ASTILLERO Ť Julio Hernández López
El Partido de la Revolución Democrática ha apurado, cuando menos en el plano jurídico, el amargo trago del caso Ignacio Morales Lechuga. En efecto, dada la resolución oficial del reciente congreso nacional, que fue adversa a la postulación del ex procurador federal y capitalino de Justicia, la presidencia del comité nacional perredista no habrá de registrar, bajo ninguna circunstancia, a este personaje como candidato a gobernador de Veracruz. Pero, salvado el plano formal, resta el pago del costo político de tan polémica decisión.
Por principio de cuentas, se generó en Veracruz una fractura inocultable, en cuyas causas reales no debe disminuirse la culpa de la élite nacional perredista al permitir el desarrollo abierto de una precandidatura como la de Morales Lechuga (inclusive con inyecciones económicas personales a cuadros regionales claves, si se quiere hacer caso a una versión ampliamente difundida entre los adversarios a la citada postulación) que, de pronto, fue arrebatada por consideraciones de última hora.
Antiperredismo inmediato
Por otro lado, se ofreció al notario público y ex embajador mexicano en Francia la oportunidad (que ya ha comenzado a ejercer claramente) de constituirse automáticamente en crítico, con foro y causa, del perredismo y en particular de su principal dirigente que es Cuauhtémoc Cárdenas. Salinista o no, Morales Lechuga está actuando hoy, con su episodio personal como pretexto válido, contra el PRD y el cardenismo. El hecho de que en pleno congreso perredista hubiese algún delegado que atribuyera la cancelación del proyecto de Morales Lechuga a una presunta alianza del cardenismo con Televisa para que ganase los comicios Miguel Alemán, es un elemento de división y confusión que no debe desdeñarse.
Y, por si todo lo anterior fuera poco, otro de los saldos del jaloneo relacionado con Morales Lechuga es el debilitamiento de la figura de Andrés Manuel López Obrador, quien ha sido un dirigente nacional permanentemente cuidadoso de la unidad interna del perredismo (lo cual con frecuencia ha significado el atender, hasta en detrimento de opiniones propias, el peso y la fuerza de los elementos reales del poder de ese partido, especialmente el factor Cárdenas) y que, además, ha desarrollado hasta ahora una estrategia de crecimiento electoral con éxito. Hubo contra el tabasqueño, en el colmo de las aberraciones, una insostenible acusación de corrupción, y se produjeron también agravios personales relacionados con los resultados electorales de su entidad natal.
Los daños a la embarcación perredista anteriormente referidos no son los únicos, pues aparte habrá que sumar los que se darán en los días venideros, con los grupos internos que pelearán contra la decisión del congreso, y que acaso abrirán el camino a escisiones y rupturas, y también con el hecho claro de que las expectativas de crecimiento electoral serán ahora mucho menores.
Una decisión necesaria
Sin embargo, y a pesar de tamaña relatoría de destrozos (que en el fondo corresponden y son proporcionales a los errores de origen cometidos en el tratamiento del caso del ex procurador, a quien se pudo atajar a tiempo y sin graves problemas en el momento oportuno, que fue muchos meses atrás), el PRD tomó una decisión que le salvará como partido y que le mantendrá autoridad moral en el futuro.
Ya con Dante Delgado conoció el PRD el espejismo electoral en el propio Veracruz: logró presidencias municipales, creció en términos estadísticos, pero hoy no le queda nada de lo ganado, pues converso ahora al alemanismo que le dará libertad a Dante, el grupo dantesco ha abandonado ya al perredismo. En otros estados, los triunfos electorales fundados en el pragmatismo ofrecen resultados dignos de revisión enérgica y, en algunos casos, hasta de sanciones por el incumplimiento de los principios del PRD.
Pero, aparte de todo, el partido del sol azteca estuvo en un tris de entrar en una dinámica turbia, de resultados imprevisibles y de desgaste creciente. Tomada a destiempo y a tropezones, con saldos negativos inocultables y habiendo aceptado en su seno la semilla de la división y de la insidia, la determinación perredista de negarse a postular a Morales Lechuga es, y será, una buena decisión.
Consejeros electorales tramposos
La figura del consejero electoral fue atacada el pasado domingo 22 por el gobernador de Quintana Roo, Mario Villanueva Madrid, quien aseguró incluso que algunos de esos ciudadanos encargados de organizar y vigilar los procesos comiciales han llegado a ocupar sus cargos por medio de trampas.
La descarnada acusación del gobernador del sureste fue pronunciada en Cancún, ante una audiencia selecta integrada por los asistentes al tercer Congreso Internacional de Derecho Electoral, y ante un escucha directamente afectado por el señalamiento, como es el consejero presidente del Instituto Federal Electoral, José Woldenberg.
Villanueva Madrid (cuyo estilo le ha ganado un lugar preferente en el llamado sindicato de gobernadores duros) no sólo agredió el concepto de consejero electoral ``impoluto'' que gustan asignarse algunos de estos personajes; además, en concordancia con la visión caciquil regional a cuya sombra se amparan estos rudos gobernadores, criticó el hecho de que instancias federales atiendan y resuelvan casos de litigios electorales estatales.
Deseosa de precisar el contexto en el cual se produjeron las palabras de Villanueva Madrid, esta columna buscó una puntualización oficial del gobierno de Quintana Roo. Sin embargo, el director de Comunicación Social, Roberto Andrade Uzcanga, confesó a Astillero una terrible serie de coincidencias adversas para el propósito esclarecedor buscado: nadie tiene en el palacio de Chetumal copia, grabación o testimonio de las palabras exactas pronunciadas por el mandatario, pues el discurso (expuesto frente a unos 400 especialistas provenientes de 14 países) fue improvisado, el aparato de grabación no funcionó y el empleado encargado de esos menesteres se ausentó inexplicablemente. Total: no hay manera de conocer el sentido exacto de la inusual arremetida de un gobernador contra los consejeros electorales.
Sin embargo, los reportes de los corresponsales y enviados al citado congreso de derecho electoral mencionan sin lugar a dudas el uso (en tribuna, en intervención improvisada) del término ``tramposo'' para referirse al método mediante el cual ocupan sus cargos algunos consejeros electorales.
Pero a pesar de la dura acusación, la respuesta del máximo consejero electoral nacional, José Woldenberg, fue en realidad tibia: simplemente rechazó que hubiese partidización y negó que hubiese trampas. Así es que cualquier persona que desee hacer críticas y descalificaciones al funcionamiento del IFE y de los consejeros electorales, puede enviarlas al gobernador de Quintana Roo, quien podrá pronunciarlas en la propia cara del presidente del Instituto Federal Electoral sin que haya desmentido oficial, carta aclaratoria, reclamo airado o enojo profundo.
Astillas: Como sucede cada año, la fecha luctuosa es pretexto para el oportunismo político, los reacomodos grupales y los reclamos al aire. ¿Cuántos de quienes declaran, firman desplegados y se conduelen públicamente han sido fieles en su vida política a la parte virtuosa del finado, de la que hacen apología anual? ¿Cuántos son cómplices, beneficiarios o mendicantes del sistema y de los personajes a los que aluden en sus quejas?