Por más de tres siglos, los economistas intentaron medir la riqueza de las naciones dentro de tres clases: recursos naturales, poblacionales y de capital, los que ratificaban a los países en la escala de riqueza. Aunado a los recursos naturales, el potencial de la población a explotarlos, transportarlos y comercializarlos dentro de las propias fronteras y al exterior, perpetuaba que la riqueza no sólo fuera aprovechada, sino transformada en capital. De de esa forma circular, las naciones conservaban su poder y aseguraban su papel hegemónico en el control de las finanzas mundiales.
En tiempos modernos, el bajo costo para transportar recursos naturales, la multiplicidad de medios de transporte y la capacidad de las corporaciones multinacionales para producir bienes manufacturados en cualquier parte del globo han reducido el impacto de la riqueza natural de la naciones como factor determinante en el éxito económico. El incremento de los procesos automatizados, la globalización en la producción de bienes y la capacidad de las compañías para utilizar fuerza de trabajo en casi cualquier parte del mundo, a bajo o muy bajo costo, han resultado en que el tamaño de la población tampoco sea factor para el triunfo en el desarrollo de los países. El capital, de la misma manera, con la crisis del peso mexicano en 1994, mostró su volatilidad en las economías mundiales: billones de dólares volaron electrónicamente fuera de nuestro país hacia mejores nidos financieros.
El recambio en las antiguas estructuras mundiales de explotación, producción, exportación y conservación del poder para mantener la riqueza ha cambiando de fisonomía. Ahora como iconos de la posmodernidad, las variables que rigen la riqueza de los países son las del conocimiento y la información: el poder y el acceso a éstas, la capacidad de los pueblos para educarse y la facultad de la sociedad civil de poder usarla de la manera más libre y adecuada para su propio beneficio, marcarán el engrandecimiento de las sociedades. El conocimiento conforma la base de la propiedad intelectual. El patrimonio y la riqueza de los países se transforman en la cantidad de ciudadanos, que como materia crítica, enriquezcan los sistemas de producción y enseñanza de nueva ciencia con la aplicación de nueva tecnología que es su consecuencia.
Así pues, la salud es primordial como indicador del bienestar de la naciones. No se puede hablar de países desarrollados cuando la salud de sus integrantes no es completa u óptima. Para ser preciso, es lamentable, que en países como México la oportunidad de acceso a la atención prenatal no sea igual para todas las mujeres. Información general de la República Mexicana, perteneciente a la encuesta Nacional de Fecundidad y Salud de 1993, demuestra que la atención prenatal por personal calificado está claramente relacionada con el nivel socioeconómico de la mujeres. De tal forma, encontramos indicadores en salud que nos enseñan que las mujeres mejor educadas son las que poseen mejores niveles de vida: grados menores de fecundidad, embarazos planeados y concebidos a los 28 años como promedio, índices más bajos de embarazos en adolescentes y no deseados, menor tasa de muertes maternas: Nuevo León, 1.8 por 10 mil recién nacidos vivos, comparado con Oaxaca, 26.8, etcétera. El conocimiento es poder, y es por eso que en áreas como salud reproductiva no hay más poderoso indicador que una mujer educada.
Se ha hablado sobre la repatriación de científicos. También se ha escrito sobre las vicisitudes que éstos enfrentan al regreso a nuestro país. Huelga decir que el esfuerzo, que el Conacyt realiza, aunque loable, es insuficiente, que las dificultades presupuestales y administrativas se acrecientan, pero el programa se mueve y los números de repatriados continúan. Las esferas gubernamentales se dieron cuenta, con la implantación de esos programas, que los mexicanos especializados capaces de comprender y aplicar la nueva información en la ciencia y el conocimiento de tecnología que de ésta se genera, son la materia prima necesaria para el sano funcionamiento del país.
Es necesario hacer ahora otra pregunta. ¿Los médicos mexicanos que se entrenan en el extranjero, al terminar su estancia académica desean regresar a su país? (Las estadísticas corresponden sólo a Estados Unidos). Según censos recientes de la Asociación Americana de Colegios Médicos (Washington, DC, 1994), de los 106 mil residentes de especialidades, 22 mil 706 correspondían a graduados en el extranjero (23.3 por ciento); esas cifras reflejaban un incremento de 80 por ciento desde 1988. Según la Medical Migration and the Physician Workforce (Fuerza de Trabajo de Doctores y Migración Médica, JAMA 1995, pp.1521-1527), 70-75 por ciento de esos médicos graduados en el extranjero se quedará de manera permanente a conformar parte de la economía de trabajo de Estados Unidos.
Asimismo, 84 por ciento de los graduados foráneos ya están activos en la economía relacionada con la salud. Si bien al mencionar a dichos graduados residentes en Estados Unidos -aún no he mencionado las cifras que corresponden a México-, al consultar la edición que publica Graduados Médicos en el Extranjero (Medical Foreign Graduates ISBN: 0-89970-209-0, pp. 134-135); compendio estadístico de los médicos migrantes que trabajan en el vecino país, se pueden encontrar los siguientes números: México es el tercer lugar entre los países en exportar médicos, sólo detrás de India y Filipinas, además de ser el primer lugar en el mundo cuando se trata de exportar médicos jóvenes, menores de 35 años, con un 31.5 por ciento, seguido de cerca por la India con 30. También somos el primer lugar en exportar médicos estadunidenses, recién egresados de facultades nacionales de medicina, que van de regreso a su país para realizar especialidades médicas bien remuneradas, después de efectuar aquí una carrera a muy bajo costo.
Al análisis encontraremos: 7 de cada 10 médicos mexicanos que se entrenan en Estados Unidos se quedarán permanentemente en el país vecino. De manera regular, los graduados nacionales que acreditan los requisitos para becas de apoyo en estancias en el extranjero suelen ser los mejores en su clase en cada generación. Sobra decir que el esfuerzo que México realiza como nación al entrenar a sus mejores jóvenes, donde los estándares de ciencia y tecnología son mayores que los propios, es inútil si los depositarios de esta encomienda no regresan a acrecentar el conocimiento donde se necesita urgentemente. El esfuerzo para repatriar a los jóvenes médicos que se van ya no radica sólo en los programas de apoyo a los científicos por parte del gobierno, ahora es el momento de que éstos decidan volver; la crisis económica para nuestra generación ha sido eterna y no hay visos de mejoría, de tal forma que la última palabra es de ellos. Será cuestión de nacionalismo.