Luis Linares Zapata
Ambiente enrarecido

Ya son varios los motivos por los cuales, últimamente figuras de primer nivel del PRD (CCS, AMLO) han dicho que están dispuestos a renunciar al poder del año 2000 si por conseguirlo sacrifican ideales o principios. Y si siguen por ese camino de las exclusiones tajantes, es factible que les salga a pesar de que, en efecto, renunciar a él es herirse severamente como partido político. Varios errores se les acumulan. Según su congreso, se han diferenciado del EZLN aunque algunos ardorosos pero torpes diputados de su agrupamiento suban a la principal tribuna del país a corearlo y lanzarle vivas. Caen, de esa fácil manera, en la provocación que pretendía acorralarlos en la especie de ser su brazo político. Una cantaleta que, no por irreal, está lejana a penetrar en la conciencia colectiva. Se empatarían entonces con la temida violencia y anarquía en vez de someterse al imperio de las leyes y el orden. Un camino directo a la derrota estrepitosa, similar a la del 94.

Han planteado su apego a la versión de la Cocopa como la única que recoge los derechos de los pueblos indígenas y quizá sea la mejor, pero no es, al menos hoy en día, la consensada con todas las partes. Si un secretario de Gobernación inepto (Chuayffet) le aseguró al mundo entero que saliera esa incipiente iniciativa, como fuera redactada, la iba a aceptar el gobierno y los demás, ello no puede erigirse como el gran obstáculo para seguir adelante. Está claro que la coalición gobernante tiene serios reparos para aceptar algunos artículos tal como fueron acordados en Larráizar. Y los tiene a pesar de que ya un gobernador priísta, acusado de ferviente salinismo y línea dura (Diódoro), ha hecho pasar por su Congreso local una ley muy similar si no es que idéntica a la redacción de la Cocopa. Pero de ahí a no entrar a la negociación en el Congreso es ser derrotado por ausencia. Poco es lo que se gana de una vez y para siempre. Los acercamientos sucesivos son, por lo general, la regla y, para eso precisamente se busca el poder y a las mayorías. Si se alejan de sus deberes legislativos se dejará abierta la puerta para el diseño de una versión intermedia entre las que ya se hallan bajo dictamen en el Senado. La legalidad de su aprobación llevará consigo algo de legitimidad que será usada de múltiples formas, ninguna de ellas por completo despreciables a los ojos de los mexicanos. Retirándose de la discusión estiran la tenue línea de resistencia que distingue entre pelear por las reivindicaciones de los pueblos indígenas respecto de un apoyo entusiasta e ideologizado a cualquier desplante que adopte el EZLN. Se caería así en un peligroso y dañino estancamiento que, según pasa el tiempo, empeora las ya de por sí grotescas condiciones de ciertos lugares de Chiapas y enrarece, aún más, el ámbito público nacional.

La coalición que gobierna va cerrando filas alrededor de una salida de fuerza, es cierto. A ella se les sumarían varios gobiernos del mundo, incluido el de Estados Unidos, que es el importante. Con ellos haría frente común ese círculo estrecho de poder económico que mueve enormes recursos mundiales. Claro que tal sendero tendría consecuencias funestas para la salud de la nación, pero eso no impedirá que, de ser preciso y para defender sus intereses, se tome una decisión al respecto. Por tanto, lo cuerdo es optar por lo factible y no por una elusiva razón inapelable e histórica. Máxime cuando se es, como pueblo, la parte débil de la ecuación de fuerzas. Trazarse rutas alternas, pero de gran aliento negociador, evitará someter todo a la lógica de un grupo armado como el EZLN y la de sus aliados laterales para ir asegurando las ganancias que se buscan en cuanto a las reivindicaciones humanas y la erradicación de la pobreza. Tal estrategia tendría, además, una recompensa electoral que no es nada despreciable, ilegítima o adicional. Por el contrario, caería en la órbita de lo indispensable para alcanzar una mejor justicia para todos aquellos que la reclamen, incluidos los indígenas. Por último, el PRD debiera concentrarse en gobernar la ciudad de México que es su principal haber político. Hasta ahora los capitalinos carecen de leyes para la participa- ción ciudadana y para elegir autoridades y representantes. Tampoco se tienen horizontes coordinados y programas explícitos. Pero eso sí, un oficial mayor alocado e ineficiente, lanza al vuelo nombres y acusaciones que los desprestigian. Conciten a los ciudadanos con programas, ideas y acciones claras, no con más quejas y denuncias de espías. Esas ya habría que dejarlas en el archivo del pasado.