Veracruz se ha colocado una vez más a la zaga de los cambios democráticos que se viven en otras partes del país. El PRI estatal reproduce sus prácticas más tradicionales y su nuevo comité ejecutivo es una mezcla abigarrada de mapaches y representantes corporativos; el PRD casi ha logrado desmembrarse a sí mismo, mientras que el PAN ha lanzado a un candidato a la gubernatura que representa al sector más reaccionario de la derecha, el cual no puede tender puentes hacia el resto de la sociedad. Ni líderes ni partidos ni programas. Así de nada sirve que los votos se cuenten bien.
La candidatura de Miguel Alemán no ha significado una renovación de cuadros políticos, discursos y prácticas en el PRI. Por el contrario, Alemán alcanzó el puesto mediante un pacto con los diversos grupos priístas de la entidad, a todos los cuales les ha cedido espacios muy importantes. Entre los ``nuevos'' cuadros dirigentes se cuentan políticos que han sido acusados reiteradamente de actos de corrupción, conocidos mapaches, líderes sindicales que han sido demandados penalmente, expertos en acarreo. En el PRI y en el equipo de campaña, así como en la distribución de diputaciones locales, se experimenta el terrorífico renacimiento de un panteón dinosáurico que parecía objeto de museo.
Esta abigarrada multitud de ``emisarios del pasado'' carece de disciplina y lealtad hacia Miguel Alemán. Ni siquiera el nuevo líder del PRI estatal, Fidel Herrera, político avezado como el que más en las artes de la componenda y el acarreo, parece contar con la capacidad para poner en línea a tan indisciplinadas huestes. Peor aún, Fidel Herrera fue acusado hace apenas unos meses por el ex dirigente priísta Miguel Angel Yunes de ser uno de los responsables de la debacle del partido oficial en las elecciones municipales de octubre pasado. Y Yunes aún controla buena parte del aparato partidario.
El PRI no se está preparando para una lucha electoral democrática, sino para repetir los vicios del pasado. Miguel Alemán no representa un viento fresco en la política veracruzana, sino más bien un regreso a las mejores tradiciones priístas de los años 50 y 60.
Por su parte, los partidos de oposición se han encargado de dejarle la cancha abierta al PRI, desaprovechando su debilidad y desprestigio. Como es de todos sabido, el PRD canceló sus posibilidades de competencia al vetar extemporáneamente y desde el centro la candidatura de Morales Lechuga, dividiendo y desalentando a buena parte de sus bases en la entidad. Acto seguido, otros candidatos externos han sido desechados por la asamblea estatal, por lo que parece ser que el PRD buscará un candidato interno. Lo malo es que no tiene una sola figura capaz de constituirse en una alternativa creíble. No hay solución a este gravísimo error político, del cual el PRD saldrá inevitablemente fragmentado, desprestigiado y disminuido en un estado que constituía una de sus principales reservas de votos.
El PAN también lastimó sus estructuras internas al imponer la candidatura de Luis Pazos, quien carece de arraigo en la entidad y resulta un político demasiado radical en sus planteamientos conservadores hasta para la mayoría de los panistas veracruzanos. Pazos no es un político, carece de carisma y carga el déficit adicional de la debilidad objetiva del PAN como estructura partidaria en Veracruz.
Todo parece indicar que el PT y el PVEM lanzarán a Morales Lechuga como candidato, y que éste tratará de sacar del PRD a aquellos grupos y comités que siguen comprometidos con él. Sin embargo, será muy difícil que Morales pueda plantearse seriamente competir por la gubernatura en un ambiente de confrontación abierta con el PRD.
Tan triste panorama puede conducir a la ciudadanía veracruzana a la abstención como respuesta a la falta de alternativas viables. Así, la gran oportunidad abierta por un sistema electoral más competitivo y confiable se perderá debido a la inmadurez de la clase política, a la falta de nuevos liderazgos y a la enorme debilidad del sistema de partidos. Como puede verse, no bastan elecciones limpias para garantizar un avance hacia la democracia.