Arrancaba 1993. Jesús González Schmal quería hacer un partido que se iba a llamar Demócrata Cristiano. Y le gustaba citar al poeta Vaclav Havel: ``Tenemos que rescatar la verdad en la política''.
Por esa época comenzó a acercarse a Cuauhtémoc Cárdenas, unos dicen que gracias a los oficios de Samuel del Villar, otros que simplemente porque el hoy jefe de gobierno valora ilimitadamente su ``honradez a toda prueba''.
Diciembre de 1997. Más tardó Cárdenas en anunciar que no despacharía en la oficina de su antecesor, que Jesús González Schmal en ocupar el despacho que unos días atrás dejara Oscar Espinosa Villarreal.
La segunda en la estructura, Rosario Robles, no tuvo opción. Y dicen que ni le importaba.
El asunto es que González Schmal se quedó con la mejor oficina de todo el gobierno cardenista, con todo y sus decenas de teléfonos y un modernísimo equipo de computadoras.
En todo caso, no era la primera vez que Cuauhtémoc Cárdenas mostraba su preferencia por el hombre que militara tres décadas en el Partido Acción Nacional.
El 2 de marzo de 1997, Cárdenas votó en la contienda interna del PRD para elegir al candidato a la jefatura de gobierno del DF.
Como se acostumbra, los reporteros le preguntaron por quién había sufragado y Cárdenas respondió que por González Schmal ``porque desde el principio pensé que tenía todas las características necesarias para ser el candidato''.
Ese voto fue, quizá, una jugada de dos bandas. Cárdenas enfrentaba en esa elección interna a Porfirio Muñoz Ledo, quien en 1988 había competido con González Schmal por la senaduría del DF.
En aquel año, el candidato del PAN acusó al Frente Democrático Nacional de hacer enjuagues con el PRI para despojarlo del puesto. ``Negociaron la senaduría para regalársela a Porfirio'', dijo con amargura.
De aquel episodio queda sólo el recuerdo. ``Yo he visto juntos a Muñoz Ledo y a Jesús y su trato es respetuoso'', dice Bernardo Bátiz, compañero de mil batallas del oficial mayor.
1992. González Schmal, Bátiz, Jorge Eugenio Ortiz Gallegos, José González Torres y Pablo Emilio Madero, conocidos como los foristas, acusan a la dirección del PAN de haber abandonado los principios de los fundadores y renuncian a 210 años de militancia (la suma de sus años blanquiazules). ``Se van porque quieren'', lanzan Luis H. Alvarez y Carlos Castillo Peraza.
Más tarde, con dificultades para lograr el registro de su Partido Foro Democrático, deciden integrarse a la Alianza Democrática Nacional (ADN), que promueve la segunda candidatura presidencial de Cárdenas. Para unos, ahí comienza la relación entre el oficial mayor y el jefe de gobierno.
El diputado Bernardo Bátiz va más atrás. Habla de los tiempos en que Cárdenas gobernaba Michoacán y el PAN los municipios de Uruapan y Zamora. ``El trato que nos dio fue una prueba de que estábamos frente a un priísta diferente''.
Ya en la ADN, Bátiz y González Schmal ahondan su relación con Cárdenas a través de Samuel del Villar, quien como ellos es abogado y profundo creyente católico.
Desde 1993, González Schmal pensaba que ``la guerra de ideologías se acabó. Vivimos una época en la que los exclusivismos y los sectarismos han sido superados''.
Curiosamente eso le reprocha su ex compañero del Foro, Pablo Emilio Madero, para quien el oficial mayor perdió honradez política. ``En cuanto a principios ideológicos le falla completamente''.
Madero debe extrañar al González Schmal de la 53 Legislatura. En aquellos sus tiempos de coordinador de la fracción blanquiazul el ahora oficial mayor llegó a acusar a algunos diputados panistas de ser ``espías de la izquierda''.
Bernardo Bátiz lo defiende. ``Hace las cosas movido por sus convicciones'', dice. ``Nunca he visto que haga algo que lo beneficie a él o a su grupo, y no le interesan los cargos públicos''.
Como sea, al menos desde hace cinco años que Cárdenas consulta las cuestiones jurídicas al ex panista, quien, por ejemplo, colaboró en la defensa contra José Córdoba Montoya.
Más. A pesar de sus malas cuentas como candidato a la gubernatura de Coahuila, Cárdenas lo incluyó en el comité político de su campaña presidencial de 1994, una especie de estado mayor integrado por diez ideólogos y estrategas.
Tres años más tarde influyó para que González Schmal ocupara el primer lugar de la lista plurinominal de candidatos a la Asamblea Legislativa. Fue inútil. El aplastante triunfo del 6 de julio dejó fuera a todos los que allí se anotaron.
El 21 de septiembre pasado, cuando nadie sabía la integración del gabinete capitalino -ni siquiera Cárdenas- González Schmal apareció adelantado, al declarar que existía peculado en las finanzas del Distrito Federal.
Meses después confirmó sus previsiones a los periodistas. El 11 de febrero, denunció que existía ``peculado hormiga'' en la anterior administración, y que ``se vendieron hasta los parques''.
Luego, acusó a Manuel Aguilera de colocar equipo de espionaje en las oficinas de la Secretaría General de Gobierno y desató una polémica que estuvo a punto de sacar al PRI de las negociaciones de la reforma política. De pilón, el ex regente Aguilera lo demandó.
Pero la gota que derramó el vaso fue la denuncia de que 2 mil 500 personas no habían cobrado su sueldo quincenal, y por tanto existían sospechas fundadas de que eran aviadores.
El problema fue que la lista incluye a personas que renunciaron al gobierno desde el año pasado. En medio de la polémica, el oficial mayor se disculpó a regañadientes.
Jesús González Schmal tendrá que librar solo esta batalla porque su jefe dijo el miércoles que ``debe asumir su responsabilidad en todo lo que le corresponde''.
Para anunciar que venía el lobo (la lista de aviadores), González Schmal hizo cuatro ruedas de prensa. Ya metido en problemas, encontró el remedio: convocó a los medios a otra conferencia.