De acuerdo con el presidente nacional de la Cruz Roja mexicana, José Barroso Chávez, los programas de planificación familiar responden a intereses extranjeros que se promueven desde la Organización de Naciones Unidas (La Jornada, 24 de marzo de 98). Con ánimo nacionalista afirmó: ``Decidamos nosotros mismos lo que debemos hacer, cada país debe decidir lo que le conviene, porque no hay mayor injusticia para los pobres que exigirles que no tengan hijos... Yo pregunto: ¿hay una razón humana o es de otro tipo?''
Sería interesante que José Barroso Chávez confrontara su punto de vista con el de un tzotzil partidario de la planificación familiar. El personaje al que nos referimos es un pastor evangélico, presbiteriano, que tiene a su cargo más o menos una treintena de congregaciones en los Altos de Chiapas.
En un documento, escrito originalmente en tzotzil, Felipe Hernández Arias justifica su postura sobre por qué es importante que los indígenas tengan información acerca de cómo controlar la incidencia de embarazos. Quién sabe si el presidente de la Cruz Roja concluyera que a Felipe algún representante de organizaciones extranjeras lo sedujo para renunciar al destino de procrear todos los hijos que le fuera posible, para en su lugar adoptar ideas que Barroso Chávez considera foráneas y ajenas a los usos y costumbres de los indio(a)s.
El documento de Hernández Arias deja muy bien asentado que en las comunidades indígenas existe una larga tradición para evitar los embarazos. Por lo tanto, asegurar que esa idea les viene de fuera es un desconocimiento que sólo concibe como verdaderos indio(a)s a los que tienen hijos en cadena.
El pastor tzotzil cita como ejemplos de planificación familiar indígena métodos que a veces no tienen la efectividad buscada (enterrar profundamente la placenta de los recién nacidos, machacar el cordón umbilical de los mismos, bebidas de plantas medicinales), pero que revelan el deseo de los que recurren a ellos por evadir el ciclo relaciones sexuales-embarazo forzoso.
Pero como el público inicial al que se dirige Felipe Hernández es el conformado por las comunidades de creyentes evangélicos en que trabaja, entonces incorpora una exposición de los pasajes clásicos citados por los partidarios a ultranza de la explosión demográfica sin coto alguno.
Así se refiere a textos como el de Génesis 1:27-28 (``Fructificad y multiplicaos, llenad la tierra...''), y en una interesante hermenéutica concluye que la forma del pasaje no es imperativa, sino un llamado a ejercer un don de manera responsable. La mayor parte del escrito de este teólogo y educador indígena se dedica a criticar el uso de citas bíblicas que aparentemente refuerzan la necesidad de una práctica reproductora intensa como signo de la voluntad y bendición de Dios.
Una vertiente de la tarea pedagógica del pastor Hernández Arias, intrínsecamente relacionada con la difusión que hace de la planificación familiar, está centrada en contribuir a crear una manera de relaciones de pareja en la que ambos integrantes decidan sobre el número de hijo(a)s que desean tener. Porque no se trata de convencer sólo a una de las partes, arguye, lo mejor es involucrar en la decisión a los dos. Distintos factores obstaculizan ese involucramiento. Uno de ellos es el machismo, presente en una buena parte de los tan defendidos usos y costumbres de las comunidades indígenas.
En un párrafo contundente, Felipe Hernández se refiere a la cultura machista y propone otro concepto para referirse a la práctica de andar regando hijos por donde quiera:
``Existen hombres que desean tener muchos hijos porque dicen `ser muy machos'. Pero al hacer un análisis de la palabra macho o machismo nos damos cuenta que es un error usar ese término para ese tipo de hombres, porque el macho no puede engendrar hijos. Conviene usar el término `burrismo' para hombres que engendran hijos sin medida, porque el burro no piensa el número de hijos que debe engendrar... Esos hombres hacen sufrir a sus mujeres, pues aunque la mujer ya no quiera hijos, pues los tiene que tener porque el marido así lo desea''. ¿Qué pensará José Barroso de esta argumentación?
Los cambios culturales, que lenta pero firmemente se extienden entre los ciudadano(a)s del país, transitan por muy diversos caminos. Si esos cambios anidan en la sociedad se debe fundamentalmente a la decisión de las personas que hacen suyas nuevas ideas y prácticas. Pensar, como lo hace José Barroso Chávez, que la cuestión se reduce a un complot de organizaciones extranjeras contra las tradiciones mexicanas, es seguir considerando perpetuamente a las personas como menores de edad mental.