Miguel Concha
Pasión y muerte en Chiapas
En estos días los cristianos conmemoramos los misterios de la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo. Qué duda cabe que éstos se realizan y se prolongan de manera más intensa este año en las comunidades indígenas de Chiapas y en la diócesis de San Cristóbal de las Casas. Así lo expresaron con particular lucidez sus pastores en el mensaje del 27 de marzo:
``Lo que hemos visto y oído, lo que hemos contemplado y tocado con nuestras manos, es también el rostro sufriente de Cristo en los pueblos indios, que padecen agresión sistemática a sus derechos fundamentales. Lo que hemos visto y oído son los efectos perniciosos de la presencia aplastante del Ejército. Lo que hemos visto y oído es el virus de una guerra artificiosamente inoculado desde el exterior a miles de hermanos nuestros, que ven esfumarse sus ilusiones de salir por fin de siglos de postración''.
Como resultado de esta guerra, que todo lo aprovecha para generar la confusión y el caos, leíamos el pasado lunes en La Jornada que a tres años de haberse iniciado el diálogo de paz entre el gobierno federal y el EZLN, la diócesis de San Cristóbal ha tenido que enfrentar una agresión soterrada, que ha dejado hasta la fecha un saldo de 36 templos profanados, destruidos o cerrados en ocho municipios de las regiones de la Selva Lacandona, Altos y Norte de Chiapas.
La velocidad de esta agresión es acelerada, pues hasta el 12 de marzo se te- nían contabilizados 31 templos cerrados, destruidos o profanados en los municipios de Tila, Sabanilla, Tumbalá, Huixtán, Chanal, Chenalhó, Ocosingo y San Andrés. Como se ha informado, esta semana el templo de Chenalhó, de donde fue deportado sumariamente el padre Michel Chanteau el pasado 26 de febrero, luego de 32 años de abnegada labor pastoral, se sumó a la lista de parroquias donde los sacerdotes de la diócesis no pueden celebrar, pues el Consejo Municipal rechazó la llegada del nuevo párroco y acordó contratar a un sacerdote independiente de la diócesis de San Cristóbal. Felizmente, el obispo de Tuxtla aclaró que ningún sacerdote de otra diócesis está autorizado a oficiar en la de San Cristóbal, sin autorización de ésta.
Durante nuestra estancia en el municipio de Ocosingo hace 15 días, pudimos recibir de primera mano informaciones acerca de los hostigamientos contra los ministros tradicionales laicos de los oficios de Semana Santa, incluso en las cabeceras, por parte -se afirmaba- de miembros de nuevos cultos religiosos y de militantes del partido oficial. Uno de ellos hasta entonces ya había sido golpeado.
Todo indica que, además de manipular o tolerar la manipulación de las diferencias religiosas, se quiere obstaculizar la acción pastoral de la Diócesis de San Cristóbal, empeñada en reconstruir la convivencia civilizada sobre las bases de la verdad, la justicia y la dignidad de las personas, incluidos, desde luego, las indígenas, los indígenas, y sus comunidades y pueblos.
``Quien `nos confirió el ministerio de la reconciliación' (2Cor 5. 18), nos ha puesto sobre aviso: sólo la verdad hace libres a los hombres (cf. Jn 8, 32)'', dicen también en su mensaje del 27 de marzo los pastores de San Cristóbal. ``Y esa verdad está puesta `para caída y elevación de muchos --añaden--, y para ser señal de contradicción, con el fin de que queden al descubierto las intenciones de muchos corazones' (Lc 2, 34-35). Por ello nuestro criterio de acción en este ministerio de reconciliación es la verdad. No una verdad que astutamente presenta los acontecimientos para encubrir el error (cf Ef 4, 14), sino una verdad ética que lee los sucesos en la perspectiva del plan de Dios y de la construcción de su reino''.
Como explica Carlos Monsiváis, ``nunca ha sido tan difícil implantar la tolerancia religiosa y nunca tan necesario'' (Proceso, No. 1118, p. 8), sobre todo en Chiapas. Pero para ello es indispensable que todos actuemos con honestidad y verdad, y en primer lugar nuestras autoridades, respetando y protegiendo sin cortapisas nuestra libertad de cultos y de creencias, pues, como el mismo Carlos dice, ``en la ingobernabilidad, en la ausencia del Estado de derecho, los poderes locales cada que pueden tienden a volverse totalitarios. Y los finqueros y el gobierno local utilizan los enfrentamientos religiosos para añadirle al todo de la intolerancia en Chiapas el matiz de las creencias''.