SIETE HORAS DE RUGIDOS
Rafael Montiel, enviado, Guadalupe, NL Ť ¿Quiénes son, qué piensan Los Tigres del Norte más allá de las canciones que les han dado fama y dinero?
Un paréntesis en su intenso trajinar nos permite abordarlos y hablar con ellos, brevemente, lo mismo de la situación política del país, que de su vida cotidiana y de sus más íntimos sueños.
El de la voz es Jorge Hernández, líder del más popular de los conjuntos gruperos.
-¿Qué opinas sobre la situación del país?
-Parece que va mejorando, aunque lo de Chiapas es muy lamentable. Estoy enterado por los periódicos y definitivamente la gente de allá está muy mal. Ojalá se haga justicia.
Don Susano, asistente del grupo, pone el abrigo al tigre mayor. La entrevista se realiza en el Aguila, camión que lleva al conjunto por todo el país. Los 150 mil dólares invertidos en su equipo se dejan ver con claridad: antena parabólica, sala, horno de microondas, bar y una suite-camerino.
Al fondo se escuchan las voces de Hernán y Eduardo, otros dos de los integrantes de la agrupación sinaloense. Cantan boleros acompañados de algunas fans. La jornada de trabajo ha sido ardua. La primera tanda comenzó a la media noche y concluyó hora y media después. La segunda se prolongó hasta el amanecer. Siete horas duró el concierto más esperado por la gente de Guadalupe, Nuevo León, el pasado 21 de marzo.
-¿Para el grupo qué es lo más importante en este momento?- se le pregunta a Jorge Hernández.
-El repertorio. Escoger canciones que gusten. Buscar compositores y hacer los arreglos.
-¿Qué música escuchas cuando estás solo, cuál es la que más te gusta?
-Oigo a Mozart, Bach y Beethoven. Me gustan mucho, me tranquilizan.
-¿ Y de los periodistas qué piensas?
-Yo los respeto mucho y creo que son más inteligentes que nosotros.
-¿Por qué partido votas?
-No puedo votar porque soy residente de Estados Unidos.
-¿Cuál es tu fantasía?
-Pues que todos sean como yo. Felices. Que la gente sea buena.
En la explanada de la feria se instalaron cinco escenarios. Los 62 mil espectadores, en su mayoría adolescentes, esperan impacientes al grupo. Cuando Contrabando y traición, La puerta negra y Pacas de a kilo salen de la voz, acordeón, guitarras, sax y batería del grupo, los gritos del público no paran. Es la recompensa a todo un año de espera.
Durante la primera tanda parte del público festeja aventando botes de cerveza al escenario. Los elementos de seguridad, atentos, ubican a quien echa desmadre y lo sacan del concierto. A la buena y a la mala. Pero nadie se inmuta, es normal. Tan normal como el que los servicios de emergencia y seguridad empiecen a sacar en vilo a docenas de jovencitas y señoras que se desvanecen.
En el receso, el grupo atiende a sus fans, quienes se han formado durante horas para tomarse la foto con el grupo. Suman 400 fotografías al final de la sesión, a 20 pesos cada una. Las muchachas se van felices con su polaroid que sintetiza toda la admiración que sienten por Los Tigres.
Entre los invitados especiales al concierto están los amigos del empresario, don Servando, quien recorre la explanada y vigila que la entrada sea fluida. ``Aquí vendemos pura cerveza, -más de 140 mil- porque el vino trastorna a la gente'', dice.
Rodeado de hermosas mujeres, se pasea Mike Brito, el buscador de talentos de los Dodgers a quien Fernando Valenzuela debe su espectacular carrera.
Alrededor de las cuatro de la madrugada, una falla técnica deja sin sonido al grupo. Pero sus integrantes ni se inmutan. Siguen tocando. Su público les lee los labios, y a capela cantan hasta que se arregla el desperfecto. Saliendo el sol, Los Tigres del Norte se retiran.