La definición del PRD como un partido ``de izquierda'' de verdad sorprende. No tengo ninguna objeción ideológica, al contrario. Sin embargo, llama la atención el momento, así como las razones aducidas para dejar sentado en los documentos que el PRD es ``un partido de izquierda''.
Los delegados al Congreso han creído conveniente reaccionar ante la crisis planteada por el ``pragmatismo'' definiéndose como de ``izquierda'', aludiendo, más a la tradición política y moral que el término invoca que a la precisión rigurosa del concepto. No estoy seguro si con ello se evitará el ``camaleonismo'' que amenaza diluir la identidad del partido.
En cualquier caso, el tema, si había alguno en puerta, era (y es) definir de qué clase de izquierda estamos hablando. Y en ese sentido la resolución del PRD abarca mucho y poco a la vez. Mucho, puesto que el término tendrá resonancias incómodas en la orientación electoral del partido, cancelando de un plumazo la idea, muy en boga desde su fundación, de que éste (no sólo su electorado) se ubicaba en el escenario político como una fuerza de ``centroizquierda''.
Que el PRD es un partido de izquierda no tengo duda, pero si con ello se quiere afirmar una identidad y también un ``modo de ver el mundo'', como dijo Muñoz Ledo, entonces la afirmación resulta genérica, insuficiente y hasta cierto punto innecesaria. ¿No era ése, justamente, el punto de inicio común que favoreció la unidad en un mismo partido de fuerzas políticas diferentes pero todas pertenecientes a un cierto sector de la ``izquierda'', incluyendo por supuesto al cardenismo, vanguardia histórica del ``ala izquierda'' de la Revolución Mexicana?
En consecuencia, la definición asumida en el Congreso se queda muy corta ante la diversidad de la izquierda que representa, pues no dice qué significa ser de izquierda desde la óptica del PRD. El partido, por ejemplo, es miembro de la Internacional Socialista y activo participante en otros foros donde se debate la crisis y el futuro de la izquierda, pero muchos de sus líderes combaten doctrinariamente las posturas gradualistas, el reformismo que es común al conjunto de los partidos socialdemócratas, justamente, con una renuncia a los valores consagrados de la izquierda.
¿De qué izquierda, entonces, hablan hoy los documentos del PRD? ¿De la izquierda ``histórica'' socialista que a muchos todavía les saca ronchas? ¿De la izquierda ``revolucionaria'' nacional en sus múltiples variantes o, como sugirió alguien en el Congreso, de la izquierda democrática cuyos atributos diferenciadores siguen sin definirse?
Otro asunto es si en la definición del PRD cabe toda la izquierda mexicana. El argumento de que el PRD sea la única fuerza electoral de izquierda que cuenta, no cancela el hecho de que en el espectro político nacional exista no una sino varias izquierdas. Descuento aquí a la izquierda que actúa en y desde la sociedad civil con posiciones diversas la cual, dada la geometría partidista nacional, puede ser que vote por el PRD pero no siempre ni forzosamente comparte su visión cotidiana de la política. Está también la ``izquierda social'' que renuncia al corporativismo oficial sin seguir las directrices de la izquierda partidaria. Y está el zapatismo, considerado como un movimiento que tiene objetivos políticos diferentes y ante el cual el Congreso tuvo que pronunciarse afirmando que el PRD no era el brazo político del EZLN. Y está, por si fuera poco, el resto del movimiento armado que también se reclama de izquierda.
¿No es obvio que la definición es mucho y demasiado poco a la vez para un partido que busca ser (subrayo) la alternativa política, social y cultural de México?
Queda pendiente una revisión crítica de los temas que la definición plantea pero no los supera.