Los resultados del concurso de selección para el ingreso a las licenciaturas que imparte la UNAM son un indicador más del grave rezago educativo que enfrenta el país. Cada año, miles de jóvenes aspiran a encontrar un lugar en la Universidad Nacional, pero sólo unos cuantos lo logran. De los 66 mil 471 aspirantes que presentaron el reciente examen, únicamente 7 mil 538 fueron admitidos, el resto tendrá que esperar una nueva oportunidad, o intentarlo en otra institución académica.
Ciertamente, la desproporción entre la demanda de espacios educativos y la capacidad de la UNAM para satisfacerla no es responsabilidad exclusiva de esa casa de estudios, sino que es resultado de las graves carencias y limitaciones que enfrenta el país en materia de educación, del elevado crecimiento poblacional que se dio durante las décadas pasadas, de la falta de una política integral que apoye específicamente a este sector del sistema educativo nacional y de las crisis económicas recurrentes que han impedido que las instituciones públicas de educación superior cuenten con los recursos suficientes para atender las necesidades educativas de la población.
La mayor riqueza de las naciones se encuentra en sus recursos humanos, pero a falta de suficientes oportunidades de empleo y educación, miles de jóvenes mexicanos no encuentran más opción que enrolarse en la economía informal, reduciendo con ello las expectativas de desarrollo económico y humano tanto de sí mismos como del país. En los casos más dramáticos, la desesperanza los arroja a la delincuencia y la drogadicción. Por ello, el que año con año miles de jóvenes no encuentren cabida en las universidades públicas, es una circunstancia dolorosa con implicaciones en los ámbitos económico y social.
La UNAM ha realizado en el transcurso de los años un esfuerzo notable y muy meritorio en la formación de la juventud mexicana que no debe pasar inadvertido. Ha sido el espacio por excelencia, no sólo de la educación, la investigación y la difusión de la ciencia y la cultura, sino de la conciencia democrática, de la libre expresión, de la exigencia de respeto a los derechos humanos y de la solidaridad social. Sin embargo, la Universidad Nacional enfrenta actualmente el doble reto de mantener y elevar la calidad y la excelencia académica y de ampliar, hasta donde sea posible, su cobertura. Una mejor y más eficiente gestión administrativa -que erradique dispendios y destine recursos adonde sean más útiles y productivos- y el establecimiento de modelos innovadores -mediante la educación a distancia, la educación abierta y el uso de nuevas tecnologías- contribuirán, sin duda, a ampliar los espacios que la UNAM ofrece a los estudiantes. Pero, debe señalarse, tales acciones no serán suficientes para cubrir la inmensa cantidad de solicitudes de ingreso que anualmente recibe. Por ello, los esfuerzos que realiza la UNAM deben acompañarse de una nueva política educativa a nivel nacional que permita, mediante la asignación de recursos suficientes y correctamente planificados, generar las alternativas de educación para que todos los aspirantes puedan obtener un lugar.
Fortalecer las universidades públicas situadas en las entidades de la República, generar más y mejores opciones de educación técnica y vincular más estrechamente las carreras y los planes de estudio con las necesidades de las empresas, permitirá no sólo ampliar la oferta de espacios educativos que con toda justicia demandan los jóvenes mexicanos, sino también ofrecer a los egresados una oportunidad de empleo acorde con su profesión y las características del mercado laboral del país.
Sólo con una política educativa integral y de largo plazo será posible revertir los rezagos existentes y ofrecer las opciones de educación que satisfagan las aspiraciones educativas de los mexicanos, y propiciar, a escala nacional, un desarrollo económico y social más justo y equitativo.