¿Cómo caracterizar la nueva política gubernamental hacia Chiapas tres meses y medio después de la matanza de Acteal? ¿Qué ha cambiado desde febrero de 1996 y que permanece?
Según el mismo gobierno lo central de su nueva estrategia consiste en haber tomado la ofensiva, que había perdido a raíz de la firma de los acuerdos de San Andrés. Acteal habría mostrado la derrota de la política del olvido, de la apuesta por resolver el conflicto jugando a su putrefacción y al vacío informativo. La matanza dejó en claro que el cerco militar en contra de los zapatistas no había logrado evitar que éstos crecieran y se consolidaran, organizaran municipios autónomos y fortalecieran sus nexos con fuerzas solidarias en otros países. Ni siquiera los comicios federales de 1997 pudieron aislarlos. Por si ello fuera poco, el incumplimiento gubernamental de los compromisos pactados se convirtió en una presión en contra del mismo gobierno.
La nueva estrategia gubernamental busca recuperar la ofensiva haciendo que el incumplimiento de sus compromisos deje de ser un problema para convertirse en una virtud. Su lógica para solucionar el conflicto es similar a la que explica la creación del hombre y el universo en los grandes libros religiosos, con la diferencia de que, en lugar de que éstos sean la obra del Dios, aquí son el resultado de la acción del gobierno federal. Pretente ``resolver'' la insurrección ignorándola, aislando al zapatismo de las causas que ha enarbolado (presentando una iniciativa de reforma constitucional indígena de manera unilateral), prescindiendo de los actores involucrados en las negociaciones de paz (desde el EZLN hasta la Conai), destruyendo el marco legal que se había construido (de los acuerdos de San Andrés a la Ley del 11 de marzo de 1995), intensificando la presión militar sobre las comunidades, copando los medios masivos de comunicación, preparando las condiciones para descabezar por la fuerza a la dirigencia rebelde y autoproclamando su éxito por anticipado.
En el horizonte gubernamental no está la firma de un acuerdo de paz sino la derrota del EZLN. Su apuesta no consiste en abrir caminos a la negociación política sino en privilegiar la variable militar de la confrontación.
Aunque no se diga, la nueva ofensiva gubernamental parte de la misma lógica político-militar que animó la estrategia del avestruz puesta en práctica hasta Acteal: la de considerar que no se puede ceder a los zapatistas en la mesa de negociaciones lo que no ganaron con las armas. Y su destino no parece ser mucho mejor.
A pesar de la propaganda oficial que anuncia insistentemente el éxito de la ofensiva (lo mismo se decía en su momento de la política del silencio seguida por Chauyffet) existen serias evidencias de la dificultad gubernamental por aterrizarla. En el mundo de los partidos, el PRI se encuentra dividido, dentro del PAN hay dudas y el PRD se opone abiertamente a la estrategia seguida. Socialmente, el clima político se ha crispado. La campaña xenofóbica fracasó. El manejo inescrupuloso de los medios ha provocado un sentimiento de indignación y rechazo dentro de amplias capas de la intelectualidad. Salvo entre quienes siempre han pugnado por una salida militar, existe una incredulidad generalizada sobre la viabilidad del camino escogido por el gobierno. Internacionalmente el gobierno mexicano sufre un profundo descrédito.
Por lo demás, la estrategia seguida genera dudas. Si es cierto que los zapatistas son militarmente insignificantes ¿por qué se tienen en Chiapas más de 70 mil efectivos militares? ¿Se habrá olvidado que su capacidad de fuego --por más limitada que sea-- está intacta y que han transcurrido más de cuatro años de los primeros combates? Si el conflicto en Chiapas no es un punto sustantivo de la agenda política nacional ¿por qué se encuentra en el centro de las preocupaciones de la opinión pública y de los medios de comunicación? Si los zapatistas representan tan poco políticamente ¿por qué el nuevo secretario de Gobernación y su equipo hacen declaraciones casi todos los días sobre ellos? ¿Por qué genera tanta inquietud su silencio?
En la víspera de una nueva crisis económica, la ofensiva gubernamental ha polarizado al país más de lo que ya estaba. Hacer del incumplimiento de los compromisos una virtud y no un problema es la mejor vía para degradar el clima político. El gobierno federal lleva al país al precipicio.