La andanada legislativa de naturaleza financiera lleva un pesado fardo de errores insepultos (Fobaproa) y una miríada de pretensiones autonómicas por parte de la plutocracia hacendaria que, de ninguna manera, se merecen. En efecto, el mismo Guillermo Ortiz no se contenta con dirigir un Banco, nada menos que el de México, sino que, de pasada y en aras, se dice, de evitar ``crisis recurrentes'', dotarlo de una serie de características que lo harían, con el andar del tiempo y la voracidad burocrática, un enclave, no sólo de poder económico, sino de un poder político tan discrecional como atentatorio para los intereses populares. Tal cosa no debe permitirse si no se le interponen penas severas y una estricta vigilancia del funcionamiento institucional por parte del Congreso. Y no se debe por dos conjuntos de razones básicas. Unas tienen que ver con la eficiencia de la función encomendada, las otras con los perfiles y las experiencias tenidas con las personas mismas, sus ambiciones, estándares de conducta y posturas ideológicas.
Bien se hizo en sospechar de la presurosa y mal planteada comparecencia del secretario de Hacienda Gurría y de su primer soldado de infantería (Werner) ante los diputados de la comisión de Hacienda. Si de salida aceptan la ineficiencia actual de los bancos, que no cumplen con su función y la tragedia de la cartera comprada dónde se perdió el 70 por ciento de su valor, unos 370 mil millones de pesos de los contribuyentes que se esfumaron, es que mucho quieren ocultar. En primer término a los responsables. Unos pillos, dijo veloz el inefable Aceves. No, completó, en aras de la verdad el señor Werner. Fueron los abundantes como mal dados créditos, unos pillos, cierto, pero sobre todo la infalible, etérea e ineludible crisis. No señores, las élites decisorias del país, sobre todo las autoridades y los banqueros privados que dirigían las instituciones son los directos responsables de la catástrofe que se cernió sobre los incautos mexicanos.
Sobre los funcionarios de la pasada administración que endeudaron a México y dilapidaron unos 100 mil millones de pesos, cae una tremenda responsabilidad que no cumplimentaron. Se habla entonces de un Salinas, como cabeza. Pero le siguen Aspe, Mancera, Córdoba, Ortiz y Zedillo. De los actuales, que no supieron manejar la crisis provocada y se enredaron en programas momentáneos, parciales e insuficientes pero al final más costosos que las propuestas alternas que se hacían están, en orden de importancia: Zedillo, Serra y de nuevo Mancera y Ortiz. Los legisladores del PRI y otros del PAN tienen también una gran culpa y la incrementarán de seguir sosteniendo tan deplorable autocracia financiera. Endosarle a los contribuyentes una deuda de 550 mmdp, es peor que la de traición a la patria ante la vista del enemigo. Es la esencia de la traición, ni más, ni menos. Ese dinero no se perdió sino por falta de visión, de respeto al prójimo, por soberbia, por tontería superlativa de creer en lo infalible de las decisiones propias y exclusivas de un club de iniciados y por confiar en un conocimiento y pericia que están lejos de certificar. Y por último, por lo homogéneo, obsecuente y repetitivo del pequeño mundo en el que se encierran para actuar, moverse, vacacionar y hasta comer y cenar. Los banqueros de otros países que cometen tales desaguisados, como en Japón, al menos lloran en público. A los de Reagan los corren con millones de cachetadas de votos y a los ingleses los condenan al shadow gobernment o los dan de tajante baja. Aquí pretenden obtener el premio de un banco con plenas garantías y privilegios, como los alemanes, dicen, pero nunca han erigido cualquiera de las empresas que construyeron esas personas. Se requiere de un sistema financiero sano, es cierto. Hoy tenemos uno convaleciente pero repleto de banqueros golosos y excesivamente pagados. Los de Banamex, aun en plena recesión, cambiaron su flota de jets, por ejemplo. Por eso requieren de márgenes de intermediación inflados y de la generosa complacencia de las autoridades. Se les permite una capitalización acelerada y monstruosa vía los fondos de pensiones y otras lindezas por el estilo. Si son la cadena floja del crecimiento, que trabajen y penen como los demás, y no sólo ``acuerden'' con los funcionarios del gabinete económico el incremento de sus prerrogativas ya otorgadas en demasía.