La Jornada 27 de marzo de 1998

En el caso Nellie Campobello, turbia defensa de sus custodios

Raquel Peguero/ V Ť Los primeros meses de 1983, un domingo en la mañana, Amaro Luna, un muchacho grandote y chapeado, perdió la paciencia y decidió hacer guardia frente a la casa de su tía Nellie Campobello. Llevaba semanas tratando de hablar con ella, sin lograrlo. Vio salir de la casa de Ezequiel Montes 128 a Claudio Niño Cifuentes y a Cristina Belmont. Luna fue a comprar un pastel, regresó a la casona, tocó a la puerta y dijo que iba a entregar un pedido. La sirvienta abrió, él la empujó y se metió corriendo hasta el segundo piso, donde sabía que estaba la habitación de su tía. Quedó horrorizado:

Tendida sobre un camastro sucio y revuelto, como el resto del dormitorio, yacía su tía Nellie evidentemente alcoholizada y hablando incoherencias frente a un televisor, a todo volumen. La mucama llamó a la policía. Se lo llevaron preso sin escuchar sus súplicas para que lo ayudaran a salvar a su tía del caos en que se encontraba. Lo único que consiguió fueron dos meses en prisión.

Los Luna-Moya estaban muy alarmados por los sucesos. Eulalia Moya, prima de Nellie, mantenía comunicación telefónica constante con ella, misma que se fue interrumpiendo hasta llegar al silencio. Eulalia llegó a la ciudad de México en febrero de 1983, procedente de Chihuahua, para visitar a Nellie y la vio ``muy enferma y desnutrida''. Conoció en su casa a la pareja (Ci)Fuentes-Belmont, quienes le contaron que vivían en la parte posterior de la Escuela Nacional de Danza, y a una enfermera, María Elena Vázquez, quien cuidaba a Campobello ``las 24 horas del día''.

``Ahora sí me chingaste, compadre''

Regresó a Chihuahua y le envió una carta a Nellie, que le fue devuelta porque la ``persona no vivía ahí''. Le llamó pero no pudo hablar con ella; sin embargo, Vázquez le contó que ``Cristina y Claudio trataban muy mal a su prima, que no le daban de comer, además de que a ella no le pagaban su salario''. Se comunicó otro día y le contestó la enfermera María Isabel Alcántara, quien le relató lo mismo que Vázquez y además le dijo que ``nunca podían salir de la casa, porque los únicos que tenían llave'' eran los Cifuentes-Belmont; que tanto a ella como a Nellie las ``dejaban encerradas y sin comida'', aunque a veces llevaban ``cosas para que cocinara, o comida hecha''. Alcántara dejó el empleo al poco tiempo, porque Nellie ``se salió a la calle a las dos de la mañana''. Logró alcanzarla y con ``ayuda de un señor'' la llevó de regreso. ``Me dio miedo, así que le hablé por teléfono al señor Claudio y le dije que ya no quería trabajar''.

Moya intentó comunicarse nuevamente con su prima, pero cuando sabían que era ella le colgaban. Preocupada, buscó a Vázquez y a Carmelita Huerta, la secretaria de Nellie, quienes le dijeron que la escritora era cuidada por una religiosa, la madre Jovita, que ``la atendía muy bien''. La enfermera dejó de cuidarla por problemas con la pareja, que la increpaba por dejar entrar a otras personas ``sin el consentimiento de ellos''. Moya llamó a la religiosa, quien le corroboró que ``Nellie estaba mal, encerrada y sin alimentos'', por lo que en marzo de 1984 volvió a esta ciudad para buscarla.

Esperó en la calle hasta que llegaron Cifuentes y Belmont a la casa, a la que no pudo entrar porque nadie respondía. Cifuentes le dijo que Campobello ``se estaba muriendo de hambre porque no le querían pagar su sueldo'' y que, como podría ver, ``estaba muy bien de salud''. Le dijo que si quería llevársela, ``podía hacerlo, pero primero debían ir con un notario, para que diera fe'' de su buen estado. Nellie no estaba en la casa, ``ya no nos estamos quedando aquí sino en Cuernavaca'', le indicó Cifuentes. Allá fue, pero tampoco le fue posible verla.

Testimonios como éstos se hilvanaron durante los nueve meses que duró el proceso penal, en el que fueron juzgados Niño Cifuentes y Belmont por privación ilegal de la libertad de Campobello. Las historias se acumularon en un expediente, que a la fecha no se ha localizado en el archivo del Reclusorio Norte, pero se reconstruyen a partir de entrevistas con los implicados y de notas periodísticas de la época. El proceso fue doloroso, oscuro, y del que salió libre la pareja por mandato de la Sexta Sala del Tribunal Superior de Justicia del DF, en cuyo dictamen se consignan las declaraciones de Moya, Vázquez y Alcántara aquí relatadas.

En el juicio hubo, además, ``dichos fehacientes'', como el de Lidia Guerrero, quien también cuidó a Campobello, sobre los ``tratos terribles que recibía la maestra, quien no tenía posibilidad alguna para decidir las cosas. Declaró, incluso, hechos de violencia sexual por parte de Niño Cifuentes hacia la coreógrafa, así como baños con agua fría para tranquilizarla. Dijo que la tenían subalimentada y que le daban una botella de vino diaria como único alimento. Contó que Nellie le decía a Niño Cifuentes: `ahora sí me chingaste, compadre', y que él la arrastraba diciéndole `vieja perra''', según relató Martín Díaz Díaz --quien interpuso la denuncia del INBA en junio de 1984-- a Patricia Aulestia.

Durante el juicio, el defensor Enrique Fuentes León --involucrado posteriormente en lavado de dinero-- demostró ``hechos de fuerza increíbles en la justicia mexicana: usaba la violencia contra la juez (Margarita Guerra y Tejada), quien actuó valientemente; daba sobornos a la policía del penal y a quien se los aceptara; siempre iba con dos guardaespaldas y actuaba con gran prepotencia'', contó Díaz Díaz a esta reportera en 1991. El abogado no cobraba ``un solo centavo por la defensa'', aseguraba en una nota de Excélsior (20/II/85), pero ``era quien movía todo y me dio pauta a pensar que podía ser pariente de los acusados. Ellos lo negaron, porque el otro decía ser Cifuentes, pero sus actitudes y trato eran muy directos'', señala a La Jornada Guerra y Tejada, ahora subprocuradora de Justicia del DF.

Cristo y la psicosis de Claudio Niño

Niño Cifuentes, por su parte, ``era bastante psicótico, presionaba a los testigos y, muy curioso, llevaba a las audiencias un cuadro con la imagen de Cristo, para que fuera testigo de que decía la verdad'', relata Guerra.

Para entonces, la juez, acompañada por un agente del Ministerio Público, había realizado una inspección judicial para buscar a Nellie en su casa de la colonia San Rafael. Encontró el sitio casi en ruinas y resguardado por cinco perros feroces, ``por lo que di orden de que les dispararan si éramos atacados'', rememora la subprocuradora. Tardó media hora en entrar a la habitación de Campobello --Niño Cifuentes se lo impedía-- y cuando lo logró, la escritora ya no estaba ahí. ``Sólo había un camastro, donde al parecer había estado alguien recientemente. Me dio la idea de que la habían sacado por una puerta trasera, que descubrimos entonces, y por eso no nos dejaban subir. El dormitorio estaba revuelto y sucio, muy abandonado, como el resto de la casa, por lo que pedí la intervención de Salubridad, porque era un foco de contaminación''.

El 19 de febrero de 1985, Fuentes León llevó a Nellie al juzgado, para demostrar que no estaba secuestrada: ``aquí la tiene'', le dijo a la juez, quien le preguntó ``en calidad de qué la presentaba, ya que él era defensor de los acusados. Me respondió que también representaba a la maestra, así que pedí que se asentara su dicho en el expediente, pues hay un delito que se conoce como prevaricato, que es cuando un abogado asesora a la otra parte. Al haber actuado como representante de la defensa y de los ofendidos, cometía un ilícito. Eso me dio una pista de que estaba de acuerdo con el secuestro'', señala Guerra.

Al día siguiente, Excélsior publicó: ``A su paso, un olor a naftalina se desprende de sus ropas. Perfectamente maquillada y con una lucidez que se diluye en cuanto habla (...) presentaron amparada a Campobello y no permitieron que se le interrogara''. Una hora antes, señala ahí Alfredo Jiménez, hubo una conferencia de prensa en el despacho del abogado, en donde Nellie ``respondió con incoherencias (...) Fuentes León la dominaba con el tono brusco de su voz. Ponía en sus labios las respuestas y a cada momento (la coreógrafa) cambiaba su expresión sonriente por la de un niño asustado. No supo decir el sitio en que la mantenían escondida ni recordó a sus familiares; preguntó por su hermana Gloria --fallecida en 1968-- quien, dijo, `es díscola, hace mucho no viene a verme' (...) Fue retirada por Fuentes León, quien la llevaba de vuelta al lugar en que durante muchos meses ha permanecido oculta o secuestrada, aunque ella no lo sepa''.

Resolución judicial absurda

El 10 de abril de 1985 concluyó el caso con el fallo de la Sexta Sala del Tribunal Superior de Justicia, ante la que se interpuso el recurso de apelación en contra del auto de formal prisión, que mantuvo a Niño Cifuentes y Belmont tras las rejas de noviembre de 1984 a enero del 85, cuando salieron libres bajo fianza. Las exposiciones de los testigos presentados por el INBA ante el juzgado cuarto de lo penal no fueron suficientes para convencer a los magistrados de la culpabilidad de la pareja. Victoria Morales de García Sáenz y Raúl Navarro García ``votaron en favor de que fueran exonerados, en contra del voto particular de Adelina Gómez de Vargas'', los dos últimos ya fallecidos. Consideraron que los acusados, ``en su declaración preparatoria, negaron los hechos que se les imputan, en consecuencia, y al no comprobarse el cuerpo del delito en función de una conducta típica, resulta innecesario hacer consideración de otra índole'', y revocaron la formal prisión.

La defensa logró que los magistrados desestimaran los testimonios vertidos durante el juicio, así como las inspecciones practicadas por el Ministerio Público, en casa de la autora de Cartucho, porque no aportaban, dice el documento, ``ningún dato de convicción que haga patente que (Nellie) se encontrara privada de su libertad''. Así, rememoró Guerra y Tejada, en entrevista con Rosario Manzanos, publicada en Proceso (17/IV/95) ``con todo el dolor de mi corazón, con toda la rabia, les decreté la libertad por falta de elementos para procesar. No podía hacer nada frente a esa resolución que era muy absurda''.

A partir de entonces, del paradero de Nellie Campobello sólo se sabe por rumores: que está en Cuernavaca, no; en Jalisco, no; en Durango... No, que su reino ya no es de este mundo.