La Jornada viernes 27 de marzo de 1998

Julio Boltvinik
Petroinconsistencias

El secretario de Energía se llevó los aplausos, merecidamente, al concertar con Arabia Saudita y Venezuela, y con otros productores, promesas de reducción en sus exportaciones petroleras, lo que ha venido a detener la baja de precios del crudo, que se ha recuperado en estos días. Este acierto viene después de años de desaciertos e inconsistencias.

El gobierno federal y Pemex creían que podían aumentar impunemente las petroexportaciones. Así lo estuvieron haciendo desde 1996 hasta este enero. Las exportaciones mexicanas de crudo pasaron de 1.35 millones de barriles diarios (mbd) en 1995 a 1.7 mbd en 1997, y a 1.96 en enero de 1998 (600 mil bd más que en 1995, o 45 por ciento de incremento). La reducción comprometida por México en el acuerdo de la ya llamada troika petrolera (100 mil bd), es apenas la sexta parta de dicho aumento, por lo cual México estará medio millón de bd arriba de su exportación en 1995. Este aumento de exportaciones mexicanas representa 30 por ciento del excedente de la oferta mundial de petróleo (2 mbd), por lo cual contribuyó decididamente a la baja de precios del crudo. Después de ayudar a causar el descenso, se busca concertar para revertirlo. Conducta inconsistente.

Las autoridades hacendarias pensaban también que era posible continuar aumentando la dependencia fiscal del petróleo. Esta dependencia, que la iniciativa de Presupuesto de Egresos de la Federación para 1998 destaca para argumentar en contra de la baja del IVA que la oposición buscaba, no cayó del cielo sino que, como lo muestra Alejandro Nadal (La Jornada, 26/03/98), es fruto de las reformas fiscales que, para favorecer la ganancia empresarial, llevaron a cabo Salinas y Zedillo.

Además hay inconsistencias informativas. No se está desplegando toda la información. No se está diciendo que los mexicanos (todos, incluidos los más pobres) estamos pagando más impuestos por las gasolinas. En Estados Unidos las gasolinas han bajado rápidamente. La Premium Unleaded, según el Business Week, se puede conseguir en un dólar, lo que equivale a 2.29 pesos, por litro, mientras en México el litro equivalente, el de Premium, se vende a 3.86 pesos, ¡68.5 por ciento más cara! ¡Qué bueno que somos país petrolero! La diferencia es el IEPS (Impuesto Especial sobre Productos y Servicios) a las gasolinas. Este se ajusta automáticamente para que la suma del costo de la gasolina (que varía con el precio internacional del crudo) y el IEPS, sea igual al precio que el gobierno federal ha decidido que paguemos al margen del mercado, al que tanto dice respetar. Algo similar ocurre con gas y electricidad. Los consumidores no sólo seguimos pagando 15 por ciento del IVA, sino que pagamos muchos más impuestos a los energéticos hoy que en 1997.

Tampoco se está diciendo toda la verdad respecto a lo que el petróleo significa en la economía nacional. Si bien se ha reconocido la dependencia fiscal del petróleo, se ha minimizado la importancia de las exportaciones petroleras en la balanza comercial. Se nos dice que sólo representan 10 por ciento de las exportaciones. Esto es una verdad a medias. Como lo mostré en este mismo espacio el 23 de enero, si se descuentan las importaciones que hace la industria para poder exportar (y no me refiero a la maquinaria, sino a las partes y componentes que quedan incluidos en el producto vendido), las aportaciones de divisas del petróleo crudo a la economía mexicana representan 33 por ciento y no 10 por ciento de las captadas vía comercio exterior. Se oculta, pues, que seguimos siendo dependientes del petróleo también en materia de comercio exterior.

La caída del precio del crudo aumenta el déficit fiscal del sector público y el déficit de la balanza comercial. Ante el primero, en dos meses se han anunciado dos recortes presupuestales sustanciales. Al margen de lo acertado o no de la acción (movida más por tabúes que por realidades), se actuó con presteza. Ante el aumento del déficit comercial, en cambio, salvo la meritoria concertación del secretario de Energía, no hay respuesta de política macroeconómica. Las autoridades se cruzan de brazos: el secretario de Comercio declaró que este déficit acrecentado se financiará con ``las inversiones que lleguen al país, los préstamos de largo plazo que se consigan y el flujo de recursos que entren al mercado nacional'' (La Jornada, 25/03/98). En otras palabras, la política consiste en poner una veladora a la virgencita. La política cambiaria no existe. El gobierno renunció a ella: deja que sea el mercado el que defina el tipo de cambio. Cuando ello ocurra, la devaluación será brutal.

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