Luego de 14 años, la justicia sigue sin resultados del caso Nellie Campobello
Raquel Peguero/ IV Ť A mediados de 1984, en pleno sexenio de Miguel de la Madrid, se hizo público uno de los acontecimientos más misteriosos de la cultura mexicana: la desaparición de Nellie Campobello. Habían pasado 16 años desde que la escritora de la Revolución mexicana, comenzó a vivir la decadencia que la llevó ``a esa nueva forma de tortura inventada por nuestro continente, que es la desaparición'', como dice Elena Poniatowska, en el prólogo del libro de Irene Matthews, Nellie Campobello, la Centaura del Norte. En 1968 Nellie sufrió uno de los golpes más fuertes de su vida: la muerte de su hermana Gloria, por quien había entrado a la danza: ``me inspiré en ella, todo lo hacía por ella'', decía la coreógrafa, quien ``no buscaba un lugar en el baile. Ni me gusta'', declaró a Patricia Aulestia, en 1972, durante la única entrevista grabada que se le conoce.
Años después, en 1977, enfrentó un problema que la llevó a amenazar a las autoridades del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA) con ``inmolarme en el Zócalo'': su destitución de la dirección de la Escuela Nacional de Danza (END), que fundó en 1934 junto con Carlos Mérida, quien fue nombrado director de la institución ese año, y a cuyo cargo accedió Campobello dos años después, tras un jaloneo que los llevó a romper relaciones. Su nombramiento oficial se dio en 1937, según consta en su expediente.
Mujer con ``sangre comanche''
Nellie había mostrado ahí, como siempre, su ``sangre comanche, porque allá en el norte somos bravas. Nosotras les pegamos a los hombres''. En los diarios capitalinos se desató, en 1977, una guerra de notas contra el INBA, que pretendía restructurar la educación dancística con un cuerpo de maestros cubanos al frente. La escuela de las duranguenses había permanecido durante 40 años ``como reino intocable''. Si bien ``habían sido las primeras en preocuparse por la preparación técnica de los artistas de la danza'', como señala Alberto Dallal en su libro La danza mexicana en el siglo XX, no habían logrado consolidarse porque su titular, Nellie Campobello, no creía que los mexicanos pudieran ser verdaderos ejecutantes: ``vea sus rodillas, tienen bolas por todas partes'', al tiempo que aseguraba que sólo servíamos para ser maestros de danza.
Los alumnos, padres de familia y maestros apoyaron incondicionalmente a Campobello en la prensa. En un desplegado público, dirigido al presidente José López Portillo, Nellie asentaba que tanto ella, como su hermana Gloria, ``siempre con mucho gusto dimos nuestra danza al pueblo sin que nos dieran un centavo, como se puede probar''. Aseguraba que la END había entregado anualmente un cuarto de millón de pesos al INBA, monto recaudado por concepto de inscripciones y colegiaturas. Es un hecho, decía, que nunca les habían dado ``gastos menores ni el mantenimiento que la ley ordena'', y que su nombramiento lo tenía ``desde 1932''.
Campobello se acuarteló en las instalaciones de la END, que ya habían sido trasladadas de lugar. Su predio original fue otorgado por decreto presidencial a la embajada de Cuba en México. El recinto tenía las puertas encadenadas y con vigilancia permanente, a cargo de guardias vestidos de civil. Cuando funcionarios del INBA intentaron entrar, su directora los recibió carabina en mano: ``no me importa matarlos si es necesario. Se les olvida que vengo de la Revolución y soy muy aguerrida'', les dijo, por lo que asustados no volvieron más. El asunto se resolvió creando dos escuelas diferentes: una para maestros y otra para bailarines.
Siguió una tensa calma, interrumpida por el desasosiego de la autora de Cartucho, quien desde años atrás se encontraba en una posición enconada con sus colegas, de los que no se expresaba muy bien. Para entonces ya habían muerto sus amigos más queridos: en 1949, José Clemente Orozco, a quien ella y su hermana Gloria ``tratábamos como si fuera nuestro hermano mayor'', y en 1976, Martín Luis Guzmán, su apoyo más fuerte, y con quien se rumoraba que sostenía un discreto romance, ``pero nunca los vimos tomados de la mano o echándose miraditas: él la llamaba la señorita Nellie y ella, el señor Guzmán'', recuerda Felipe Segura. Además, seis de sus siete hermanos ya habían fallecido y sólo quedaba María, a quien cariñosamente llamaba La negrita, quien murió en 1979.
En esa época, su Ballet de la Ciudad de México (BCM) tenía más de 30 años de haberse disuelto ``por el papeleo, burocracia, molestias, envidias que nosotras no deberíamos tener'', y que lo había reducido al membrete, con el que se presentaban en funciones escolares con un cuerpo de baile integrado por sus alumnos. Aunque con su verbo punzante no aceptaba que el BCM dejara de existir, a Patricia Cardona le confesó que cuando se acabó la compañía ``fue como si me quitaran un peso de encima. Los enemigos que teníamos eran malos. A últimas fechas al peor que he conocido es a Salvador Vázquez Araujo, gente vulgar, un maleante, completamente de abajo'', dijo a la periodista de Unomásuno en febrero de 1985, cuando hizo un recuento de las amenazas y ataques que había sufrido desde 1948 y de la que no se libraba ni Carlos Chávez.
Distanciarse de los amigos
Lo peor estaba por venir. Cerca de ella, se encontraba su discípula, Cristina Belmont Aguilar, casada ya en 1973 con Claudio Fuentes Figueroa --a quien después se le conocería como Claudio Niño Cifuentes (o Cienfuentes) Figueroa--. En septiembre de ese año, Cristina recibió su primera plaza como maestra suplente de la END. Nellie la apoyó durante mucho tiempo, por ser ``una persona seria, competente, con un don brillante de organización y capacidad técnica'' --como señala en los memoranda enviados al INBA-- hasta que adquirió el puesto definitivo de maestra, en abril de 1984.
La pareja Fuentes-Belmont vivía en la más absoluta pobreza. Nellie les brindó apoyo, que se afianzó cuando le pidieron que les bautizara al más pequeño de sus seis hijos, León Felipe, por quien ella sentía especial cariño. A partir de entonces la relación se estrechó más, al grado que la autora de Yo, Francisca, no les negaba nada. Así aceptó que sus protegidos se fueran a vivir a la parte posterior de la END, en Polanco, a la que, desde principios de 1983, Nellie había comenzado a faltar. De hecho, desde el 22 de septiembre de 1982 Belmont comenzó a cobrar, mediante una carta poder firmada por Campobello, sus quincenas, aguinaldo, ``así como cualquier otra percepción que saliera a mi nombre''. Y continuó haciéndolo hasta 1985.
Nellie fungía aún como directora de la END, que en realidad manejaba Belmont. Cuando la escuela fue recuperada por el INBA, en 1984, y la familia Fuentes-Belmont desalojada del inmueble, ``encontramos que se llevaba una doble contabilidad y que en el membrete seguía funcionando el BCM. Además cobraban colegiaturas a determinadas alumnas que estaban en la matrícula de esta escuela, sobrepuesta a la de Nellie Campobello'', contó Martín Díaz Díaz, entonces subdirector jurídico del INBA, en una entrevista con Patricia Aulestia.
Los padres de familia comenzaban a protestar por las irregularidades en la escuela. El INBA, preocupado por eso, su salud y avanzada edad, envió a Campobello numerosas comunicaciones a las que ella no respondió. Sus colegas y amigos más cercanos habían intentado, sin éxito, saber de ella. Se encontraban siempre con la hosca actitud de la pareja que la custodiaba y que impedía cualquier acercamiento. Para entonces ya se habían instalado en la casa de Ezequiel Montes 128 y habían alejado, con amenazas contra su integridad, a Carmelita Huerta, secretaria de toda la vida de la coreógrafa, quien además era su amiga y confidente, ``la persona que más cree en mí y en la que confío'', solía decir Campobello.
En sus esporádicas apariciones públicas, se había visto a Campobello en muy mal estado físico, de suma debilidad y semiconciencia. Había padecido una fuerte hepatitis, que casi le cuesta la vida y había mermado sus capacidades. Sus allegados descubrieron, además, que cuando Belmont le acercaba su café, despedía aroma de alcohol. Cierta vez --cuenta Segura-- cuando le preguntaron a Nellie si estaba bebiendo, les respondió: ``¿sabes lo que es la soledad?''. Ya no supieron qué decir.
Interdicción frustrada
Cuando el INBA comenzó a investigar la situación de la autora de Apuntes sobre la vida militar de Francisco Villa, Fuentes y Belmont condujeron a Nellie a las oficinas del entonces director de ese instituto, Javier Barros Valero, quien se quedó ``muy preocupado por el estado de salud que se percibía en la maestra, ya que había incoherencias manifiestas en su plática'', relató Díaz Díaz en la citada entrevista con Aulestia. Comenzaron a analizar las vías legales para protegerla. Así, el 24 de mayo de 1984 interpusieron una demanda civil en el juzgado 22 de lo familiar, en la que se solicitaba declarar la interdicción de Nellie Campobello, ``porque contábamos con un dictamen médico, donde se especificaba que había problemas en relación con su salud mental, lo que hacía presumir que esta pareja imponía su voluntad sobre la de ella'', relató Díaz Díaz a esta reportera en 1991. Sin embargo, el juicio no prosperó, porque nunca pudieron localizarla. Sus custodios la negaban con diferentes pretextos, entre ellos, que ``se les había salido de la casa y no sabían dónde encontrarla'', por lo que no se le pudo practicar el ``reconocimiento médico pericial, que nos hubiera dado una respuesta favorable del caso'', sostuvo el abogado.
Ante el hecho de que Nellie ``estaba virtualmente secuestrada'', el 28 de junio de 1984, el INBA decidió denunciar penalmente los hechos ante la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal. Por conducto del Ministerio Público, se inició la averiguación previa 5518/84, en la que se encontraron elementos suficientes para consignar a Niño Cifuentes y Belmont, como presuntos responsables de la privación ilegal de la libertad de Nellie Campobello.
Así comenzó entonces uno de los capítulos más turbios de la justicia mexicana.