La Jornada lunes 23 de marzo de 1998

Adolfo Gilly
Candidatura imposible

El IV Congreso del PRD fue llamado a pronunciarse sobre si Ignacio Morales Lechuga puede ser o no candidato a gobernador de Veracruz por el PRD. Tres oradores a favor, tres en contra. Serían como las 3 de la madrugada del domingo cuando llegó mi turno de palabra. Tomo de mis apuntes lo que entonces dije.

Compañeros, compañeras:

Por razones de tiempo y claridad, voy a tratar el tema en cinco puntos.

1. Nadie está contra las candidaturas externas. Pero en esta discusión sobre la de Morales Lechuga en Veracruz se han hecho afirmaciones que no es posible dejar pasar. Se ha dicho, por ejemplo, que también Cuauhtémoc Cárdenas, Porfirio Muñoz Ledo, Ifigenia Martínez y otros en 1988 venían del PRI y que adónde estaríamos nosotros sin esa ruptura. La comparación está fuera de lugar. Quienes así hablan, olvidan que la ruptura de la Corriente Democrática fue en una abierta lucha política y programática en 1987, con la cual convergieron en 1988 diversas fuerzas provenientes de la izquierda y otras formaciones partidarias. Olvidan también que, en el caso de Cuauhtémoc Cárdenas y de otros, esa ruptura mantenía una línea de continuidad no interrumpida con las tomas de posición contra el golpe de Castillo Arbenz en Guatemala en 1954, por la revolución cubana en 1959, en la formación del Movimiento de Liberación Nacional en 1961 y en la saga sindical de la Tendencia Democrática de Electricistas de Rafael Galván entre 1969 y 1976. Hago esta precisión porque se debe respetar a quien respeto merece.

2. No podemos borrar con una decisión electoral, como aquí ya se ha dicho, la memoria de los 500 o más muertos del PRD durante la presidencia ilegítima de Carlos Salinas de Gortari. El licenciado Ignacio Morales Lechuga fue procurador general de la República durante diecinueve meses de ese sexenio. No sé qué tanto litigó después con Carlos Salinas, pero sí sé que aceptó ser su embajador en Francia. Tampoco sé si es responsable directo o no de actos de represión política. Sé que durante esos diecinueve meses no estuvo en una secretaría cualquiera, sino en uno de los centros encargados de las tareas represivas contra la oposición. Es como si ahora alguien viniera a proponer a Jorge Carpizo, primero procurador general de Salinas, luego su secretario de Gobernación y finalmente embajador en Francia, como candidato del PRD para algún cargo colectivo. No vengo a mencionar aquí algún hecho en especial. Pero hay trayectorias que, más allá de la persona, deben constituir en sí un impedimento, no para lo que sea, pero sí para ciertas aspiraciones representativas en el PRD.

3. Existe una experiencia que debe inducir al PRD a extrema cautela en situaciones como ésta. Cuando después del asesinato de su hermano y de su errática investigación, Mario Ruiz Massieu renunció a fines de 1994 al PRI y a su alto cargo junto a Carpizo en la PGR, fue recibido por la dirección del PRD con bombos y platillos y nombrado asesor del Comité Ejecutivo Nacional. Quienes vivimos en la UNAM y habíamos participado en el movimiento universitario de fines de los años ochenta conocíamos muy bien a Mario Ruiz Massieu. Durante la rectoría de Carpizo, era el funcionario responsable de las agresiones y los desmanes del cuerpo de vigilancia contra nuestros compañeros y no era ajeno a ciertos trafiques, que prefiero no mencionar, en las islas y jardines de Ciudad Universitaria.

Algunos de nosotros --recuerdo a Imanol Ordorika-- manifestamos nuestro disgusto ante esa muestra de confianza a tal individuo. Pero nadie nos preguntó antes de conferirle ese cargo junto a la dirección del PRD. Es cierto, nada en concreto habríamos podido probarle. Sin embargo, podemos ver ahora adónde está Mario Ruiz Massieu. La dirección del partido no tuvo el mínimo de precaución aconsejable antes de irse de boca con la nueva estrella. No estoy diciendo que Ignacio Morales Lechuga sea lo mismo. No sé y no afirmo nada. Pero cautela y tiempo son necesarios en casos similares y la vida dirá, no las premuras de una elección en puerta.

4. Quiero decir también que el caso entero de la candidatura de Morales Lechuga en Veracruz me resulta turbio por donde se lo mire. Conozco mis razones. No siempre conozco las de otros para estar a favor o para estar en contra. Se dijo aquí que no aceptar esa candidatura es apoyar a Miguel Alemán. No veo por qué alguien en el PRD puede jugarle a que gane el PRI, ni tampoco por qué debamos comprarnos este pleito entre ellos. Dicho esto, ignoro cuáles otros grandes o pequeños intereses pueden estar en juego en un asunto que es todo menos transparente. Cautela, pues, antes de levantar grandes banderas de uno y otro lado o de meterse en una aventura electoral por irreflexión o triunfalismo.

5. En esta discusión, como todos sabemos, se juega mucho más que la elección de Veracruz, por importante que ésta sea. Se juegan el destino y el carácter del PRD en medio de la crisis nacional. Así son siempre de inesperados los congresos de los partidos verdaderos.

La mayor debilidad del PRI y del gobierno del doctor Zedillo no está en la adversa coyuntura económica y ni siquiera en sus retrocesos electorales. Está en que nadie les cree, dentro y fuera del país.

El mayor patrimonio del PRD, duramente conquistado, es su credibilidad. El PRD no puede jugarse ese patrimonio en una propuesta electoral cuyo trasfondo para nadie está claro.

Aquí se va a votar por sí o por no. El carácter y el destino del PRD no se prueban en las declaraciones de principios, en los documentos programáticos o en los encendidos discursos que ahora lo proclaman un partido de izquierda. Todo eso son papeles y palabras. Se definen en los hechos, en la conducta y en las luchas. Ese es, a mi juicio, el significado de esta votación.