Sontag en los Altos: rigurosa búsqueda de ``lo concreto''
Hermann Bellinghausen, enviado, San Cristóbal de las Casas, Chis., 23 de marzo Ť ¿A qué vino Susan Sontag a los Altos de Chiapas? Vino a ver con sus propios ojos, y a formular una portentosa cantidad de preguntas concretas. O sea, vino a lo que sabe hacer. Lo autora de Styles of Radical Will recorrió en el lodo de un mediodía lluvioso las laderas del campamento de refugiados número 5, en Polhó, con la misma sosegada distancia con que antes descendió a la hondonada de Acteal y conoció a los sobrevivientes de la matanza mientras atendían a la misa de su tercer mes.
Con la discreción que da y recibe respeto, esta profesional (en el mejor sentido del término) del testimonio se paró entre las pequeñas mujeres tzotziles, seguramente sin el intento de interpretar sus silencios. Contempló la fosa comunitaria (como llamó Carlos Monsiváis el túmulo funerario de Acteal el día del entierro), pero se resistió a escuchar una vez más la relación que los indígenas hacen de su tragedia.
Una especie de tolerante pudor hacia el sufrimiento. El horror es el horror, aquí y en Sarajevo, como fue en Vietnam y en tantas otras partes.
Las matanzas son lo mismo donde quiera que ocurren. ¿Para qué hacerles repetir a estas personas una historia conocida, que ya leyó, y es terrible?
Susan Sontag ha practicado por años un racionalismo profundo para entender la enfermedad, la guerra y la injusticia. Su sistema de pensamiento busca desmontar las mitificaciones (las metáforas). Ayer fue recurrente en su conversación la palabra concreto.
La indagatoria de Sontag es de otro orden. ¿Qué se puede hacer? ¿Qué sigue para estas gentes, y tantas más que experimentan una situación equivalente aquí en Chiapas?
Todavía no llegamos al extremo de que se considere abiertamente que presenciar sea ``injerencia''. Por eso en el retén de Chenalhó, la sede del municipio priísta, uno de los encargados del puesto militar, al tomar una instantánea de Susan Sontag mientras le revisaban sus papeles, adujo: ``Es que es una escritora y novelista americana muy importante''. (O de los usos de la fotografía).
En meticulosa resistencia a la mitificación sentimental de lo que vino aquí a presenciar, Sontag insiste en que para ella existe un reto adicional de comprensión: ``es otra cultura'', dice, pero muy en serio. Para ella, el elemento indígena de la rebelión chiapaneca hace de ésta algo distinto de lo que ha conocido, y que no comprende plenamente. En Sarajevo, cuando ella fue, la gente necesitaba teclados de computadora, pilas ``doble A'', algo que, culturalmente, a Sontag le es familiar. Aquí trata de dilucidar qué es lo que humanamente necesitan las comunidades tzotziles, los indígenas de Chiapas, y en general, de México.
No se precia de conocer a fondo la situación del país. Sus lecturas, que no son pocas, y son académicamente correctas, le parecen insuficientes, y con frecuencia superficiales. Estas aguas turbulentas que ve encierran más agua de lo que aparentan.
Sontag admite que en Estados Unidos se conoce poco la situación de Chiapas. Se precia de lectora atenta de la prensa (pero no le gusta la televisión, y no la ve), y asegura que es poco lo que allá se informa. Porque cuando hay, lo que se publica en los medios estadunidenses son opiniones, y las grandes desgracias.
O sea que Sontag se va de Chiapas con la certeza de que le falta mucho por averiguar. Y que allá falta mucho que decir respecto de acá.
Lo cual la condujo a una preocupación más: el impedimento oficial que encuentran para entrar a México a cumplir sus funciones organismos internacionales como la Cruz Roja, Amnistía Internacional y Médicos del Mundo. Una actitud injustificada, inquietante e inaceptable, en vista de la situación que Sontag encontró en Chiapas.
El trip de Polhó
En los sesenteros años de los trips psicodélicos, Susan Sontag se aventó un trip de otro tipo, memorable, y para su momento audaz, como siempre es audaz el encuentro con la verdad. Trip to Hanoi bajó del avión de la indiferencia a toda una generación. La misma que, entre otras cosas, gobierna ahora en Estados Unidos. Y en México by the way.
Aquí, su pretensión si alguna, es mucho menos. Vino a conocer. Por eso no pronunció declaraciones, en una implícita rebeldía al deporte intelectual de escribir y hablar de lo que no se conoce, de lo que no se ha visto, de lo que reside en el voluntarismo de lo imaginario, sin la experiencia directa.
Ya vio el extremo, en Acteal, y constató la aplastante ocupación militar en torno a Polhó. Pregunta a Domingo Pérez Paciencia por los aviones. ``¿Por qué'' hoy no nos han tocado sobrevuelos?, expresa la escritora; apoyándose en su compañero de concejo, Jacobo Pérez, el presidente del concejo municipal autónomo responde, sencillamente, que los helicópteros ``hoy no pueden. Está malo el tiempo. Hay mucha nube''.
Y sí, la niebla acompaña a Sontag a través del fantasmal pero tangible campamento número 5 de Polhó. De la niebla brotan las casuchas de lona y lámina, en ella se pierden los hombres partiendo leña, los niños salpicados en el lodo liso, las mujeres junto al fuego..
Y se pregunta qué tipo de apoyo necesitan los indígenas, y estímulo para desarrollar sus propias vías de subsistencia. Ha visto que éstos no son sólo desplazados, víctimas y ya. Que son comunidades en resistencia. Que aquí hay una lucha, un movimiento social.
Domingo Pérez Paciencia le explica que el municipio autónomo se encuentra amenazado, que al no cumplir los acuerdos de San Andrés el gobierno amenaza con dejarlos fuera de la ley.
``Pero aquí estamos y vamos a seguir'', concluye Pérez.
Como todo el que viene y ve, Susan Sontag encuentra, aquí una situación de guerra. Y a una mención de su editor y acompañante, Sealtiel Alatriste, da continuidad a la impresión de José Saramago aquí mismo. ``La guerra más desigual del mundo'', la llamó el portugués.
``Como todas las guerras'', agrega Sontag. En nuestro tiempo, ``cada guerra es la más desigual de todas''.
Las preocupaciones concretas que se acumulan incluyen en su rango la situación de las mujeres, también dentro de sus comunidades, y no sólo como parte de una sociedad marginada. Se interesa en los usos y costumbres en relación a las prácticas democráticas, y le preocupa el porvenir a largo plazo de las familias desterradas y sin trabajo.
¿A qué clase de migración desintegradora se verán arrojados en su exilio?
Susan Sontag se lleva de Chiapas varias asignaturas pendientes.
Por ejemplo, se plantea la necesidad de identificar el elemento indígena en la emigración al sur de Estados Unidos, y que allá es percibida, sin distinciones, dentro de la masa de mexicanos migrantes.
A riesgo de extremar una interpretación de este viaje privado (e inevitablemente público) de Susan Sontag a Chiapas, es posible asegurar que activó un nuevo capítulo en el surtidor de preguntas con que opera el pensamiento de la autora de Contra la interpretación y Yo, etcétera.