La Jornada 3 de abril de 1998

Para mí fue una fortuna que en esa empresa no hubiera una ``cultura del rating''

Arturo García Hernández y María Rivera/ II y última Ť Federico Wilkins, productor de noticiarios de Televisa, refuta toda acusación de ``amarillismo''. Cuando se le refiere el punto pide ejemplos concretos e invita a corroborar que en ninguno de los noticiarios del la cadena televisiva se ve una gota de sangre.

Para demostrar que el noticiario de Guillermo Ortega no basa su incremento de audiencia en la ``nota roja'', Wilkins desglosó cinco días de transmisiones, del 23 al 27 de marzo, en las que se dieron 147 notas, de las cuales, según su análisis, 25 fueron ``de policía'' (17 por ciento). En tres de esos días, el número de notas sobre hechos delictivos es inversamente proporcional al rating, lo cual le permite asegurar que no es la ``nota roja'' el gancho para aumentar audiencia. Así, el martes 24 de marzo pasaron siete notas de corte policiaco de un total de 28 y el rating fue de 11.8 en el DF, y 11.5 nacional; el miércoles 25, hubo seis notas de 28, y el rating en el DF y nacional fue de 18.0 y 17.8, respectivamente, y el jueves 26 hubo tres notas entre 28 transmitidas, con un rating ese día de 21.6 en el DF y 19.8 nacional.

Acota: es necesario definir ``qué es lo rojo, lo amarillo, la nota de policía o la noticia sin color''. Ejemplifica con la información de la explosión de una planta de Pemex, con saldo de dos muertos. Wilkins la consideró ``roja'', pero se pregunta si en verdad lo era: ``Detrás del accidente uno se pregunta si los trabajadores respetaban las medidas de seguridad, si los bomberos respondieron a tiempo y si los deudos serán compensados. El análisis y la investigación rebasan la noticia. México es un país petrolero. La noticia es de interés nacional''.

Wilkins produjo Las voces de Chiapas, especial conducido por Ortega y transmitido el sábado pasado. Este programa es parte de una exploración de ``nuevos diseños de producción''. Se trata de provocar la emoción y el interés, ``de potenciar los programas informativos más allá de los noticiarios en sí''.

Ir más allá de la noticia

Próximamente, dice, los televidentes verán a los presentadores de noticias como ``reporteros que harán cosas interesantes''. Van a mostrar ``que las figuras de la comunicación también son reporteros. Es importante que Ortega presente una investigación, es decir, un reportaje bien producido. Vamos a potenciarnos más allá de los noticiarios. Ubicaremos a nuestros grandes periodistas en las coberturas más intensas''.

--Pero en la extralimitación, ¿no caerán en la parodia? Ahí están los gemelos Brennan, de Duro y directo, por ejemplo.

--Es un paralelo que no procede. Están tomando ese programa como un noticiario. Y es informativo, pero con formato de variedad y dramaturgia propia. Pertenece a la barra de entretenimiento. Es como Mujer, casos de la vida real, sólo que éste no es escrito por un guionista sino por reporteros que reproducen historias reales.

--¿Y la reflexión en tu fórmula televisiva?

--No subestimo la capacidad de la gente para tomarse un minuto de reflexión. El programa de Chiapas termina así.

Activar los resortes de la sensibilidad

--¿Se dan los elementos para la reflexión?

--La gente sólo atiende un noticiario si presentas el drama de un ciudadano común. Si en lugar de tomar una macronoticia, como es una declaración de Gurría, que la gente no entiende, y llevas ese anuncio a ver cómo le afecta a una señora de los ambulantes, vas a activar la reflexión; ésta sólo la lograrás si activas los resortes de su sensibilidad. El efecto de los noticiarios es que mezclamos información y llamamos a la emoción pura. Si tú metes eso en una licuadora, triunfas.

--En la guerra por los ratings, ¿qué lugar ocupa la ética periodística?

--Lo esencial es que el reportero tenga una cobertura completa. No pueden sacar algo si falta la voz contraria. Es la primera ley de ética que hay que tener.

--¿Estás satisfecho con los resultados?

--Lo que no quiero es morirme de éxito. Mis fórmulas son sencillas, porque son contemporáneas. Soy un buen televidente. No pasaría un examen de televisión hecho por un ingeniero. En este empleo recibes los ratings a las 13 horas y sabes si trabajaste bien el día anterior. Es una gran emoción. Entonces dices: ``me queda un día más en el empleo''.

--Esos niveles de rating, ¿qué poder te confieren?

--Que mis superiores confíen en mí. Trabajo con libertad absoluta. Nunca tuve la libertad con la que hago los noticiarios en estos momentos.

--¿Qué tan difícil ha sido remar contra las inercias de Televisa?

--Muy difícil. Hay dos formas de hacer eso: una es por medio de una terapia de shock, y la otra es invitar a la gente y comprarse un proyecto. Afortunadamente en Televisa no había una cultura del rating, que eso es la naturaleza de la televisión.

--Entre las figuras con las que tienes que batallar, ¿tuviste algún problema?

--Estoy viviendo el sueño de mi vida. Pueden imaginar que trabajé con Javier Alatorre y ahora conozco a Joaquín López Dóriga; trabajo con Guillermo Ortega Ruiz, superviso el noticiario de Lola Ayala, y mi oficina está entre la de Ortega y la de Ochoa. Me siento como niño en un parque de diversiones.

--Emilio Azcárraga Milmo sostenía que el rating valía madre, que la cuestión era de feelling. Si viviera, ¿qué le dirías?

--La única cosa que le reprocho a mi vida es no haberlo conocido personalmente. Era un verdadero profeta.

--Pero no tenía la cultura del rating.

--Te estás saltando una cosa muy importante: que antes no existía una competidora de Televisa, y la televisión cambia a partir de que empieza la competencia.