Eduardo Loría
Aire quemado

La continuación e incluso el agravamiento de los incendios forestales (ahora también urbanos) en todo el país revelan varias cosas terribles: a) que no existe capacidad de las autoridades para dirigir, proteger y desarrollar un sector económico de la mayor importancia nacional, porque en él todavía vive una proporción importante de la población, y por los múltiples efectos de degradación ambiental y de sustentabilidad que se generan a largo plazo; b) a pesar de que nunca como ahora existen instituciones de ecología, de protección civil y de agricultura a todos los niveles de gobierno, la capacidad de respuesta es ínfima; c) no existe una estrategia clara ni eficiente para el desarrollo agropecuario nacional, ni siquiera por estar en vigencia un acuerdo comercial con América del Norte, en donde este sector es el que menos probabilidades tiene de enfrentar la competencia internacional.

La impresión que queda es que las autoridades se limitan a dar cifras sobre los avances de los siniestros, pero no logran evitar ni tampoco combatir con éxito lo que es casi totalmente prevenible. Incluso anuncian que lo peor todavía está por llegar, ante lo cual me pregunto si en nuestro país no existe ni la masa crítica (centros de investigación y facultades) ni tampoco la capacidad técnica para atender específica y eficientemente la grave problemática del sector.

Es plenamente sabido que por lo menos 90 por ciento de los incendios forestales son provocados por: a) agricultores que preparan la tierra para el nuevo ciclo agrícola; b) personas que piensan que quemando los pastizales secos contribuyen a limpiar los campos; c) cambio del uso del suelo, debido a que no es económicamente rentable la explotación forestal; d) pastores que queman los pastos para apresurar el rebrote para el ganado. Una proporción mínima se debe a turistas que prenden fogatas, así como también a condiciones naturales que inician espontáneamente el fuego.

Los cambios ambientales que se han presentado desde el año pasado, atribuidos al fenómeno de El Niño, no hacen más que evidenciar de una manera irrefutable la terrible crisis del sector agropecuario nacional y la falta de una política adecuada.

La propia Secretaría del Medio Ambiente ha señalado que las autoridades encargadas de atender el problema han sido rebasadas, y que el presupuesto necesario no es suficiente. Por otro lado, anuncia que se atenderá el problema a través de la reforestación que se iniciará en unos cuantos meses. Para quienes hemos participado en estos programas, sabemos que su eficiencia es mínima. No más de 20 por ciento de lo que se siembra permanece. Muchos son los enemigos que contribuyen a ese magro resultado. Simplemente las quemas que se harán durante el siguiente invierno acabarán con ese esfuerzo.

Nos encontramos frente a un verdadero problema de seguridad nacional. ¿Cómo lo vamos a enfrentar? ¿Por qué las autoridades de ecología y de agricultura no toman medidas valientes y eficientes, en lugar de tratar inútilmente de apagar los fuegos?

Con motivo de las turbulencias económicas se han recortado gastos muy importantes, aun cuando otros rubros en apariencia son intocables, como el electoral y el del Congreso. Me parece que ya es tiempo de redefinir aspectos sustanciales en nuestro país y tomar medidas frontales. En Japón, lo último que se hace en una fábrica cuando se funde un foco es cambiarlo. Primero se analizan la instalación eléctrica y los sistemas de abastecimiento y distribución. Quizás en el corto plazo esto es más caro, pero no en el futuro.