El artista motivo de este artículo exhibe hasta el 14 del próximo junio 45 pinturas en la Galería Fernando Gamboa del Museo de Arte Moderno. Es infortunado que los tiempos de la televisión, tan útiles para promover exposiciones, sean a veces inaccesibles. Welther, nacido en 1957 en la baja Austria, tiene muchos colegas contemporáneos en la ciudad de México y en otras capitales de la República. Es interesante advertir cómo le ha afectado nuestro país, al que visitó el año pasado y al que alude en algunas piezas sin que por ello ofrezca más que lejanas convergencias con la figuración que practican sus congéneres de este lado del Atlántico.
El ``pariente'' más cercano quizá es Gustavo Monroy. Como él, la formación de Welther (en la Academia de Bellas Artes de Viena) y sus principales distinciones, que son varias, han estado en torno de la gráfica, disciplina que abandonó parcialmente desde hace varios años para centrarse en la pintura. No obstante sus trabajos pictóricos ofrecen rasgos que de allí proceden, tanto en materia de efecto como de procedimiento. Eso, más la curiosa, irreverente y abigarrada iconografía que maneja, y su especial sentido del color, determinó que se le invitara a exhibir en México, lo que fue posible gracias al ex consejero cultural austriaco Julian Friedrich y a la embajada de Austria.
Las dos obras más antiguas que presenta son de 1987 y están referidas a sucesos que presenció en la villa provinciana donde tiene su taller. Elmar Zorn, quien escribió un texto para el atípico libro-catálogo engargolado que el mismo artista ideó, dice que a las representaciones de su visión del mundo o a las partículas de realidad (las dos obras temprana conmemoran acontecimientos) Welther les sobrepone ornamentos variados ``comparables a la técnica de collage de Sigmar Polke, pero sin el ataque irónico de éste''.
Tuve oportunidad de ver una retrospectiva de Polke el año pasado, el recargamiento ornamental que sugiere empleo de brocados, diseños y reiteraciones es propio de varias de sus composiciones tanto recientes como anteriores, pero el modo como el efecto es transmitido difiere mucho en uno y otro artista. Welther no usa collage, sino más bien algo similar al frotage o al transfer y lo hace de manera similar, pero más deliberada y evidente, que la que fue propia de artistas como Max Ernst y Remedios Varo, ya que se vale de rodillos de tapicero para reiterar sus motivos que literalmente pueden tapizar los cuerpos de sus desnudos --todos femeninos-- o poblar de tortugas determinadas composiciones.
Incorpora palabras como elementos plásticos, reiterando exclamaciones, sonidos o pequeñas frases que a veces pueden parecernos crípticas, como cuando cubre una mampara completa con la siguiente frase presente en la pintura: Ich kann nicht reden sehr (``no puedo decir demasiado''), el ``decir'' se refiere al discurso en imágenes que --quitando las obras de 1987 que son distintas de las otras-- se vincula en varios casos a una tónica pop de buena calidad permeada de referentes posmodernos, sobre todo cuando toma una imagen famosa: la Venus del visón de Rubens, por ejemplo, y la convierte, según él, en una princesa maya. La diosa del amor, pero de un amor jocoso que a veces se torna irreverente, aparece aquí y allá en detalles de sus composiciones, o bien es ella el tema completo, como ocurre con un homenaje a Tiziano donde pese a la absoluta libertad de la glosa, se discierne (no obstante que el título está equivocado) la figura de una de las Venus con el organista.
Las enajenaciones alegres es el título de la muestra. Aparte de la maestría y la peculiaridad compositiva, evidente en ciertas obras: Abendessen (comida nocturna) está entre ellas, lo que se agradece al artista es conjuntar una situación paradójica en cuanto que hay cuatro elementos que confluyen: seriedad, comicidad, alegría e ironía, patentes en varias composiciones incluyendo aquellas en las que rinde homenaje a su padre, pero la que se lleva las palmas es Un amigo en mi estudio. El amigo es Cristo, casi al borde de la carcajada, tocado con su corona de espinas. No es la primera vez que vemos a Cristo sonreír (recordemos a Buñuel), pero podemos creer que el Cristo histórico rió muchísimas veces.
Alejado de los centros de promoción, Welther, a diferencia de Georg Baselitz, es poco conocido en el panorama europeo de bienales y ferias. Motivo adicional para prestarle atención: la fama de un artista hoy día no depende en forma exclusiva de su talento ni de sus posibles aportaciones, si bien Welther cuenta ya con 15 muestras, todas en Austria y con participaciones en colectivas en Berlín.