La presentación de diversas iniciativas sobre derechos y cultura indígenas tiene un mérito: terminó con un impasse improductivo y riesgoso, e hizo pasar las claves del conflicto chiapaneco a otros estadios. No está claro, sin embargo, cómo se conjuga la necesidad de legislar con la consecución de la paz; no está claro cómo se destrabaría el conflicto si existe una nueva legislación. Pero por lo pronto ha reactivado una discusión que puede ser útil.
Ciertamente discutir las particularidades de la ley, es un debate que llega con mucho retraso; si cuando se produjeron las primeras observaciones del Ejecutivo al proyecto de ley de la Cocopa se hubieran abordado las consecuencias constitucionales de tal o cual redacción, hubiéramos tenido un debate más productivo y pertinente. En lugar de ello, autoridades y guerrilla optaron por el impasse. Las consecuencias ya las padecimos todos. En esta nueva vuelta de debate, la calma debe ser la mejor aliada.
En ese sentido, el pronunciamiento del Grupo Galileo en el Senado para postergar el proceso legislativo y contar con tiempo para ampliar consensos, es sin duda una buena noticia. Para hacer que el nuevo clima político que se construyó a partir de la presentación de iniciativas se traduzca en algo verdaderamente productivo, hace falta construir, con calma, nuevos acuerdos; repensar una ruta de distensión; intentar desahogar la conflictividad local; en fin, dar un nuevo marco de certidumbre y confianza entre las partes para que entonces sí sea posible dar un paso legislativo de importancia. Confiar en la mera aprobación de reformas constitucionales como el instrumento para la concordia, es una apuesta muy arriesgada.
Por otro lado, si bien el tiempo es un recurso muy valioso para aspirar a soluciones que de veras lo sean, no se puede perder de vista que tampoco se puede manejar éste como un recurso inagotable; es necesario que aparezca un horizonte de solución al conflicto; eternizar la negociación como propósito, lo único que produce es que las suspicacias se acendren.
Por supuesto que un elemento central que hace falta es que el Ejército Zapatista de Liberación Nacional rompa el silencio y se pronuncie en torno a las nuevas circunstancias políticas.
Mientras la reacción siga siendo la negativa a cualquier tipo de encuentro (ya no digamos con el Ejecutivo, sino aun con la Comisión de Concordia y Pacificación o con personajes como Menchú), lo único que se está haciendo es alentar a quienes tienen las visiones más duras de solución del conflicto.
Tienen que aparecer nuevos mecanismos de intermediación, es necesario que la conflictiva local sea valorada en todos sus ángulos.
Para ello ni la pretensión de que la ruta legislativa es la llave de la concordia, ni el todo o nada, hoy arropado de silencio, contribuyen a alumbrar las nuevas pistas para aterrizar la paz.
Ojalá que el nuevo tiempo, aparentemente conquistado por el Grupo Galileo, sea el espacio para superar enconos, reconquistar confianza e imaginar soluciones.