Además de los ajustes presupuestales y el menor crecimiento económico, la caída de los ingresos petroleros va a acentuar las tendencias al desequilibrio de la cuenta corriente de la balanza de pagos. Durante 1997 el saldo deficitario de esta variable --que resume el resultado de los intercambios de bienes y servicios, incluso los factoriales-- fue de 7 mil 400 millones de dólares, una cifra casi cuatro veces mayor a la observada un año antes. La causa casi única de este hecho fue la contracción del superávit comercial, que el año pasado disminuyó en 5 mil 900 millones de dólares. El examen de los diversos componentes del saldo comercial muestra que este hecho fue por completo independiente del desplome de las cotizaciones internacionales del petróleo. En efecto, aunque éstas declinaron a lo largo de todo el año pasado, su efecto fue compensado por las autoridades mexicanas elevando a máximos históricos el volumen de la exportación. Este factor sólo explica seis por ciento del debilitamiento de la posición comercial de la economía en 1997. El resto del deterioro es producto de la combinación de dos tendencias que, mientras la economía siga creciendo, profundizarán sus efectos en el sector externo: por un lado, la moderación del crecimiento de las exportaciones no petroleras, especialmente en el sector no maquilador, y por otro, la aceleración de las importaciones, que el año pasado crecieron en este mismo sector a más del doble que las exportaciones.
En este cuadro, la reducción del valor de la exportación de hidrocarburos producirá en 1998 un fuerte ajuste a la baja de la tasa de crecimiento de los ingresos totales por exportación de bienes. En la medida en que el ciclo económico continúe su fase de ascenso --no importa si con un ritmo menor al proyectado--, las importaciones tenderán por su parte a crecer más que proporcionalmente. Es éste un rasgo de la economía mexicana que la reforma estructural iniciada hace más de una década no solamente no logró modificar, sino que incluso parece haber agudizado. En todo caso, el resultado de todo esto será un déficit comercial que al cierre del presente año tendrá un valor estimado alrededor de los 7 mil millones de dólares. Si se considera que deberán realizarse pagos por unos 15 mil millones de dólares para alimentar el servicio de la deuda externa, el saldo negativo de la cuenta corriente podría alcanzar un monto anual que duplicaría el registrado en 1997 y, desde luego, rebasar con creces el programado en noviembre pasado por el gobierno en su propuesta de política económica para 1998.
La pregunta que se desprende de este escenario es: ¿cómo se va a financiar el desequilibrio de la cuenta de operaciones corrientes de la balanza de pagos? En 1997 esta brecha fue colmada fácilmente debido al ingreso extraordinario (12 mil millones de dólares) de inversión extranjera directa. La mayoría de las previsiones para 1998 no permite esperar un influjo semejante de este tipo de recursos (el promedio de las estimaciones ronda los 8 mil millones de dólares). Los topes establecidos por el Congreso al endeudamiento externo, así como las mismas condiciones financieras internacionales, hacen que sea poco razonable esperar que se acuda a este expediente. Todo parece indicar que el saldo de la cuenta corriente deberá ser financiado con recursos externos de alta liquidez (inversión extranjera en cartera), para lo cual tendrían que ofrecerse rendimientos financieros todavía más elevados, o bien hacer uso de las reservas del Banco de México. En el primer caso, se endurecerían las condiciones financieras, ya de suyo muy difíciles, que enfrenta el sector productivo del país.
Ello impediría lograr un objetivo declarado de la política económica para el presente año: consolidar el proceso de recuperación. En el segundo caso, se debilitaría una de las principales bases de la política monetaria y de tipo de cambio.