Los recortes presupuestales son una agresión, pero retirar de circulación 20 millones de pesos diarios es un verdadero atentado.
El gobierno actual ha sostenido durante los últimos tres años que la recuperación económica del país es un hecho (nunca ha explicado las causas de la crisis que se inició en diciembre de 1994, sino que parte de que la crisis existe y punto). En la prensa, en la televisión y en la radio son constantes los homenajes nacionales e internacionales a las decisiones que el régimen actual ha tomado en materia de política económica.
También se ha dicho, suave y recio, que esta recuperación tardará 20 años en reflejarse en los bolsillos de los mexicanos, pues lo demás sería populismo. Es decir, tenemos un escenario claramente definido al nivel del discurso.
Sin embargo, lo que la realidad nos muestra es radicalmente distinto al discurso: cada día se plantean nuevas medidas para ``enfrentar a la crisis'', o sólo se dice socarronamente que ``nuevos elementos (externos, por cierto) afectan los planes gubernamentales''.
En un tiempo no remoto se dijo que la crisis de los mercados de Asia afectaba los planes gubernamentales, y en ese momento la bolsa se cayó y el peso sufrió un nuevo y vergonzoso deslizamiento.
Ahora se trata de que los precios internacionales del petróleo cayeron por abajo de los 15 dólares proyectados por el gobierno federal a la hora de elaborar su presupuesto, y por lo tanto hay que bajar el gasto, lo que provocó otra caída de la bolsa y un nuevo deslizamiento de la moneda.
Es decir, si fueran ciertos los argumentos de que los factores que influyen en estas decisiones de política económica son externos, ¿por qué entonces éstos no afectan por igual a todos los países del orbe? ¿Por qué el dólar, el yen o el marco alemán no se devalúan? ¿Por qué las bolsas de esos países no caen tan estrepitosamente. Esa explicación, por lo menos a nivel de discurso, nos la deben.
Habría que buscar las causas de tanto quebranto económico en otro lugar, que no puede ser otro que las mismas causas internas del desenvolvimiento de la economía nacional.
La inflación es --según palabras del ex presidente Carlos Salinas-- el más agraviante de los impuestos. Es decir, la inflación no es otra cosa que emitir moneda sin respaldo, tanto para que el gobierno haga frente a sus gastos extraordinarios como para que pueda aprovechar los llamados costos de oportunidad. La inflación, así fuera de uno por ciento, es un fraude que se comete en contra de toda la sociedad. Anunciarnos que bajará la inflación no es otra cosa que decirnos que el agravio será menor, pero que existirá. Lo mismo es aplicable al retiro del circulante.
Es decir, la sociedad aumenta día con día su riqueza social. El dinero en circulación no es más que un medio para favorecer el intercambio: cuanto aumenta la riqueza, tanto derecho tengo a lanzar más billetes a la circulación, pero cuando se aumenta la cantidad de dinero más allá de lo que la riqueza social ha crecido, se está engañando al consumidor, al comerciante, al empresario y al industrial. Asimismo, cuando se retira dinero de la circulación (20 millones de pesos diarios) entonces se va arbitrariamente en contra de las leyes de la economía, que la sociedad ha cumplido y cumple fielmente, le guste o no, y esto constituye en un nuevo agravio. La cantidad de dinero en circulación debe ser proporcional al crecimiento de la riqueza social; aumentarla o disminuirla tiene el mismo valor, pero en el segundo caso resulta más perverso.
El nuevo dinero en circulación favorece las inversiones y, por ende, la creación de empleos. ¿Qué sucede si, al contrario, retiramos dinero del mercado? Crece el desempleo, los créditos se encarecen (suben las tasas de interés, nos dicen) y, sobre todo, la inversión se retrae, no habrá nadie interesado en hacer crecer su fábrica o su empresa, pero también muchas pequeñas y medianas empresas no solo no crecerán, sino que incluso pueden cerrar; el desempleo es galopante y eso trae consigo una mayor disminución del consumo. ¿Quién comprará entonces? Solamente aquellos consumidores sujetos de crédito. Los demás tendrán que reducir su consumo de alimentos, transporte, salud, etc., simplemente porque no habrá dinero suficiente en circulación.
La medida de retirar 20 millones de pesos diarios de la circulación está dirigida a favorecer al dinero de plástico, a los grandes banqueros y a los grandes inversionistas, aun en contra de los intereses de la población. El argumento de que se trata de atraer al inversionista o de que la medida es producto de una situación internacional sólo la comparten los funcionarios de escritorio, pues el gran capital financiero la verá como una medida más que le permita aumentar desmesuradamente sus utilidades.
Retirar dinero de la circulación nos dice que la crisis de diciembre de 1994 no se ha resuelto ni al nivel de sus formulaciones y que nos sigue afectando, pero también nos dice que para resarcir a los sufridos banqueros es necesario darles un nuevo apoyo (cobrando más caros los créditos, por ejemplo), como el que ya se les dio a ellos y a los que invirtieron en la construcción de autopistas. Total: la población puede esperar 20 años... o más.