-¿Hahn o Hank? -nos preguntó el taxista. ¡Sabe usted lo que dice! -replicamos a coro. Tiene que ser Hank, porque Hahn no hay.
El diálogo fue insólito, no cabe duda. En efecto, lo sorprendente no fue toparse con un taxista erudito -los hay-, sino que en la ciudad de México no existe, según la Guía Roji, una sola calle con el nombre de Otto Hahn, pero en cambio son 47 las avenidas -sin contar las calles y las cerradas- que llevan el nombre de Carlos Hank González.
El uno es el científico alemán, descubridor de la fisión nuclear, y el otro el profesor, el mexiquense. Nos preguntamos, entonces, hasta qué punto, para México, es más importante un Hank que un Hahn. Sólo difieren sus nombres en el orden de las letras y en la sustitución de una h por una k. ¿Por qué honrar con el nombre de una calle a un político local cuyo trabajo es altamente discutible, más que a un científico de fama cuyos descubrimientos nos permiten entender el universo y han transformado la vida diaria de cada uno de nosotros, incluida la del profesor Hank González?
La respuesta la da, parcialmente, la Comisión de Nomenclaturas del DF, que depende de la Dirección General de Administración Urbana, que depende de la Secretaría de Desarrollo Urbano y Vivienda, que depende de..., y cuya actual estructura orgánica fue publicada el 11 de junio de 1984. El punto interesante no es saber de quién depende la comisión, sino conocer cuál es su composición. Dicha comisión está integrada por el jefe de gobierno del DF y funcionarios representantes de varias dependencias gubernamentales. Por lo tanto, las decisiones son según criterios oficiales.
Basta mirar el índice de la Guía Roji: a Einstein le ha tocado una calle en Ejido de Tepalcapa, otra en Parque Industrial Cuamalla y dos en Paseo de las Lomas; a Santiago Ramón y Cajal le corresponden tres; a Severo Ochoa ninguna, a pesar de que éste también es español y Premio Nobel en Ciencias. La señora Curie, que obtuvo dos premios Nobel, y de quién Hollywood ha hecho películas, cuenta con tres calles en la ciudad de México: una en la colonia Del Mar, otra en la Nueva Anzures y otra en Sitatyr. En cambio, no existe ninguna calle que lleve el nombre de su hija Irene y de Joliot, su yerno, que descubrieron la radiactividad artificial.
En cuanto a los científicos mexicanos, la única excepción es Luis Enrique Erro, con tres calles, pero no hay siquiera una privadita o una cerrada que se llame Guillermo Haro o Sandoval Vallarta. Hay, sin embargo, dos calles y una cerrada Nabor Carrillo. De la profesora Eulalia Guzmán hay tres calles, lo cual la sitúa en el mismo plano que a Curie...
No hay que ser muy sagaz para darse cuenta de que los criterios para bautizar calles están sesgados para honrar cierto tipo de profesiones. En esta ciudad, reflejo de nuestra sociedad y su gobierno, las prioridades están claras. Si usted desea que alguna calle lleve su nombre, es decir, si quiere acceder a la fama, mejor no se dedique a la ciencia, conviértase en un burocratazo, allí están las oportunidades... y el dinero.
Pero el asunto, según los criterios de designación y modificación de nomenclaturas de la propia comisión, tendría remedio:
1. No se asignan nombres de personajes en vida, y se suele esperar de 5 a 10 años después de su fallecimiento. También hay que cerciorarse de sus datos biográficos (es decir, si en realidad es un nombramiento meritorio).
2. Se procura sustituir los nombres que se repiten (uno por delegación) y los nombres que no tienen fundamento ni tradición. También se trata de cambiar las calles numeradas por calles con nombres.
3. Se pretende unificar las denominaciones a lo largo de la misma vía, así como lograr una temática que caracterice una zona.
Y, dicho sea de paso, en la ciudad de México hay tres calles Pasteur, gracias a quien, a diario, bebemos leche pasteurizada; pero son 27 las Luis Echeverría y 12 las que le han correspondido a Carlos Salinas de Gortari. ¿Tendrá remedio?