En La Provenza de los pintores, que coordinada por Unión Latina se exhibe en el Palacio de Bellas Artes acompañada de un catálogo de lujo, hay cuadros que guiñan el ojo desde el primer momento junto con otros que, la verdad, hubiera sido mejor no mostrar porque lo intrascendente se ``come'' a lo bueno. De todas formas se trata de una exposición de fácil aprehensión que gusta al público. Contiene una sorpresa muy agradable, relacionada con Cézanne. En 1866 el pintor, que todavía no desarrollaba un estilo que le es propio, pero que ya daba muestras de su genio, hizo un retrato de su padre a quien admiraba, pero con quien llevó una relación conflictiva.
El cuadro en cuestión muestra a Louis-Augusto Cézanne sentado en un sillón de alto respaldo, tocado con una boina y leyendo L'Evenement, que era el periódico donde escribía Zolá, por entonces aún íntimo amigo del pintor. En la parte de muro visible, tras el respaldo del mueble, se percibe una naturaleza muerta integrada de cinco elementos haciendo friso contra un fondo muy oscuro. Hay un tarro azul, una pera, una azucarera probablemente pewter y dos frutas más, que todavía no son las manzanas cezannianas, sobre un plato. Ese cuadro se exhibe en la muestra a la que aludo y fue muy emocionante encontrarla, porque conozco el retrato del padre de Cézanne y porque me conmueven las vicisitudes por las que éste pasó para granjearse la posibilidad de dedicarse a la pintura.
El libro-catálogo dedica una sección a describir cada uno de los cuadros y, por desgracia, el texto que corresponde a éste --uno de los más notables de la muestra-- por ser de quien es y porque contiene ``historia'' está alrevesado. Dice: ``Este bodegón aparece como el manifiesto de un nuevo estilo. El retrato del padre de Cézanne leyendo L'Evehement puede verse en el fondo del cuadro, colgado del muro...'' Quien escribió eso no vio la pequeña naturaleza muerta, en la que no hay muro ni por tanto retrato o periódico alguno. La pintura no es de 1866, es anterior. Es un ejercicio y estaba colgada en ese muro cuando el joven Cézanne homenajeó a su padre y también a su amigo Zolá, haciéndolos coincidir en intereses, al pintarlo leyendo ese periódico y no el que usualmente Louis-Auguste leía.
El bodegón no es un manifiesto, lo que sí es un ``manifiesto'' no propiamente de cambio de estilo, sino de actitud, es el retrato al que aludo, que se encuentra en la National Gallery de Washington, en tanto que la naturaleza muerta ahora en Bellas Artes efectivamente procede del Museo de Orsay.
El retrato de Louis-Auguste fue pintado en la sala de estar del Jaz de Bouffan, propiedad de la familia en la que el pintor pasaba temporadas, y era adicto a ella. Se refería a La maison de mon pre, no a su casa familiar.
Un amigo de Paul, el pintor Antoine Guillemet, lo visitó en noviembre de 1866; la pintura estaba ya terminada y ``entronizada'' en un nicho. Este pintor, a su vez conocido de Zolá, le escribió lo siguiente: ``Vi el retrato de su padre (de Paul) sentado en un sillón, se ve muy bien. Esta pintura es más `rubia' que otras anteriores. El padre luce como un pontífice en su trono''.
Cézanne hizo un retrato realista de su progenitor, quien posó para él todo el tiempo que fue necesario, lo único que modificó fue el nombre del periódico que leía: evidentemente no era L'Evenement, sino Le Siécle, diario en el que se trataban, entre otras cosas, las cuestiones financieras que mucho interesaban a Louis-Auguste.
Hay otras dos obras de Cézanne exhibidas: La Torre César, que es un cuadrito temprano, muy lindo y un boceto que hizo sobre un cuadro de Rembrandt; Betsabé, que debe coincidir en época con el periodo en que empezó a pintar las series de bañistas, en 1890.