La Jornada 23 de marzo de 1998

Incluye obras de Orozco y Mérida el acervo robado a Nellie Campobello

Raquel Peguero/ I Ť Crece el misterio: después de 13 años se revela que varias obras que formaban parte de acervo de Nellie Campobello fueron ``robadas''.

Desde 1985, año en que el paradero de la escritora y coreógrafa duranguense se volvió un misterio, el destino de sus bienes fue tan incierto como el de su propietaria. Lo que está en juego es obra de arte considerada patrimonio cultural del país: José Clemente Orozco --en primer término--, Roberto Montenegro, Carlos Mérida, Julio Castellanos, Antonio Ruiz, El Corcito, y Carlos Marichal.

Sumado a lo anterior se encuentra una nutrida biblioteca, documentos únicos sobre Pancho Villa, medallas de oro sobre el Centauro del norte, joyas, propiedades --una casa en el Distrito Federal y otra, la finca Las abejas, en el estado de México-- cartas de amor de Orozco a Gloria Campobello, un amplio inventario de muebles antiguos, vestuario escénico y abrigos de pieles, entre muchas otras cosas.

¿Dónde está todo eso? El misterio toma ruta con la denuncia que, por robo, interpuso Claudio Niño Cifuentes Figueroa ante el Ministerio Público de la delegación Cuauhtémoc, el 29 de septiembre del año pasado.

De acuerdo con la averiguación previa número 7A/10005/97-09, se trata de seis telones y ``aproximadamente 35 obras más, cuadros originales de Orozco, Mérida y Morenito (sic), sin tener el inventario completo'', propiedad del Ballet de la Ciudad de México (BCM) --que fundaron Nellie y Gloria Campobello en 1942-- y de la que Niño Cifuentes se ostenta como ``apoderado legal''. Además fueron sustraídos un costoso mobiliario y documentos importantes, entre ellos los que acreditan la propiedad de la obra, ya que ``los archiveros fueron vaciados''.

¿Hurto a la nación?

De los telones robados, Cifuentes Figueroa atribuye tres de ellos a Orozco, uno a Mérida; otro más no sabe si es del pintor jalisciense o del guatemalteco, y el último a Roberto Montenegro. También da una amplia lista de muebles y utensilios que, asegura, ``se utilizan en el ballet'', del que afirma ``tiene 65 años de actividad ininterrumpida''. Esa obra, junto con cerca de 16 más, Campobello tenía intención de donarlas al Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA). Si así fuera, esta denuncia adquiriría carácter federal, por tratarse de robo a la nación.

El hurto se efectuó en lo que Cifuentes asegura es la sede del BCM, ubicada en Ezequiel Montes 128, colonia San Rafael, es decir, la casa de Nellie Campobello, que ya estaba desmantelada desde 1985, cuando la entonces juez Margarita Guerra y Tejada practicó una inspección judicial en busca de la bailarina.

De acuerdo con la denuncia, la casa fue ``vaciada totalmente'' en septiembre de 1997, no obstante que el informe del Ministerio Público consigna que el inmueble se encuentra en evidente ``estado de descuido, como si estuviera mucho tiempo abandonada''. La fachada en septiembre de 97 no indicaba nada referente al agrupamiento dancístico; exhibía, eso sí, un letrero que decía: Centro Cultural, Recreativo y Psicológico. El saqueo, se asienta, fue descubierto a las 15:30 horas del 25 de ese mes, pero fue denunciado cuatro días después, porque el automóvil del denunciante ``no circula los viernes y después no buscó la base y no pudo acudir antes al rumbo''.

Desde 1983, cuando comenzó la triste historia que ha envuelto a la escritora de la Revolución Mexicana, las obras comenzaron a desperdigarse. Los telones nunca fueron exhibidos en su totalidad en recinto cultural alguno, aunque Cifuentes Figueroa los ofreció, ese año, al Museo Nacional de Arte (Munal), que en ese entonces preparaba una amplia muestra sobre Orozco caricaturista y que de hecho se llevó a cabo bajo el nombre de Sainete, drama y barbarie. El prurito de los organizadores hizo que los telones no se exhibieran, porque Cifuentes ``quería recibo, seguro y todo el papeleo salieran a su nombre'', recuerda la actual directora del Museo Carrillo Gil, Silvia Pandolfi, quien con el entonces director del Munal, Jorge Hernández Campos, recibieron a Cifuentes en sus oficinas.

Ese mismo año, el anticuario Alberto Khun, quien conocía a Campobello desde 1943 --su hermana Beatriz fue bailarina de su grupo--, consiguió que le prestara Circo Orrin y Alameda 1900, que usó para una obra de su invención, y ``los telones se mostraron en el Teatro de la Ciudad, con la Orquesta Típica de la Ciudad de México, todos los lunes durante un mes. Después los devolví al encargado de la casa de Nellie (Cifuentes) y nunca más los volví a ver. Muchas de las obras que ella tenía las vi después en venta con distintos chachareros''.

En 1992, Laura González Matute --al realizar una investigación sobre la obra de Orozco-- descubrió un boceto de sus telones en una subasta efectuada por una galería de Plaza Inn, organizada por el Instituto Nacional de Antropología e Historia a beneficio de los niños de Chiapas; en 1993 localizó otro boceto, de esas mismas características, en otra subasta, ésta organizada en la galería 10/10 por el Fondo Valle de Bravo de Solidaridad, AC. Eso condujo a la investigadora a Xavier Moysén, quien en 1988 certificó nueve obras que, le dijo a González Matute, le llevaron unos jóvenes, y ella descubrió que pertenecían a los bocetos de los telones (Umbral). Los rumores sobre este material son muchos y se habla incluso de que algunas obras de este lote se encuentran en casas de altos funcionarios.

Ante esto no hay duda sobre la importancia de la desaparición, muerte o resurrección de Nellie Campobello. La obra que se había hecho para su ballet la tenía en su casa, porque ``me pertenece'', declaró la coreógrafa a Patricia Cardona, reportera del Unomásuno, en septiembre de 1979. Incluye, además de lo que se vio en el escenario del Palacio de Bellas Artes, dos telones realizados por Orozco para los que también hizo los argumentos y que nunca fueron estrenados, porque su agrupación fue ``saboteada y congelada'', declaró la fundadora de la Escuela Nacional de Danza a Helia D'Costa, para la revista Impacto en febrero de 1969, cuando el BCM tenía 22 años de haber ofrecido su última función en el recinto de mármol.

Autorías erróneas

Felipe Segura --quien fue bailarín de dicha compañía y ordenó el archivo de Campobello en los años 70-- recibió como regalo, por ese trabajo, un par de bocetos de Orozco, que obran en su poder. Recuerda un par de telones más, hechos por el muralista jalisciense para ballets que nunca se estrenaron.

Si bien la autora de Las manos de mamá sabía exactamente lo que poseía, no así Cifuentes Figueroa, quien atribuye erróneamente la autoría de los telones.

Incluye a Carlos Mérida, que no hizo ninguno de los descritos, y deja fuera de su declaración a Julio Castellanos, autor de tres de ellos.

Cifuentes expone que el de Fuensanta es de Carlos Mérida, cuando en realidad lo hizo Roberto Montenegro; 30-30, Alameda 1900 y uno sin título asegura que son obra de Orozco. El primero sí es del pintor jalisciense, pero pertenece al ballet Obertura republicana; el segundo lo hizo Julio Castellanos, quien también es autor de El lago de los cisnes, que el denunciante adjudica a ``Orozco o Mérida''. Este último, a decir de Segura, es el telón que Castellanos hizo para Las sílfides y que usaban para los cisnes.

Ricardo Silva, bailarín de esa agrupación, recuerda sin embargo que El lago de los cisnes tenía telón propio, pero no está seguro de su autor, aunque dice que podría ser de Castellanos. El ``sin título'' es difícil de definir, mientras que el sexto en cuestión, Sideral, lo atribuye a Roberto Montenegro. Este ballet no aparece en el catálogo de coreografías del BCM, no obstante que podría tratarse de El sombrero de tres picos, que en un programa de mano se le acredita a Montenegro. Para Cifuentes, en la denuncia, esos seis telones valen cerca de 9 millones de dólares.

Esta situación es una más de los múltiples misterios, mitos y rumores que rodean a Nellie Campobello, cuya historia se contará en las siguientes entregas de este reportaje. Surgen desde la fecha misma del nacimiento de la autora de Cartucho, en 1900, su nombre --el verdadero es Francisca Luna Moya--; su vida en las letras y en la danza; su desaparición que, en su momento se dijo --y se sigue creyendo--, fue un secuestro para apoderarse de sus bienes. Todo esto en un caso que se hizo público a partir de 1984, durante un juicio en contra de Claudio Niño Cifuentes y Cristina Belmont por privación ilegal de la libertad de la entonces octogenaria Campobello, lo cual sigue sin respuesta.

Reabrir el caso

El proceso legal fue iniciado por el INBA, cuando interpuso una demanda para que se declarara la interdicción de Nellie, que fue tramitada por Martín Díaz Díaz, en un juicio que no prosperó, pues no pudo hacerse el reconocimiento médico pericial, ``porque Campobello nunca apareció''. Paralelamente, ese instituto denunció a la pareja como presunta responsable de la privación ilegal de la libertad de la maestra, en el juzgado cuarto de lo penal.

Los acusados fueron detenidos y sujetos a juicio durante 90 días. Después lograron su libertad cuando ganaron el recurso de apelación, sin mayoría de votos de los magistrados, en el Tribunal Superior de Justicia del DF.

La pareja fue defendida por uno de ``los más célebres abogados de nuestro foro'', Enrique Fuentes León, quien demostró ``hechos de fuerza'', explicó Díaz Díaz, en un proceso bastante oscuro, que la ahora subprocuradora de la PGJDF, Margarita Guerra, juez en esas fechas, recuerda como ``una pesadilla'' y que, aunque llevó con todas las de la ley, no pudo hacer nada por el mandato supremo del tribunal y por la forma en que Nellie le fue prácticamente ``arrebatada de las manos''.

Después de eso el juicio se interrumpió y nunca se dictó sentencia, lo que significa que puede retomarse, porque el secuestro se persigue de oficio. Se necesita que alguien ``realmente quiera estar del otro lado, y si se reinicia el caso tendríamos pauta para la averiguación'', afirma la subprocuradora.