La Jornada 31 de marzo de 1998

Menos tanques y bombas y más apoyo a la cultura, insta la Unesco

Adriana Malvido, enviada, Estocolmo, 30 de marzo Ť Desde esta ciudad denominada capital cultural de Europa, los ministros de Cultura de todo el mundo, más de 900 organizaciones no gubernamentales (ONG) y agrupaciones civiles y artísticas, así como representantes de medios de comunicación, ven el siglo que termina y lanzan un llamado de alerta frente a la globalización, la pérdida de las identidades, la exclusión que conlleva a la violencia, la desaparición de las lenguas, el imperio de las finanzas y la banalización de los valores, la propuesta de que sea la cultura y no la economía el eje central del desarrollo y que la diversidad cultural sea reconocida como fuente de riqueza humana, expresión de la democracia y factor de paz. Ni las cumbres de Río de Janeiro sobre el medio ambiente, de Beijing sobre la mujer, de El Cairo sobre Población o de Copenhague sobre educación, han cumplido sus promesas.

Que sea la Conferencia Intergubernamental de Políticas Culturales para el Desarrollo ``El Poder de la Cultura'' el punto de partida para que las palabras devengan realidad, acciones concretas, leyes y mayores presupuestos para la cultura, dijo Federico Mayor Zaragoza, director general de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) al inaugurar aquí esta reunión convocada por ese organismo que aglutina a más de 2 mil personas que representan a 140 países.

Canalizar de 0.5 a 1 por ciento del PIB

En todas las reuniones se dicen hermosas palabras, ``y cuando el bosque se incendia en el Amazonas, ¿dónde están los amigos y las alianzas, dónde los aviones para proteger el medio ambiente? Se invierten millones de dólares para enfrentar enemigos hipotéticos en las fronteras, ¿cuántos para proteger nuestra diversidad cultural, nuestra biodiversidad genética y nuestra ética?''. Mayor Zaragoza propone ``menos para tanques y bombas y más para la cultura''.

Estocolmo, aseguró Mayor, será la excepción, hará honor a las palabras cuando los parlamentos de cada país tomen las conclusiones y recomendaciones y las incluyan en sus propias leyes y presupuestos nacionales.

Será, aseguró, ``la vuelta de tuerca'' que ponga a la cultura en el centro del corazón del desarrollo. Uno de los objetivos es lograr que en la próxima década todos los países ``dediquen entre el 0.5 y el 1 por ciento de su PIB al desarrollo cultural''.

Desde hoy y hasta el 2 de abril, los ministros reunidos discutirán el plan de acción que propone la UNESCO y que hoy empezó a debatirse. Las recomendaciones ahí contenidas están inspiradas en el informe Nuestra diversidad creativa, elaborado por la Comisión Mundial de Cultura y Desarrollo, encabezada por Javier Pérez de Cuéllar, que trabajó de manera independiente junto a un equipo multidisciplinario con destacados personajes de la ciencia y la cultura de todo el mundo.

No se trata, dijo el ex secretario general de la ONU, sólo de transformar los presupuestos ``sino de cambiar mentalidades. Un desarrollo sin cultura es un desarrollo sin alma''. A tono con el reporte y como señal de que el mundo ya cambió, se abrió la participación a cientos de ONG para que su voz sea tomada en cuenta en las resoluciones definitivas.

El peso de la cultura en la vida cotidiana, sobre todo a través de los medios de comunicación y las nuevas tecnologías digitales tiene lugar hoy, se advirtió, en un proceso de comunicación desigual que acarrea la uniformidad cultural y puede empobrecer la diversidad creativa.

En palabras de Mayor, ``cada ser humano es único en cada instante. Este carácter único es nuestra esperanza, la característica más importante de la especie humana. Y cada uno está rodeado por el otro que al mismo tiempo soy yo, porque formamos parte de la diversidad de un todo. La diversidad es una realidad que debemos aceptar, a veces da miedo, incomoda, pero hay que demostrar sus ventajas y transformarlas en un proyecto colectivo de desarrollo para aprender a vivir juntos. No es por medio de fortalezas como se sostiene la identidad cultural sino por medio de la interacción y la apertura''.

Vivimos, agregó, un mundo en mutación, donde los grupos se movilizan cada vez más y la acelerada evolución cultural deviene revolución tecnológica. Es natural el repliegue a lo conocido, ``pero no permitamos que el miedo nos lleve a la uniformidad''. Para Mayor, la ``cibercultura'' forma parte de la mundialización y puede agudizar el desequilibrio entre pobres y ricos, entre quienes tienen acceso y quienes no. Por eso las nuevas tecnologías ``exigen de nosotros vigilancia e imaginación. El deber ético se extiende al campo cultural''.

El fax, el correo electrónico y los nuevos medios son recursos culturales donde cotidianamente se expresa la diversidad cultural, el poder de la cultura.

``Por eso necesitamos más educación cultural, más acceso, más participación del sector cultural. No puede haber democracia sin participación ni participación sin el libre flujo de las ideas.''

La uniformidad global incapacita, la diversidad cultural moviliza, da posibilidad de incidir en la vida de millones de seres humanos. Al decir esto, Mayor invitó a los ministros de Cultura aquí presentes a no ser demasiado cautelosos, porque ``si lo somos no inventaremos un nuevo futuro''. Se requiere, advirtió ``una voluntad política expresada en mayores presupuestos a la cultura''.

Son los niños y los jóvenes quienes tienen el mundo en sus manos, la esencia de la creatividad, son ellos quienes llevarán a la humanidad hacia una nueva era, por eso ``no podemos comprometer el porvenir que parece ser nuestra única herencia intacta. Imaginemos un mundo de oportunidades ilimitadas, no es sólo una quimera, existe: es el futuro''.

Por una educación multilingüe

La globalización, donde nos convertimos en vecinos próximos, ofrece posibilidades al intercambio cultural, pero también riesgos, como la homogenización. Mayor advirtió que hay 90 lenguas en el mundo en peligro de desaparecer, y éstas, dijo, son el alma de la cultura, por lo que una de las propuestas definitivas de UNESCO será la de una educación multilingüe.

Marita Ulvskogs, ministra de Cultura de Suecia, resumió la finalidad del encuentro: ``Se trata de poner a la cultura y las políticas culturales en el corazón del desarrollo y movilizar la voluntad política y los recursos económicos a los sectores culturales. No daremos real poder a la cultura si no conseguimos la fuerza política y la posibilidad económica para luchar por una política de la dignidad humana, la democracia y la libertad de expresión. Queremos `culturalismo' en lugar de `economicismo'''.

Agregó que teatro, danza, literatura, música, artes visuales y toda forma de expresión creativa, ``son la fuerza a la que debemos enfocarnos. Para ser un ciudadano con fuerza, un ser humano democrático, la persona necesita más que buena educación. Necesita cultura, autoestima, iniciativa, recursos sociales y la habilidad para comunicarse más allá de sus fronteras. La cultura nos da conocimiento, alegría, pero también inspiración y valor para actuar en otros contextos sociales. Por eso debemos buscar un desarrollo humano sostentable y a largo plazo''.

Ulvskogs advirtió, sin embargo, sobre el peligro de adoptar un punto de vista demasiado instrumental de la cultura y del riesgo de remplazar sus virtudes cualitativas por meros objetivos financieros. Hizo referencia a las negociaciones en torno al Acuerdo Multilateral de Inversiones que promueve la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, en donde sólo los países ricos participan y que pretende tratar a la cultura como otro bien del mercado.

Como Suecia, los ministros de Cultura de Francia e Italia, se manifestaron aquí por la "excepción" para la cultura y los medios en los tratados de comercio e inversiones multinacionales.

Uno de los discursos más críticos de hoy fue el del holandés Jan Pronk, ministro de Desarrollo y Comunicación. En el umbral del tercer milenio describió los principales cambios provocados por el siglo XX: el paso de las culturas tradicionales hacia la fascinación por el futuro; la adaptación humana a la naturaleza remplazada por el dominio tecnológico y la seguridad dentro de la comunidad sustituida por relaciones anónimas dentro del mercado, que ofrece seguridad a sólo unos cuantos.

"La globalización va de la mano de una cultura global y uniforme que cobra fuerza mientras los centros del poder económico multinacional ganan el control de los canales por los que fluye la cultura. Está surgiendo una cultura basada en productos universales, modas y gustos compartidos a nivel global y manipulados por intereses comerciales".

Pronk planteó que el fin de la batalla entre comunismo y capitalismo dejó sitio a una nueva disputa: el conflicto entre la diversidad cultural en sociedades abiertas, por un lado, y la autocontención de sociedades cerradas, caracterizadas por sabidurías estáticas, por el otro. Ahí radica, dijo, un nuevo conflicto ideológico en la joven cultura global: culturas locales que al ver romperse su tejido social se vuelcan hacia dentro tratando de conservar su identidad y buscando refugio en viejas tradiciones. Eso, dijo, se llama miedo y lo que sigue es el odio. Presenciamos, agregó, el surgimiento de conflictos relacionados con las identidades donde la acumulación de los antagonismos étnicos y políticos derivan en violencia.

La gobalización no es un proceso metafísico, tiene lugar dentro del poder económico y las fuerzas tecnológicas. No puede detenerse, "pero podemos guiarla y amortiguar sus efectos negativos. Las condiciones del mercado excluyen a aquellos que no caben en su esquema, por eso debemos garantizar el lugar a la diversidad, donde las diferentes identidades culturales convivan y se respeten". Para ello "se requiere una ética global compartida, pero también libertad de expresión en todas las naciones. Eso es democracia, y ésta requiere espacio para la disidencia; una sociedad donde los defensores de los derechos humanos se sientan protegidos y escuchados, una sociedad abierta en donde aquellos que exponen verdades incómodas no sean tomados como traidores sino como profetas". La democracia, concluyó, ''no es un sistema sino una cultura, y sin ella no hay desarrollo".

Catherine Trautmann, ministra de Cultura y Comunicación de Francia, aseguró que la relación simbiótica entre cultura y desarrollo será el tema central del próximo decenio. El desarrollo, dijo, debe reorientarse a las personas y la democracia cultural, aunque parezca un término gastado, debe ser una prioridad.

"Una sociedad donde las referencias desaparecen por el desempleo y la exclusión, busca el vínculo social y plantea la necesidad de acceso a la cultura". Es en las escuelas, dijo, donde deben disolverse las diferencias y las injusticias, y en la educación donde se fomente la sensibilidad artística para formar ciudadanos y no consumidores pasivos en la sociedad de la información.

Propuso a la cultura como un factor clave en la reconstrucción del vínculo social y contra la exclusión y la marginación sociales, así como la diversificación de la oferta cultural como prioridad, la lucha contra las concentraciones de los productos culturales y la respuesta de los gobiernos para que el desarrollo cultural llegue todos. Defendió los derechos de las minorías culturales y advirtió el peligro del aislamiento; pero también el riesgo de confundir la defensa de la diversidad con la defensa de tradiciones que violan los derechos humanos, como la esclavitud o la exclusión de la mujer.

"Hemos luchado contra el tráfico ilícito de piezas de arte, ahora debemos luchar contra la banalización de la cultura y los efectos perversos de la mundialización y el comercio", propuso Trautmann.