Luis Linares Zapata
Congreso y asamblea

El Congreso del PRD coincidió en el tiempo con la Asamblea del PAN, pero sólo ello tuvieron en común. Las demás fueron diferencias. En el fondo, el acto perredista concitó la atención ciudadana debido a una diferencia fundamental, es un partido que está por completo imbuido y se revela como comprometido actor de los temas que marcan la actualidad del país, principalmente el de Chiapas, pero no es lo único. El PAN, en cambio, se encierra en su rala militancia para llevar a cabo sus procesos electivos, con reglas establecidas y probadas, pero que no dejan pasar los arrestos de la discusión acalorada y discordante que se da en su rival ideológico y en el entorno general.

Otra de las características que hicieron notoria la discriminación entre los dos agrupamientos se puede achacar a la distinta preparación de cada uno de los eventos que los congregaron. El PRD y su dirigencia recorrieron el país en una cuidadosa edificación de ambientes y pulimento de temas a discutir. Se hicieron acompañar por una parte distinguida de la inteligencia nacional. Analistas y escritores de renombre fueron convidados, coincidieran o no con sus posturas y programas. Allí brotaron de inmediato las discrepancias no sólo en oposición con los expositores sino entre los mismos concurrentes que levantaron curiosidad en los medios. Estos movimientos, vistos a veces como potenciales rupturas o rivalidades protagónicas, en realidad también pueden asentarse como presagios o síntomas de la vitalidad de un partido que, en mucho, está todavía en gestación, pero que, a la vez, se sintoniza con las palpitaciones de una nación en acelerado proceso de mutación. El PAN prosiguió con su costumbre de prepararse en familia para asegurar que las decisiones no introduzcan distancias y menos les causen dolorosos quiebres. Esto lo lograron con creces pero no transmitieron ninguna angustia de las que hoy aquejan a muchos ciudadanos ni buscaron redefinir, de acuerdo con las cambiantes circunstancias de hoy y mañana, lo que les espera como parte que son del sentir colectivo. Claro está que una asamblea electiva no pretende entrar en los meandros de la búsqueda y actualización del ser de un partido, como si lo buscó el congreso perredista. Pero de todas maneras, sea cual fuere la causa de la convocatoria, lo que acontece en los alrededores debiera irrumpir al interior y dejar en él su sello indeleble.

A pesar de su excelente preparación y la cuidadosa guía de muchos de sus dirigentes, mal procesó el PRD la frustrada candidatura externa de Morales Lechuga. Las expectativas de triunfo, bien cimentadas por los datos de varias encuestas, fueron batiendo y sazonando los caldos del poder. Estos ya se husmeaban desde lejos, aun cuando el PRI había lanzado lo que piensan es su ``mejor carta''. Las determinaciones de algunos directivos afectaron el ritmo y rumbo de la que, con toda seguridad, tomarían las bases locales. Sin embargo, las razones esgrimidas para vetar su concurrencia a la consulta no quedaron del todo claras.

Por último, las dos definiciones que adoptó el PRD conjuntan una apretada síntesis de su destino. La primera respecto a su deslinde del EZLN es vital en dos sentidos cuando menos. Uno porque disuelve el motivo que esgrimen, en intensa e ignominiosa campaña difusiva, sus rivales mal intencionados al describirlos como la extensión política del EZLN. El otro porque ayuda a situar a los ardientes partidistas de tal grupo armado, de su mismo frente y del zapatismo en lo general.

La segunda porque al aceptarse a sí mismos como un partido de izquierda tiene sus bemoles pero, en lo general, les ayudará a situar, en la debida perspectiva y contenido, el horizonte de sus búsquedas. Pero lo de mayor peso se consiguió en el congreso quizá estribe en su táctica a seguir con respecto a Chiapas y la pendiente legislación sobre cuestiones indígenas. Citar a una asamblea que reúna el respaldo y exponga el sentir de la mayoría de los pueblos indios dará una base de referencia tan indispensable como urgente. Lo que ahí se discuta y determine, ayudará a balancear la legitimidad de un previsible producto constitucional aprobado por mayoría calificada (iniciativas PRI-PAN), que no se adecua al sentir nacional, no por su contenido partidista, que sin duda lo tendrá, sino por la ausencia de los afectados directos: los indios y, en especial de aquéllos que apoyan, con recia determinación, la insurrección armada que recogió sus demandas y que quedaron plasmadas en Larráinzar.