Horacio Labastida
Cárdenas y el gobierno

El caso de Cuauhtémoc Cárdenas es excepcional en la relativamente larga historia electoral de nuestro país. Sin contar el tiempo de nuestra primera constitución federalista (1824-1835), los comicios limpios celebrados en los siguientes 163 años se cuentan con los dedos de la mano: la elección de Benito Juárez en 1867, quizá la de Sebastián Lerdo de Tejada en 1872, y luego la de Francisco I. Madero, en 1911. Todos los demás actos comiciales han sido manipulados en sus resultados por la violencia militar y policial o por el aclientelamiento del sufragio, previo a su emisión en las urnas.

El pasado 6 de julio ocurrió la cuarta excepción: el pueblo votó, hizo respetar su voluntad política y otorgó una rotunda victoria electoral al actual jefe del Distrito Federal. Ese magnífico 6 de julio muestra con claridad la equivocación de los vetustos dueños de la gran ciencia política a que se refirió Sancho Polo --seudónimo literario del eminente constitucionalista Emilio Rabasa-- en la segunda de sus cuatro novelas (1919), en donde un alto gobernante enseña a un joven la filosofía de la conquista del poder en estos términos: ``la patria no siempre es una buena madre; en cambio, siempre es una excelente nodriza''. Sé obediente, no critiques, acepta a tus superiores y tendrás asegurado el éxito, concluyó el gobernante. Pero las cosas no responden invariablemente a la lógica de los privilegios sociales; a las veces la moral y la conciencia cambian su marcha en la dirección de los sentimientos de la patria. El pueblo se adueña de su destino y arrebata el poder político a las minorías enriquecidas. La gran ciencia referida por Sancho Polo quedó mal parada con el triunfo de Cuauhtémoc Cárdenas.

¿Cómo un mandatario del pueblo orienta el gobierno del Distrito Federal? Los principales lineamientos de quien observa más los actos que las palabras, se destacan en los siguientes puntos: 1) Un redoblado esfuerzo por ajustarse al Estado de derecho y rechazar el gobierno de facto que caracteriza al presidencialismo mexicano desde los años de Antonio López de Santa Anna. El gobierno democrático ajústase al principio de legalidad que forma parte esencial de la Constitución de 1917. La autoridad sólo puede hacer aquello que le manda la ley, pues de otra manera es tiránica y opresiva. 2) En el gobierno de Cárdenas hay una insistente preocupación por fomentar la participación ciudadana en la toma de decisiones políticas. Para la democracia no basta con la representación comicial; es indispensable que el pueblo forme parte activa en el mecanismo que conduce a la solución política, y deje de ser el personaje ausente y olvidado en las oficinas públicas. El ciudadano es un modelador imprescindible de la verdadera democracia del pueblo y para el pueblo. 3) Cárdenas insiste en hacer del gobernado un juez del gobernante, pues si los actos de gobierno afectan a la comunidad, las familias y sus miembros son parte interesada en la apreciación de los resultados de las actividades gubernamentales. Volvemos a repetir: en su toma de posesión, en el informe de los Cien días de Gobierno y en sus actos públicos, el jefe del Distrito Federal invita una y otra vez a señalar fallas, denunciar ineficiencias y exigir el cumplimiento de un deber que pesa más cuando la autoridad ha declarado su disposición a corregir errores. La denuncia ciudadana es una forma de participación en el gobierno de la ciudad. 4) Es resultado necesario y no accidental de un gobierno de facto ajeno al Estado de derecho y al pueblo, el engendrar y generalizar la corrupción económica, social y política, o sea el cambio de los valores positivos como instancias de conducta por los contravalores: los ladrones se vuelven policías; los malos, buenos; los asesinos, personajes respetables; los enriquecidos, ejemplos de honradez; y así, hasta incluir el cielo en el infierno, objetivo supremo de Satanás según las reflexiones de Isaías sobre el rey de Babilonia. Fin y cabo de una política orientada a despejar la corrupción, será el goce de la seguridad pública en nuestra atribulada capital. 5) Sin equidad y justicia no hay democracia, principio sustancial reconocido expresamente por Cárdenas al incorporar en su gobierno proyectos en favor de indigentes, desempleados y del fomento de industrias, comercios y artesanías que ofrezcan niveles de vida aceptables y un futuro esperanzador. El problema es terriblemente difícil, pero lo importante es empezar a resolverlo.

El éxito electoral de Cárdenas es un compromiso con la moral pública como ruta hacia el bien común. En el conjunto de la República, el gobierno de Cárdenas es ya un punto de partida hacia la posible organización de una política nacional que asegure el nacimiento y crecimiento de la nueva grandeza mexicana.