La Jornada viernes 3 de abril de 1998

Adolfo Gilly
Humillaciones

Es muy cansado tomar un avión de regreso a casa a las dos de la mañana después de un día entero de viajes y esperas. Pero no había de otra. La Universidad de Harvard me invitó a dos conferencias y a participar en un seminario sobre historia de América Latina.

Nunca alcancé a llegar. En la mínima aventura personal que relato a John Coastworth, uno de los mayores historiadores sobre México en Estados Unidos, tal vez haya algo más que un incidente personal. Esta es la carta que desde México le envié el 2 de abril.

Profesor John Coatsworth
David Rockefeller Center for Latin American Studies
Harvard University
Querido John:

Quiero hacer llegar a ti y al David Rockefeller Center for Latin American Studies de Harvard University mis disculpas y mi sentimiento por no haber podido estar presente para mi conferencia en Kennedy School of Government y para la Conference of the Latin American History Fellow-ship Programs.

Las razones son las siguientes.

Volé ayer, 1o. de abril, con destino a Boston vía Chicago. En Chicago fui retenido por el Servicio de Inmigración en la oficina -con bancas en fila, tipo estación de policía- donde hacen esperar a quienes tienen problemas migratorios.

Yo tengo una visa B-1/B-2 vigente hasta el año 2002. Te envío copia. Dicha visa tiene una anotación especial que, según me han explicado, se llama ``waiver''. Según también me explicó un funcionario de la embajada de Estados Unidos en México, esa anotación se aplica a personas que el Departamento de Estado considera ``una amenaza para la paz y la seguridad de Estados Unidos''.

El efecto práctico es que, cada vez que llego desde el exterior a un aeropuerto de Estados Unidos, el agente de migración mira la computadora y, según su criterio, me deja pasar o me manda a esa sala del Servicio de Inmigración para que se decida mi caso.

Esto último sucede, aproximadamente, una de cada dos veces, con una frecuencia que siento más intensa desde 1997. Viajo regularmente a Estados Unidos y en todas las ocasiones, hasta ahora, han terminado por autorizar mi ingreso. El procedimiento es rutinario y el nivel de hostilidad o desconfianza que uno recibe en cada ocasión depende mucho de la buena educación o de la rudeza del oficial de turno en ese lugar. Casi siempre, en mi experiencia, me han retenido el tiempo necesario -alrededor de una hora- para perder la conexión o para desesperar a los amigos que me están esperando. En todo caso, nada borra el sentimiento de humillación que uno experimenta al ser tratado, una y otra vez, como un presunto delincuente.

Nunca un oficial de Inmigración o de la embajada de Estados Unidos en México me ha dicho cuál es la razón precisa de ese ``waiver''. Por respeto a mi persona y sobre todo a mi derecho, no me toca a mí conjeturarlo.

Como jamás he sido condenado en juicio penal, civil, comercial o administrativo alguno, mi deducción legítima es que al Departamento de Estado no le gustan mis ideas.

A esta altura, hago notar que Estados Unidos es el último entre los grandes países del mundo (con excepción de China) donde las ideas de una persona son un criterio para juzgar si se le otorga o no una visa regular.

Iba a Harvard para dictar dos conferencias a las cuales tú pusiste tema y título. Una, en la Kennedy School of Government, se llamaba Can Mexico City Be Governed? (¿Es posible gobernar la ciudad de México?). La otra, en la Conferencia de Historia Latinoamericana, tenía como título What's Wrong with Mexican History (Qué está mal en la historia mexicana).

El Servicio de Inmigración me retuvo en Chicago y me hizo perder la conexión a Boston. Al oficial respectivo le pedí que por favor me mandaran de regreso a México, que ya no tenía interés en entrar a Estados Unidos. Con mucha cortesía, me dijo que mi entrada había sido autorizada. Con igual cortesía, le respondí que me tomaría el primer avión de regreso. Es lo que hice. Partí de Chicago a México DF a las 2:00 a.m. del día de hoy en el vuelo 817 de Mexicana.

Como sabes, soy profesor titular de la UNAM. Desde diciembre de 1997 ocupo el cargo de coordinador de Evaluación y Diagnóstico de la Jefatura de Gobierno de esta ciudad, cuyo jefe de Gobierno es el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas.

Me resultaba imposible ir a Harvard a dar una conferencia sobre el gobierno del cual formo parte, y otra sobre la historia de mi país, después de haber sido humillado una vez más por el gobierno de Estados Unidos a través de su Servicio de Inmigración.

Es la razón por la cual debo escribirte esta carta desde México y ofrecer esta disculpa a Harvar University por mi ausencia.

Un saludo afectuoso.