o engaños de estos mismos; menoscabo de propiedades o valores; atentado contra su vida.

``La justicia no es justa''

Carlos Giovanni López Cárdenas, de 23 años, conocido como El Liro, viene al frente de los cuatro maras salvadoreños que acaban de asaltar a los jóvenes hondureños, dos mujeres de apenas 17 años entre ellos. Tiene el pelo corto y bigote. En el mentón le resalta un tatuaje en forma de cuernos y en el cuello otro más con una cruz invertida. Las señales de ``M'' y ``S'' que lo distinguen como miembro de la banda Mara Salvatrucha X3 (13) están también fijadas en los hombros, y en el pecho la leyenda de Fulton ubica la calle de Los Angeles, California, donde opera ``familia'', corregiría más tarde.

Los pantalones cortos y los tenis contrastan con la holgada camisa de cuadros. Tiene un caminar rítmico y autosuficiente que contagia a sus acompañantes. El mentón siempre lo mantiene en alto, desafiante, aun después de que los policías de Beta Sur lo aprehendieron con los clavos de la vía del tren con que amenazó a los migrantes.

``Nosotros no fuimos; acabamos de ser deportados de Oaxaca; llegamos apenas hoy, pero ustedes son la autoridad, ustedes saben...'', argumenta El Liro, quien nació en El Salvador pero que, al igual que sus otros acompañantes, fue deportados de Los Angeles, California, por diversos delitos; hacia allá tratan de regresar desde hace un mes.

Otro de los maras tiene la nariz rota y sangrante, ya que tropezó con un alambre mientras huía, y mira a todos con un brillo vidrioso. Los cuatro son trepados en dos de las camionetas del grupo Beta, aunque protestan, alegando que son inocentes.

Es medianoche y en Las Huacas -la zona roja de Tapachula- parece de día por el movimiento de gente. Los migrantes se mueven buscando el mejor lugar para viajar en el tren de carga que está próximo a salir. La mayoría escoge los vagones tanque, porque en la parte superior, donde está la toma del combustible o del gas, tienen un barandal y piso de reja que les permite sujetarse y descansar. Pero también desde lo alto pueden vigilar la llegada de los policías o los agentes de migración, cuando el tren se detiene en algún punto.

El silbato de la máquina anuncia la salida. El faro parte en dos la oscuridad y las decenas de migrantes se suben. Algunos entre los vagones se despiden de los betas que tienen aprendidos a los Mara Salvatruchas, quienes siguen alegando sobre su inocencia. Pasarán unas horas en la cárcel y al día siguiente serán deportados a Guatemala. Pero en la tarde estarán de regreso en Tapachula y nuevamente en la estación del tren, donde vuelven a toparse con los del grupo Beta Sur, quienes vuelven a vigilarlos luego de expresar impotentes: ``Así es esto, la justicia no es justa''.

Perdóname, madre, por mi vida loca

Hace un par de años los de Beta Sur aprehendieron a Arnold Treviño por asaltar a unos migrantes. Sus testimonios comprobaron la información que se tenía vagamente. Los Mara Salvatruchas fueron formados como pandillas en 1969 por el salvadoreño Flaco Stoner en los suburbios de Los Angeles, California. La primera clica o banda fue la Wonder 13, que lleva el nombre de la Calle 13 de esa ciudad. Luego se hicieron llamar Mara por la Virgen María y Salvatruchas por ser originarios de El Salvador.

Como muchas otras bandas de latinos en esa ciudad, los salvadoreños formaron las suyas. ``Por el barrio nací, por el barrio moriré'', es el lema de la clica, a la cual sólo se puede entrar si se pasan algunas pruebas. Una de ellas es que el aspirante aguante 13 segundos de golpes de los miembros de la banda. Otra más es que se recueste por 13 segundos en un free way y no se acobarde de los autos que pasan a toda velocidad. Una vez superada alguna de las pruebas, se dice que ya ``brincó'' y es parte de la ``familia''.

Arnold Treviño llevaba tatuada en el pecho una de los lemas de los maras: ``Perdón, madre por mi vida loca'' (dinero, drogas y mujeres) y un poco más abajo la MS X3 que identifica a la banda. En la espalda, también tatuadas, tenía dos caras de mujeres: una triste y otra sonriente, que hablaban de su estancia en la cárcel y su libertad. Pero en los tobillos, como pulsera, también se tatuó las imágenes de unas calaveras que significaban un número de víctimas muertas.

El centroamericano había sido militar en su país y ahí recibió adiestramiento de contrainsurgencia por comandos de Estados Unidos. Según su expediente, una de las órdenes era que no debían mostrar temor ante los guerrilleros, sino al contrario, infundirles terror y, por ello, cada vez que mataba a alguno tenía la instrucción de cortarle una oreja y colgársela en el cuello a manera de signo de victoria y superioridad. Arnold así lo manifestó cuando fue detenido en Tapachula.

``Se ha hecho famosa en la zona la temible Mara de los Salvatruchas, compuesta al parecer por ex militares de la guerra salvadoreña, cuyos componentes se identifican con un tatuaje muy peculiar compuesto por las iniciales MS. Su tarea de operaciones cubre todos los pasos fronterizos, desde Estados Unidos hasta El Salvador, pasando por todos los corredores de migrantes de México y Guatemala. Para no perder su tiempo, es corriente que incursionen en otras áreas delictivas, como los secuestros y los robos de coches'', advierte el Comité Diocesano para la Ayuda a Inmigrantes Fronterizos, que dirige el obispo de de Tapachula, Felipe Arizmendi Ezquivel.

Mientras, para Beta Sur, los maras se han erguido como su principal problema: ``En su mayoría, se trata de personas con permanencia irregular, sin una forma honesta de vivir, identificados como miembros de extranjeros asaltantes de indocumentados (Mara 13 y 18), quienes constituyen, sin prejuicio alguno, no únicamente un riesgo para los migrantes, sino también un peligro latente para la sociedad fronteriza. En materia de prevención del delito, constituyen nuestra mayor preocupación, por sus antecedentes e imputaciones que con frecuencia se les adjudica'', dice el grupo en una evaluación.

Sin embargo, para los maras que han hecho de las casas abandonadas y la estación del tren de Tapachula su segundo hogar, todo está claro; así lo manifestó el Blacky, uno de los más deportados de Estados Unidos por sus delitos: ``La mara rifa, para, controla y viola. Perdóname, madre, por mi vida loca''.