José Cueli
Danza quijotesca: unión de los opuestos

Una delirante fantasía de solución a los conflictos puede partir del Quijote, una de las contadas obras en que se habla de música y de danza con discreción. En el Quijote aparece la danza como la unión de los opuestos. En varios pasajes del Quijote se mencionan las danzas y los bailes de la época que enlazaban a la aristocracia con lo popular: los de cascabel y de cuentas; mixtos, se representaban al aire libre.

Alegres y melancólicas, ``la Gallarda y la Pavana'' sólo se bailaban en palacio y eran danzas aristocráticas. En cambio las seguidillas, más movidas, alegres y lascivas eran populares. Con los años, unas y otras se unieron.

Miguel de Cervantes en el ``Rufián viudo'' cantaba:

¡Oh qué desmayar de brazos!
¡Oh qué huir y juntar!
¡Oh qué buenos laberintos!
Donde hay que salir y entrar.

O esta otra, a tono con la idea de que la danza une a los opuestos expresada en cantos juguetones por seguidillas.

A la guerra me llevó
mi necesidad
Si tuviera dinero
no fuera en verdad"

Seguidillas que se acabaron bailando en los palacios por los aristócratas y eran el brincar de almas, el retozar de la risa, el desasosiego de los cuerpos, y el azogue de los sentidos, cuyo ritmo aún se vive.

Un interesante ejemplo de las danzas pantomímicas fueron las que se bailaban en las bodas de Camacho (a las que me referí la semana pasada) en las que ``Vive quien vence'', y los funerales fueron más alegres que las bodas.

Existía otra danza guiada por un venerable anciano y una anciana matrona y compuesta de bellísimas doncellas --ninguna bajaba de los 14 ni llegaba a los 18-- vestidos de palmilla verde, cabellos parte trenzados y parte sueltos, pero, todos tan rubios que con los del sol podían tener competencia; ceñidos con coronas de guirnaldas, jazmines, rosas, amaranto y madreselva compuestas, bailaban al son de una gaita zamorana y llevaban en los rostros y en los ojos la honestidad y, en los pies, la ligereza unidas.

De los repiqueteos y zapateados de los bailes de la época, dan idea los dichos de Sancho cuando recrimina a Don Quijote por haberse metido a danzarín: ``Hombre hay que se atreverá a matar a un gigante antes que hacer una cabriola; si hubiere de zapatear, yo supliera vuestra falta, que zapateó como un girifalde; pero en lo de danzar no doy una puntada''.

O cuando la dueña Rodríguez dice a Don Quijote las habilidades de su hija: canta como una calandria, danza como el pensamiento, baila como una perdida, y con especial donaire gira''.

Las jarcias parecían seguidillas
y disparataban mil y más compuestas
que solían en el alma hacer cosquillas.