Desde la Secretaría de Hacienda, ahora se plantea casi mandar a la banca existente a descansar a la banca. Si vemos el proceso como se ha venido desarrollando, nos encontramos con una situación sumamente contradictoria.
Primero se vendió parte de las acciones de los bancos y la totalidad de casas de bolsa y otras financieras a particulares, que incluían a ex banqueros que ya habían tenido antecedentes y acusaciones de promover la fuga de divisas y otros manejos financieros poco recomendables. Luego se les vendieron los bancos. Después esos bancos no funcionaron bien y se les inyectó dinero; se les transfirió buena parte del sistema de pensiones y de las cuotas de los trabajadores con ese propósito y, con todo, varios quebraron, fueron vendidos y algunos de sus dueños están presos o prófugos de la justicia. Esos recursos en manos de los bancos fueron mantenidos, en su absoluta mayoría, al margen del desarrollo de proyectos productivos que, podría pensarse, deberían financiar.
Ahora resulta que no están preparados para prestar el servicio y debemos llamar, para que los salven, a los banqueros de otros países. De aquí se desprenden al menos dos líneas de reflexión. Primera: ¿qué va a suceder con los miles de millones de dólares del subsidio a ese, ahora ineficiente, sistema bancario? ¿Ahora sí se destinará a limpiar al país de deudas de empresas que aún no mueren y de tarjetahabientes que aún lo son? ¿Seguirá en manos de ese sistema el grueso del ahorro de los trabajadores para su pensión o jubilación?
La segunda línea de reflexión a la que nos referimos: ¿acaso la salvación está en los bancos ciento por ciento extranjeros? Un banco así, en realidad, no es novedoso para nosotros. El Citibank, con su nombre actual y con el anterior, lo ha sido desde hace muchísimo tiempo. Yo todavía no nacía, ni la gran mayoría de quienes leen este artículo, pero nos han platicado y hemos leído que cuando la expropiación petrolera, que acaba de cumplir 60 años, las empresas expropiadas organizaron un bloqueo contra México. Y el ahora Citibank no se sumó al bloqueo. Con ello permitió que los flujos financieros de nuestro país con el exterior siguieran vivos. En reconocimiento a ello, cuando la banca se mexicanizó ese banco fue exceptuado, lo mismo que cuando la nacionalización de la banca en 1982.
¿Acaso hay una diferencia tan grande entre el Citibank de México y otros bancos? Hay alguna diferencia, pero es mayor la que tiene con el mismo Citibank de su país de origen, porque el de aquí funciona con las mismas reglas que los otros bancos mexicanos. El sistema de motivaciones y desmotivaciones es el mismo. Este banco, igual que los otros, tiene exención de impuestos si destina recursos económicos a una sociedad de inversión o a comprar acciones para volverlas a vender, y tendría que pagar altísimos y variados impuestos si los destinara a abrir una fábrica. Si financiara la apertura de una fábrica por parte de tal o cual empresa, ésta tendría que estar pagando, además del impuesto predial, derechos de agua y otros, 34 por ciento de impuesto sobre la renta, 15 por ciento de IVA y en su caso otros porcentajes de impuesto al activo, impuesto sobre nóminas... más lo que se les ocurra esta semana.
Los cambios, pues, tendrían que ser de otro orden. Mientras tanto hay, y ha habido en México, aunque ahora se ha minimizado su papel, otro medio a fin de disponer de recursos para la inversión en proyectos productivos: la banca de desarrollo. Esta banca existe, con variantes y a veces con otros nombres, en casi todo el mundo. Pero aquí se le recortan recursos. Y lo que es peor: al tener que depender, para prestar dinero, de los bancos comerciales, el conservadurismo extremo de éstos bloquea un alto porcentaje de los posibles créditos. Hace años había aquí una banca de desarrollo con más libertad de acción, y cumplió un papel en el medio siglo de desarrollo sostenido que siguió a la expropiación petrolera.