Hace al menos tres semanas -por no decir tres dólares- que Adrián Lajous y Luis Giusti, directores de Pemex y PDVSA, respectivamente, debían haber llamado a una concertación de productores. Una acertada convocatoria puede resultar ineficiente acaso sólo por el rezago con la que se formula. Sin embargo, no es ociosa esta insistencia, máxime cuando la mismísima Arabia Saudita ya considera redefinir sus plataformas de producción, dado el sostenido descenso de precios. Si resulta cierto -como dice el venezolano Giusti- que el sistema de cuotas ya es obsoleto porque cada vez se toman menos en cuenta las necesidades propias de cada productor, OPEP y la dinámica real del mercado petrolero, no menos cierto es que por ese o cualquier otro mecanismo resulta obligada una coordinación de productores, justamente para no caer en una guerra de precios en la que, indudablemente, pierden los de costos mayores y los menos amarrados políticamente. No obstante la validez de las declaraciones de Giusti, publicadas ayer domingo en La Jornada, no hay que olvidar que apenas hace unas semanas (ver Petroleum Inteligence Weekly, del 9 de enero de 1998) los ejecutivos de la empresa estatal venezolana aceptaban encontrarse en una lucha por abrirse mercado para colocar su creciente producción incremental, calculada en 700 a 800 mil barriles para 1998 y 1999, y en casi tres millones de barriles diarios más al día para el año 2006, como producto de su ampliación productiva derivada de sus propias inversiones, de proyectos de inversión conjunta y de contratos operativos. Para los venezolanos, los bajos precios harán posible ganar mercado porque desestimarán que se amplíe la producción profunda del Golfo de México y, con ello, dados los altos costos de esta producción (y de muchos yacimientos estadunidenses) el vecino del norte producirá menos y deberá importar más. La reserva venezolana se calcula en 74 mil millones de barriles, de los que casi 60% corresponden a crudo pesado y extrapesado, de difícil tratamiento con los métodos convencionales de refinación, por lo que algunos analistas señalaban que la estrategia venezolana corresponde más bien al largo plazo, a pesar de sus efectos nocivos en el corto.
Respecto a Arabia Saudita, sólo hay que recordar que luego del enfrentamiento del Pérsico en 1991, el más importante productor de petróleo utilizó su fuerza en la OPEP y se adjudicó dos millones de barriles de los tres que dejaba de producir Irak, con lo que elevó su cuota a 8 millones diarios desde fines de ese año. Más aún, en la nueva definición de cuotas de noviembre pasado, elevó su nivel a 8.76 millones al día, legitimando su sobreproducción de 1997, aunque se asegura que el mes pasado llegó a producir poco más de 9 millones diariamente, con lo que logra lo que ningún productor ha hecho, es decir, incrementar su producción de 6 millones en 1991 a 9.1 millones de barriles diarios en 1998, exactamente 52%, en un mercado que sólo ha crecido entre 9% y 10% en ese periodo.
Por cierto, no es ocioso saber que en todo los productores se asumieron expectativas de precios más altas a las que realmente se registran actualmente. Para los crudos ligeros de exportación, las expectativas eran las siguientes: Arabia Saudita esperaba niveles cercanos a 16.50 dólares; Nigeria de 17 dólares por barril; Irán, 16; Venezuela 15.50. En todos los casos hasta el momento se han hecho revisiones de 3 dólares por barril a la baja. Como se sabe, en México la mezcla mexicana de exportación se estimó en 15.50 dólares por barril; y la primera revisión se bajó a 13.50 dólares. Hay indicios de que se desea redefinir esta estimación en cerca de 11.50 dólares como máximo, es decir, cuatro dólares menos de lo estimado, que implican una baja de más de 2,700 millones de dólares en los ingresos por ventas externas de crudo y que pudieran implicar un descenso de más de 3 mil millones de dólares en el presupuesto gubernamental.
La salida a este descenso de precios se ve más por fijar límites a la producción que por recuperar la demanda. Los movimientos ascendentes de ésta serán muy débiles y sólo de carácter estacional y, por lo mismo, incapaces de absorber la sobreproducción actual de crudo, estimada en casi un millón de barriles al día.