Masiosare, domingo 29 de marzo de 1998
Todo congreso auténtico tiene su propia alma.
Hay que saber encontrarla, porque si es de verdad no está cocinada de antemano. El cuarto Congreso Nacional del PRD fue una auténtica asamblea. Su alma peculiar afloró en sus debates y se expresó, como casi siempre suele suceder, no en los temas previstos desde meses antes sino en aquellos donde, inesperadamente para todos, la vida irrumpe y la suerte se decide.
Los documentos básicos para el congreso fueron redactados antes de diciembre de 1997; en otras palabras, antes de Acteal. El congreso se reunió ya desencadenada la ofensiva del gobierno federal contra los acuerdos de San Andrés y contra una paz negociada en Chiapas. Las ilusiones sobre una transición a la democracia cuyo escenario privilegiado sería el Congreso de la Unión estaban desgarradas por la masacre de Acteal y por la iniciativa de ley de Ernesto Zedillo secundada por el PAN.
Bajo la misma luz desnuda habían quedado las también recurrentes ilusiones de una alianza del PRD con el PAN sobre cualquier cuestión que no fuera puramente de forma y de procedimiento.
Tal como la concebían los dirigentes nacionales del PRD que habían ido tejiendo la alianza para la candidatura de Ignacio Morales Lechuga en Veracruz, ésta era una pieza adicional importante dentro de esa estrategia de ilusiones. Así fue arrastrada, ella misma, a convertirse en una ilusión más.
El congreso de Oaxtepec fue una irrupción rotunda de la realidad en ese tejido de posiciones ilusorias.
El congreso había sido convocado para discutir y aprobar cuatro nuevos documentos básicos del partido: declaración de principios, programa, estrategia y estatutos.
Pero el significado del congreso mismo no estaba destinado a revelarse en los documentos programáticos, sino en tres temas que no estaban previstos de antemano: izquierda, Chiapas y Veracruz.
Izquierda
La primera discusión fue sobre la definición del PRD como un partido de izquierda. A pesar del debate que ha suscitado, en mi opinión esa declaración no dice nada, y esto por una razón elemental: antes de usar de esta manera un término, hay que definirlo. En la declaración de principios se define qué se entiende por democracia. Ni allí, ni en ningún otro documento, se define en cambio qué se entiende por zquierda.
En el ambiente de un congreso cuya composición era notablemente popular, todo mundo recibió con entusiasmo la propuesta inicial de Porfirio Muñoz Ledo de que el PRD se declarara un partido de izquierda. Nadie habló en contra: para qué, si esa declaración a nadie ofende. Y así quedó, con una mínima salvedad: a la hora de la votación, un solo voto solitario, a cuanto mis ojos vieron, se alzó contra esa definición del PRD, y ni siquiera fue contado por andar tan solo. Era el mío que, como diría el clásico, soy amigo de la izquierda pero más amigo soy de la claridad.
Chiapas
Tampoco aquí hubo divergencias. La política actual del gobierno federal y el peligro de guerra que esa política entraña unificaron a todos los delegados. La resolución sobre Chiapas mantuvo las posiciones coherentes defendidas por la dirección nacional del PRD desde Acteal en adelante, condenó la iniciativa de Zedillo, sostuvo la función mediadora de la Cocopa y la Conai y exigió, una vez más, el respeto del Ejecutivo federal a su palabra y a su firma y el cumplimiento de los acuerdos pactados en San Andrés.
Veracruz
Mucha confusión se ha vertido sobre el tema Veracruz, porque en forma confusa fue conducido desde antes del congreso y del mismo modo irrumpió en el congreso. Por fortuna, Andrés Manuel López Obrador, desde su discurso inicial, se empeñó en crear las condiciones para debatir y decidir en la claridad y la cordura el áspero debate y con serena conducción pudo lograrlo sin gritos y sin desplantes.
Algunos dirigentes del PRD sostienen que nunca debió discutirse allí y que sólo a los veracruzanos tocaba decidir quién sería su candidato a gobernador. Mejor llamar a las cosas por su nombre: esos dirigentes son los mismos que coinciden en la conveniencia de que Ignacio Morales Lechuga fuera el candidato del PRD en la elección para gobernador de Veracruz. Al proponer que el congreso no se pronunciara estaban proponiendo, en las condiciones dadas, que su candidato fuera el designado. Mejor hubiera sido plantearlo claramente de este modo y no bajo la forma de una defensa del federalismo partidario.
Resulta por eso significativo que el congreso, provinciano y federalista en su composición (``Ahora sí la provincia al CEN'', decía un gafete que la mayoría de los delegados lucía), vivamente independiente de la dirección nacional a la cual enfrentó a gritos en varios momentos, votara por abrumadora mayoría que la cuestión de Veracruz se resolviera allí, en el congreso mismo. Es que a esa altura ya tenían claro lo que estaba en juego.
Pues lo que se jugaba no era una candidatura, sino el carácter y el proyecto mismo del PRD en medio de la más profunda crisis de régimen que este país haya vivido desde los tiempos de la revolución mexicana. Error, imprevisión o desconocimiento del PRD real fue lo que hizo, a mi juicio, que Morales Lechuga permitiera que su candidatura quedara atrapada como punto de definición de ese dilema partidario. Nadie se lo advirtió, es verdad. Pero un político avezado tenía que haberlo advertido por sí mismo.
Proyectos
¿Cuáles son los dos proyectos en cuestión?
Uno de ellos concibe al PRD como un partido que se constituye, a través de su política de alianzas electorales en todas direcciones, como una pieza dentro de la disputa en el interior del PRI para favorecer así la transición a la democracia. El error de esta concepción es que terminaría convirtiendo al PRD en un instrumento de la lucha feroz entre las diferentes fracciones del PRI en crisis y así lo subordinaría a la lógica y a los intereses de esa misma crisis.
No estoy diciendo que esta posición sea ilegítima, oportunista o cosa parecida. Estoy diciendo que, por considerarla equivocada, no la comparto.
El otro proyecto concibe al PRD como un partido que se constituye como una alternativa a la crisis del régimen y de su partido, el PRI, y se propone atraer para un proyecto de república y de nación a las fuerzas democráticas y nacionalistas que rompen en la política y en los hechos con el PRI y sus jefes, Salinas y Zedillo. Su política de alianzas no está construida sobre la perspectiva de la simple suma de votos, aunque por supuesto trata de conquistarlos, sino sobre la convergencia en un proyecto común construido en los hechos y en las definiciones.
En otras palabras, dar una salida democrática a la crisis del régimen no consiste en aliarse a quien ofrece ganar cada elección -Fox por ejemplo-, sino en entretejer trayectorias y definiciones en los hechos y en las confrontaciones de fondo de la crisis. Hay que construir ese entramado de propuestas y de personas en la sociedad, en las luchas, en las elecciones, en las grandes decisiones por venir y por tomar, con las enormes fuerzas que desde todas partes la crisis deja en libertad. Es en la vida mexicana real donde hay que reagruparlas para abrir en la paz una salida democrática.
La decisión
Cuando se abrió el debate sobre si el congreso debía discutir la controvertida candidatura (tres oradores en favor y tres en contra), y después sobre la candidatura misma (otra vez, tres en favor y tres en contra), nada estaba todavía decidido. Era esto perceptible en el ánimo de los delegados, en sus movimientos, en sus exclamaciones, en el humor variable y alerta de esa plenaria.
La decisión se fue formando a medida que los delegados escuchaban con enorme atención a cada uno de los oradores. Quienes optamos por hablar en la tribuna percibimos inequívocamente que eran los argumentos los que iban a volcar la decisión de un lado u otro, y no el peso o el dedazo de autoridad ninguna.
Aquí hubo un momento decisivo, que tal vez sólo uno de los muchos cronistas del congreso registró. En los dos debates, los dirigentes nacionales del PRD partidarios de la alianza con Morales Lechuga dejaron solos a los veracruzanos de su misma opinión. Ninguno habló. El congreso vio la ausencia o el silencio de esos dirigentes. Allí habían perdido la mitad de la batalla.
Por el contrario, varios de los dirigentes nacionales que, por motivos diversos entre sí, se oponían a esa alianza, intervinieron en la discusión y dijeron al congreso sus argumentos y sus razones, junto a los delegados de Veracruz también opuestos.
Vi con mis ojos y sentí en mi piel, desde la sala primero, desde la tribuna después, cómo el congreso escuchaba, pensaba, valoraba, iba cambiando y se volcaba por fin en un aplauso cálido como aquellos que salen de la razón y la reflexión, antes que de la exaltación o el entusiasmo.
A la hora de decidir hubo 427 votos contra la candidatura, 23 en favor, y 182 abstenciones. Repito aquí, porque no tengo otros mejores, los argumentos con que cerré mi intervención en el debate:
``El mayor patrimonio del PRD, duramente conquistado, es su credibilidad, el PRD no puede jugarse ese patrimonio en una propuesta electoral cuyo trasfondo para nadie está claro.
``El carácter y el destino del PRD no se prueban en las declaraciones de principios, en los documentos programáticos o en los encendidos discursos que ahora lo proclaman un partido de izquierda. Todo eso son papeles y palabras. Se definen en los hechos, en la conducta y en las luchas''.
De ese modo se definió el congreso y en el hacerlo reveló su alma imprevista y verdadera.
Tiene que haber
congruencia
``Después de haber sido su contendiente por la presidencia del partido, hice un esfuerzo, y también el compañero Andrés Manuel López Obrador, para establecer una relación política de absoluta confianza. Espero que podamos recomponerla'', afirma García.
-¿Podrán?
-No es fácil. Porque parece que las críticas se hicieron a todos nosotros, no sólo al presidente del partido. López Obrador tiene que restaurar la relación y la confianza.
Responsable del contacto institucional con Ignacio Morales Lechuga (IML), el polémico y fallido aspirante a la candidatura del PRD en Veracruz, la senadora García plantea que su actuación se apegó siempre a la meta de fortalecer al PRD y no a una expresión o un grupo. Por eso, argumenta, ``siento que la decisión final se dio sin que hubiera habido una argumentación, por lo menos, del presidente de mi partido hacia mí como secretaria de Relaciones Políticas y Alianzas''.
-Su evaluación del congreso.
-Fue casi un congreso fundacional: analizamos declaración de principios, estrategia, programa. Por eso discutir el caso de una persona me parecía que le iba a quitar todo el peso.
-¿Y así fue?
-Cuando la mayoría de los delegados votaron que se decidiera ahí, me abstuve porque no estaba de acuerdo en votar algo que debía ser decisión de los veracruzanos.
-¿Oaxtepec fue una plataforma para el 2000 o una tragedia jarocha?
-Hubo avances importantes en el análisis de los documentos básicos y tienen que resaltarse. Haber definido al partido como de izquierda es algo que me gusta mucho.
Para la senadora García, el PRD debe tener claro que ``el PRI y el PAN nos ven como el partido que puede convertirse en la alternativa de gobierno en el 2000'' y que ambos están haciendo un ``intento de aislamiento'', tratando de crear la imagen de un PRD vinculado a la vía armada y ``diciendo que no sabemos gobernar''.
García sostiene que esta campaña ``va a continuar y nuestra obligación es hacer un trabajo muy inteligente que impida que nos aislemos, y para eso el PRD necesita mantener una relación muy abierta con la sociedad, en la que hemos puesto el acento con los candidatos externos que, contra lo que se diga, no son ex priístas en su mayoría sino ciudadanos sin militancia partidaria''.
La posibilidad de que IML fuera candidato, reconoce García, se dejó correr mucho tiempo: ``Tal vez ese fue el error''.
Sostiene: ``Debimos haber hecho una discusión pronto, junto con los veracruzanos, no haber creado expectativas. Pero eso se dejó correr sin una definición, ni de la dirección nacional ni de la estatal, en un sentido o en otro. Es decir, no había nada en contra, tampoco de parte del licenciado López Obrador ni de ningún otro miembro de la dirección nacional''.
Incluso, relata, IML le informó de entrevistas ``cordiales'' que tuvo con Porfirio Muñoz Ledo y Cuauhtémoc Cárdenas, así como con dirigentes nacionales y estatales del PRD. ``Nadie le decía que sí, pero tampoco nadie le decía que no''.
García señala que deben crearse mecanismos que no desgasten al PRD ni a sus posibles candidatos: ``Si no hay una decisión favorable, ésta se tiene que tomar pronto''.
-¿Aceptar a todos?
-No, necesitamos mantener el derecho de admisión, pero también tomar en cuenta cómo se está desmoronando el núcleo duro del poder político. Debe haber y, de hecho, ha habido reglas. De lo que se trata es de evitar el aislamiento reconociendo estas rupturas, que hay una sociedad que quiere hacer política y que debemos sumar y sumar.
-¿Por qué no subieron a la tribuna dirigentes nacionales en favor de Morales Lechuga?
-Yo hice uso de la tribuna en la mesa de estrategia.
-Pero cuando se discutió el tema Morales Lechuga, los que subieron fueron otros.
-Cuatro oradores del gobierno del DF. No creo que hubiera sido necesario que ellos subieran y el tono de sus intervenciones me pareció inadecuado. Decir ``tuvimos el 70% y los vamos a aplastar'', es lo mismo que dice Zedillo, tuvimos 14 millones de votos y ahora se aguantan. En el PRD estamos obligados a la reflexión, no a ir a un circo romano.
-¿El caso Morales Lechuga va a terminar siendo uno de los grandes misterios del PRD?
-Quienes lo dejaron correr y luego dijeron que no, tendrán su propia explicación. Ojalá y nos la den algún día, yo no la puedo adivinar.
``Congruencia'', repite una y otra vez Amalia García.
Y regresa a sus tiempos de diputada para reconstruir el episodio de ``los violadores del sur'': ``No me siento bien de que personas vinculadas a Coello Trejo ocupen cargos en el gobierno del DF. Creo que la congruencia es fundamental en el partido. Yo no había defendido ni apoyado a Morales Lechuga, pero cuando se dijo que hay mala fama pública... no, tiene que haber congruencia''. (Arturo Cano).