Agustín Palacios, estudioso psicoanalista, se dio a la tarea de publicar el libro Freud, su legado un siglo después con el que se inaugura el programa editorial de la Fundación Museo Sigmund Freud, de México, que nació en 1995 como capítulo de la Asociación Psicoanalítica Mexicana y en el contexto de la Asociación Internacional de Psicoanálisis, fundada por Freud en 1908 con la propuesta de insertar el psicoanálisis en la cultura de la sociedad contemporánea.
El tema central del libro es la obra de Sigmund Freud. Agustín Palacios, Roberto Castro, León Grinberg y Juan Francisco Rodríguez (de la Asociación Psicoanalítica de Madrid) estudian los orígenes, influencias y motivaciones del creador del psicoanálisis, y profundizan en la influencia del Quijote en Freud.
Las aportaciones de Freud acerca de la historia infantil son estudiadas por Leticia Solís y Elena Fernández del Valle, desde las interaciones tempranas y los procesos en estructuración en el mundo interno.
El rigor científico y la inovación metodológica, dos de las grandes aportaciones del profesor vienés, son estudiadas por Alfredo Valencia y Julio Casillas.
La amplitud de la proyección del psicoanálisis es ilustrado partiendo de su origen pulsional tanto libidinal como tanático por Jaime Ayala y Hernán Santa Cruz (de la asociación psicoanalítica colombiana). Fernando Césarman estudia la aplicación del psicoanálisis a la ecología que lo enlaza a la cultura del hombre contemporáneo. Yolanda Martínez, directora del Museo Sigmund Freud, hace la introducción al tema.
Es el libro el malabarismo del fantástico interjuego entre el destino introyectado y los azares de lo exterior que definen el rumbo de la tragedia humana --como dice Palacios-- y que hoy sabemos gracias al neurólogo aficionado a leer El Quijote de la Mancha.
Así, la obra psicoanalítica está vinculada a un riesgo, a un sacrificio, a una exclusión en los márgenes que no pertenece a la verdad, sino al exilio. Desde la oscuridad penetra en débil luz y regresa a las oscuridades, al espacio interior, donde se busca desesperadamente la superficie de lo invisible para acumularla en la parte visible de lo interior.
Difícil resulta, entonces, la comprensión de la teoría psicoanalítica que pierde la linealidad y deja de ser un consuelo para las angustias, sólo preguntas sin respuesta:
¿Cómo cubrir el espacio que hay entre el paciente, su discurso y el sí mismo?, ¿cómo descifrar el enigma de un lenguaje metafórico que sugiere la realidad que se oculta bajo el aspecto visible?, ¿cómo traducir las metáforas que dicen lo que no dice sólo una grafía interna leída por Freud hace 100 años? y aún de palpitante actualidad.
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