La gira del secretario general de la ONU, Kofi Annan, por Medio Oriente, sintetiza los esfuerzos de la diplomacia internacional por desactivar los riesgos, cada vez mayores, de un fracaso del proceso de paz palestino-israelí.
Las preocupaciones a este respecto son por demás fundadas. El empeño de las autoridades de Tel Aviv de destruir dicho proceso y de llevar actitudes intransigentes y hostiles a los otros frentes de las negociaciones normalizadoras -como las que se realizan con Líbano, cuya parte sur permanece bajo ocupación de las tropas de Tel Aviv- abre perspectivas peligrosas que podrían desembocar en una nueva serie de confrontaciones árabe-israelíes.
Ante estos riesgos, resultan plenamente justificados los términos inequívocos con que el funcionario internacional se dirigió a las autoridades de Tel Aviv. En suma, Annan dijo a los gobernantes israelíes que no hay alternativa al proceso de pacificación iniciado con los acuerdos de Oslo entre Israel y la Organización para la Liberación Palestina, que, sin embargo, Tel Aviv no ha cumplido con sus obligaciones derivadas de tales acuerdos -que ha pretendido aplicar en forma tergiversada- y que una gran mayoría de los países integrantes de la ONU consideran a Israel como responsable de actos de provocación que han llevado al empantanamiento del proceso de paz.
Tales conceptos, vertidos ante un equipo de gobierno y ante una bancada parlamentaria caracterizados por su fanatismo, su chovinismo y su fundamentalismo antipalestino, podrían indicar que la hasta ahora ilimitada paciencia de la comunidad internacional hacia Israel podría estar llegando, por fin, a su límite.
Con todo, los esfuerzos de la ONU y de su secretario general por preservar y revitalizar el proceso de paz en Medio Oriente serán inútiles si los gobiernos de Estados Unidos y Europa occidental no abandonan la doble moral con la que tradicionalmente han abordado el conflicto palestino-israelí y con base en la cual han tolerado los actos de terrorismo, el armamentismo atómico y el irrespeto a la ilegalidad internacional de que ha hecho gala Tel Aviv.
Ante el empecinamiento del gobierno de Benjamin Netanyahu es necesario que los Estados occidentales y las organizaciones internacionales hagan comprender a Israel los peligros que la actitud de su gobierno entraña para toda la región y, a fin de cuentas, para la propia seguridad nacional del propio Estado judío. Es preciso que la sociedad israelí cobre conciencia de que la coalición gobernante está llevando al país, en el mejor de los casos, al aislamiento internacional, y en el peor, a una nueva confrontación bélica.