La peculiar transición democrática que vivimos en México se complica a veces por actitudes obstinadas, o mantener el pasado autoritario del régimen, o conseguir cambios extremos, contradictorios con la institucionalidad vigente, y que además no han sido consensados ampliamente en la sociedad. Las posiciones con respecto al conflicto en Chiapas son un ejemplo de las polarizaciones que se están dando, y que ponen en riesgo la transición pacífica. El Presidente, los legisladores y los partidos políticos son quienes hoy tienen los papeles determinantes en estos procesos nacionales.
La presidencia y el partido oficial dirigen sus políticas a la preservación del sistema que los beneficia, por eso en Chiapas no han procurado todas las acciones necesarias para la pacificación. El desarme de las guardias blancas y de los otros grupos que han surgido, es una condición que sabían debilitaría al priísmo en la entidad, por lo que se les ha mantenido, con la dramática consecuencia de las matanzas de indígenas como la de Acteal, dándose también una creciente militarización. Y en cuanto a la iniciativa presidencial sobre cultura y derechos indígenas, en el proceso de su análisis y debate en el Congreso, se evidenciará seguramente que no otorga suficiente autonomía a las comunidades indígenas.
El PAN, por su parte, optó por presentar su propia iniciativa legislativa, incluso antes que lo hiciera el Presidente, dejando en claro su posición con respecto a la autonomía de las comunidades indígenas en el marco del Estado mexicano, e incidiendo en la resolución de un conflicto empantanado por la intransigencia de las partes. Mediar no ha sido la propuesta panista, puesto que para ello existen otras instancias (las que sin embargo no han tenido éxito suficiente), pero sí sentó las bases para que se considere que en el conflicto de Chiapas no están solos ni el EZLN y el PRD, ni el gobierno y su partido. Pretender ver en la iniciativa panista una alianza a ultranza complicará más la situación, alejando a las partes de posibles consensos.
Es claro en lo que respecta al PRD que busca una solución anteponiendo las posiciones zapatistas y defendiendo, con cierto fundamento en los previos acuerdos alcanzados, la propuesta original de la Cocopa, sin embargo está corriendo el riesgo del aislamiento por sus tácitas negativas a una revisión legislativa, política y jurídica, de las distintas iniciativas presentadas. Además, la huelga de hambre de algunos de sus diputados no estaría ayudando a resolver el conflicto, presentando, por el contrario, una complicación más.
Por encima de todas las partes y propuestas, está el hecho innegable de que se requiere la solución de Chiapas para lograr una democracia estable en México, pero tampoco hay que olvidar, como a veces parece suceder en la prensa nacional, que existen otros problemas trascendentes por resolver en la política de México, y que en esta transición, en otros estados de la República, también se enfrentan gobiernos autoritarios y corruptos, así como una miseria y marginación de su población bastante extendida; independientemente de que ésta esté organizada o se reconozca como comunidad indígena autónoma.