Sospecha mutua, sombra salinista en el congreso del sol azteca
Elena Gallegos, Georgina Saldierna y Matilde Pérez, enviadas, Oaxtepec, Mor., 22 de marzo Ť Esta madrugada, la sombra del salinismo volvió a extenderse sobre el PRD, aunque a fin de cuentas este partido logró sacudirse a uno de ``sus personajes más oscuros'': Ignacio Morales Lechuga no será postulado en Veracruz.
Y a pesar de la aplastante votación con que se rechazó al ex procurador --417 en contra, sólo 23 a favor y 182 abstenciones, lo que encendió señales de alerta-- se puso en entredicho ``el pragmatismo'' en la política de alianzas que ha impulsado ese partido; la discusión pareció ``arriesgar la unidad interna'' y se responsabilizó a la dirigencia de la pronosticada derrota en Veracruz, pese a que se encuentran ya a nueve puntos del PRI.
Lo que tampoco se pudo evitar al ventilar el asunto en la asamblea fue que se tildaran sus prácticas de ``antidemocráticas''; que se calificara a sus líderes de ``priístas pintados de amarillo'', y que incluso se llegara a insinuar que había arreglos bajo la mesa para contribuir a la victoria de Miguel Alemán, ``otro cachorro de la Revolución''.
La sombra del salinismo consiguió de esta manera introducir en el congreso el peligroso ingrediente de la ``sospecha mutua'', porque cada acusación que era lanzada por los veracruzanos, obtenía como respuesta un ¡vendidos!, ¡ya los compró Lechuga!
Sin embargo, ni Cuauhtémoc Cárdenas ni Porfirio Muñoz Ledo atestiguaron el espinoso tramo de esta etapa del congreso.
Una vez salvado el peligro, habrá que pagar algunos costos: entretenidos como estaban, los perredistas no construyeron una candidatura alterna. Ahora trabajarán a marchas forzadas para perfilar a alguno de la siguiente lista: Jorge Saldaña, Laura Itzel Castillo, Amado Cruz Malpica, Arturo Hervis o Socorro Auri.
Otro podría ser el rompimiento del partido en esa entidad. Se espera que la escisión no pase a mayores. Se sabe que varios de los derrotados acatarán el resolutivo de la asamblea.
Así, esta mañana de domingo, en los pasillos y jardines atestados de bañistas, los desvelados congresistas se seguían preguntando: ``¿Por qué no se paró esto desde el principio?'', ``¿por qué se dejó correr tantos meses (cinco)?'', ``nos hubiéramos ahorrado este enredo'', le decían a la veracruzana Rosalinda Huerta.
Además el alto número de abstenciones fue interpretado como una actitud de reprimenda al CEN y de reconocimiento al derecho de los militantes estatales a definir a sus candidatos, pero no como apoyo a Morales Lechuga. Por cierto, tres miembros del CEN también se abstuvieron: Raymundo Cárdenas, Manuel Ortega y Amalia García, quien no ocultó su contrariedad por el curso del debate. Y Jesús Ortega se ausentó al momento de la votación.
Unos minutos antes de las dos de la mañana comenzó el agarrón. Terminó hora y media después. Subieron a la tribuna para defender las razones del rechazo oradores de peso completo. Lo mismo Rosario Robles que Adolfo Gilly, Rosalbina Garavito o Amado Cruz Malpica.
Por el otro lado, dirigentes estatales y miembros del Consejo Político. Entre otros, Mariana Aguilar --la más beligerante-- e Isael Cantú, en muletas. Era tal la tensión que el aire hubiera podido cortarse a pedazos.
Irritación por los calificativos
Pero durante la discusión se registró un fenómeno. Las adhesiones que los veracruzanos habían conseguido los últimos cuatro días --cabildearon hasta el cansancio--, en los núcleos que se sienten agraviados por la dirigencia nacional, las fueron perdiendo por el tono de sus argumentos y las imputaciones que hicieron a algunos de los protagonistas clave en la vida del partido. Eso no les gustó a los delegados.
Los lechuguistas llegaron a gritarles a sus compañeros, a manera de insulto: ``¡Jijos de Cárdenas!'', y la emprendieron contra el jefe del gobierno de la ciudad, al que se refirieron con sarcasmo como ``líder moral'', así como contra Andrés Manuel López Obrador, al que calificaron hasta de ¡corrupto!
--¡Lo que deberías hacer es cuidar Tabasco! --le propinaba Víctor Hugo Martínez Cuervo, preso de la ira--. ¡Allá no ganas ni a las canicas!
La contraparte evitó incurrir en este tipo de argumentos, reivindicó el derecho de los veracruzanos a efectuar su consulta pública para seleccionar al candidato --el 4 de abril--, dejó claro que Morales Lechuga no puede ser abanderado del perredismo e insistió en que no goza de buena fama pública.
Y no puede ser --dijeron uno a uno los oradores-- porque estuvo al frente de los órganos de seguridad y justicia en el sexenio de Carlos Salinas de Gortari, sexenio en el que los perredistas sumaron 500 muertos, situación que ``no se puede olvidar ni perdonar''. Unas pocas horas antes Cárdenas había sacado del recuerdo ``a los caídos''.
Pero si estas razones no fueran suficientes, había otra más: el personaje los había metido en una dinámica de división. Ese solo hecho bastaba para no admitirlo. Y si bien a lo largo del día se habían registrado expresiones de descontento por algunas de las propuestas de la dirección, los perredistas tuvieron claro que una cosa era esto y otra lo de Morales Lechuga.
``Debatamos sin censuras'': AMLO
Conducía la mesa el diputado Pablo Gómez. A muchos no les gustó el estilo --subieron a la tribuna a reprochárselo--, pero los trabajos pudieron avanzar. Hábil, Gómez no tenía empacho en preguntar incluso si se ponía a votación el que se contaran o no los votos, cuando los derrotados reclamaban. En amplios sectores de la enorme plenaria nomás soltaban risitas.
Así llegó el momento en el que se dio la palabra a López Obrador. Los más de mil asistentes --entre invitados y congresistas-- adivinaron de qué se trataba. Los alientos se contuvieron. Se hizo el silencio en las amplias mesas de manteles blancos que se acomodaron a todo lo largo y ancho de la plaza cívica de este centro vacacional, que estos días los finsemaneros encontraron teñido de amarillo y negro.
``Es necesario desahogar un tema importante: la pretensión de postular en Veracruz a Morales Lechuga'' --les dijo y les explicó cómo se decidió que lo resolviera el congreso. Luego les pidió abordarlo con responsabilidad y madurez, no sólo para ponerlo por encima de intereses personales, sino para acatar su resultado cualesquiera que fuera.
Sin embargo, López Obrador sí dejó claro que el interés primordial debía ser el de mantener unido al partido. Reiteró que todos los que quisieran hablar lo hicieran con libertad, ``aquí no hay líneas ni censuras''. También subrayó que en ningún partido político del país se debate con la intensidad con la que se hace en el PRD.
Terminó su invitación señalando que en el cuarto Congreso Nacional del PRD ``no se han visto los amarres de otros tiempos. Los delegados han discutido con libertad y con criterio. Nuestro partido es suficientemente maduro para enfrentar cualquier reto, cualquier adversidad''.
Y todavía no terminaba su breve intervención cuando los lechuguistas ya estaban rodeando la tribuna. Uno de ellos, Martínez Cuervo, brincó a los de seguridad del PRD y tomó el micrófono para increpar a la mesa: ``Qué maniobras son estas, explíquenos por qué precisamente a estas horas de la madrugada, y cuando quedan tantos asuntos pendientes del estatuto, quieren abordar el tema''.
¡Veracruz!, ¡Veracruz!, hacían coro sus correligionarios. ¡Vendidos!, les gritaban desde atrás, en el área de las mesas que el mismo perredismo clasificó como su bronx. Isael Cantú, Miguel Angel Rivera, Jaime León y Wilhem Castillo se arremolinaban bajo el presídium.
Entonces, Pablo Gómez abrió una ronda de participantes para que se decidiera primero si se abordaba o no el punto. Jaime Garcés subió para asegurar que ``un pequeño grupo'' incrustado en la dirección nacional quería manipular los derechos de los perredistas veracruzanos. En ese momento todavía los aplausos para ellos eran fuertes.
Advirtió a los delegados que si permitían eso, estarían abriendo las puertas para que con argumentos baladís se violentaran sus derechos. ``Que no se discuta aquí'', remató. ¡Braaavvvooo!, apoyaban los inconformes, seguidos por buena parte del auditorio.
A favor de que se tratara, el ex diputado federal Cruz Malpica advirtió a la concurrencia que los veracruzanos estaban tratando de crear un falso debate, que ahí no había oposición ni a las candidaturas externas ni al derecho de los veracruzanos a seleccionar a su candidato. Dijo que la consulta prevista se realizaría. Aclaró que el rechazo era únicamente a Morales Lechuga y todo lo que él significa.
Después se metieron en una discusión sobre si el congreso tenía o no facultades para tratar el asunto. Los que decían que no, se apoyaban en el artículo 27 del reglamento. Los que respaldaban la moción, aludían al 24. Total, se trató.
Ese debate fue acompañado con silbidos, gritos, insultos y manotazos en las mesas. Después, la fuerza de las palabras de los oradores impusieron el silencio y fueron restando simpatías a los lechuguistas. Subió al atril Nuria Fernández. El alebrestado Martínez Cuervo se regocijó: ``A esta sí no la interrumpo, mejor la veo, jijijijí'', y fijó una mirada grosera en la figura de la perredista.
Nuria se fue de frente y dijo que en ``principios'' ya se había acordado que no se podía admitir a nadie que tuviera que ver con cuerpos represores, con violación a derechos humanos o con narcotráfico. Le contestó Cantú, quien la conminó a que ofreciera pruebas e ir al Ministerio Público para ``encerrar'' a Morales.
Cuestionó al CEN porque, sostuvo, convirtió al congreso en ``jurado de alzada'', y se quejó de que se estaban aplicando varas distintas a los salinistas. ``A ver, aclaren por qué sí aceptaron a Enrique González Pedrero, que se hizo cargo del IEPES durante la campaña del ex presidente''. La sola comparación irritó a los presentes. ¡Palero!, ¡vendido!, le endilgaron al orador, quien al final del punto calmó a sus compañeros y evitó que aquello fuera a mayores.
Los dos bandos --lechuguistas y antilechuguistas-- tomaron posiciones a los lados del presídium. Con los segundos, estaban Cuauhtémoc y Lázaro Cárdenas Batel. Fue cuando habló Rosario Robles. Con toda su experiencia, la secretaria de Gobierno del Distrito Federal concentró atenciones. Primero, refutó que haya un grupo incrustado en el CEN: ``A López Obrador lo llevó a la presidencia del partido 70 por ciento de los votos perredistas''.
Luego se explayó sobre los antecedentes de Morales Lechuga y señaló que no es un problema de pruebas sino de moral pública. Trajo a colación que desde el principio de su gestión los perredistas habían apuntado los antecedentes de Jorge Carrillo Olea y, ``ya ven, no nos equivocamos''.
En este mismo tenor se expresó Adolfo Gilly. También tenía un ejemplo: el de Mario Ruiz Massieu y su tenebrosa actuación en la UNAM, en la época del movimiento del CEU. ``No contábamos con pruebas, pero todos sabíamos quién era''. Con voz queda y gesto pausado, Gilly conmovió a quienes lo escucharon decir: ``Lo que estamos jugando no es una candidatura, sino el destino del partido, que no se resuelve en los documentos sino en los actos''.
La senadora Rosalbina Garavito también se opuso a la candidatura no sin antes cuestionar severamente a la dirección nacional, a la que dijo no querer poner en el banquillo de los acusados, aunque a fin de cuentas la puso. Afirmó:
``Debemos hacer un alto en el camino, no podemos seguir alentando candidaturas externas a costa de lo que sea, sólo en la perspectiva de que vamos a ganar votos''. La responsabilizó de haber dejado correr el asunto y defendió las buenas intenciones de los perredistas veracruzanos. Esto les bajó un poco el enojo.
¿Concesión a Televisa?
Antes, Mariana Aguilar había hablado a favor de los inconformes. Se lanzó con todo contra Mario Saucedo. Dijo que atrás de la campaña contra Morales Lechuga estaban él y sus ambiciones de liderar la fracción en el Senado y de pelear desde ya por la presidencia nacional del partido. Lo llamó oportunista y lo punzó: ``Que no le tiemble la mano, abra su juego''.
Saucedo, que estaba abajo del presídium, se indignó: ``A mí no me tiembla nada --dijo a Juan Guerra y a Cárdenas Batel--, ahorita le contesto''. Le aconsejaron que no cayera en la provocación. En tanto, Mariana enfilaba baterías sobre Cuauhtémoc Cárdenas: ``Quieren que gane Alemán como una concesión a Televisa, ¿a la mejor la necesitan para el gobierno de la ciudad?''
A las tres horas con 20 minutos los perredistas rechazaban de manera definitiva cualquier posibilidad de que Morales Lechuga sea su candidato en Veracruz. López Obrador se retiró entre micrófonos señalando que asumía la responsabilidad de lo ocurrido y adelantando que esto tendría un costo para él y para el partido, un costo que estaba dispuesto a asumir.
Este mediodía, los veracruzanos que salieron ganando invitaron a Cuauhtémoc Cárdenas a visitar su entidad y él aceptó. Pero en la madrugada el debate fue agrio. Otra vez la sombra del salinismo se cernía sobre el PRD.
Georgina Saldierna, Elena Gallegos y Matilde Pérez, enviadas, Oaxtepec, Mor., 22 de marzo Ť El cuarto Congreso Nacional del Partido de la Revolución Democrática (PRD) acordó reducir el número de candidatos externos y aplazó el análisis del establecimiento de candados a ese tipo de postulaciones para un consejo nacional ampliado.
La reunión, que deberá realizarse en un periodo no mayor de 90 días, fue citada para analizar todos los puntos que quedaron pendientes acerca de la reforma estatutaria propuesta por el Consejo Nacional, que no pudieron resolverse debido a la controversia que generaron y a la falta de tiempo para terminar de analizar los 144 artículos.
Pero en la última plenaria, que concluyó a las 17:30 horas -la clausura se había programado para el mediodía-, se aprobó el ingreso al Consejo Nacional de José Alvarez Icaza, Valentín Campa, Miguel Aroche Parra, Cuauhtémoc Cárdenas, Ramón Danzós Palomino, Tere Juárez de Castillo, Arnoldo Martínez Verdugo, Porfirio Muñoz Ledo, Othón Salazar, Amalia Solórzano, Gerardo Unzueta, Miguel Angel Velasco, Adela Salazar y Emilio Krieger.
Los cinco días que duró el encuentro fueron insuficientes para que los delegados concluyeran las reformas que se habían propuesto. Hubo un empate entre aquellos que pretendían condicionar el acceso al partido de los candidatos externos y los que pugnaban por que no se establecieran limitantes.
Y es que, si bien los primeros lograron reducir de 50 a 20 por ciento -la propuesta original era bajar sólo al 30- el número de lugares destinados a los candidatos externos, los segundos ganaron con su propuesta de que esos abanderados sean electos por el Consejo Nacional y no por convención, como promovían los que buscaban imponer requisitos. Dichos candidatos podrán ser incluidos en las listas plurinominales.
Durante la última sesión de la plenaria del congreso, en la que estuvo Cuauhtémoc Cárdenas, se acordó la permanencia del servicio electoral, pero reformado; que ningún género podrá contar con una representación mayor a 70 por ciento en el listado de candidatos ni en los puestos directivos. Se determinó la desaparición de la Comisión Nacional de Afiliación y que las tareas que el organismo efectuaba queden en manos de la Secretaría de Organización, para evitar que la afiliación sea utilizada en beneficio de los grupos de poder internos. También se aprobó que la integración de la Comisión Nacional de Garantías y Vigilancia quede a cargo del consejo y no del Congreso Nacional.
Arrebatos en el último día
Al entrar al debate sobre las candidaturas externas, los delegados precisaron que estaban a favor de ese tipo de postulaciones, pero hubo quienes consideraron que era necesario definir normas para su ingreso, pues en el pasado algunos abanderados asumieron posiciones contrarias al perredismo, incluso votaron leyes que van contra sus principios y programa.
Entre quienes se manifestaron por establecer dichos criterios, estuvieron Juan Guerra, Félix Salgado Macedonio y Armando Quintero. Del lado contrario, se encontraban integrantes del Comité Ejecutivo Nacional, como Amalia García, Jesús Ortega y Leticia Ramírez, quienes argumentaban que el PRD no debe mandar un mensaje de apertura a la sociedad cerrando cada vez más al partido.
Armando Quintero subió a la tribuna para defender su posición; el tiempo se le agotó y el presidente de la mesa -Pablo Gómez- le pidió que bajara. Enojado, el dirigente del PRD en el Distrito Federal acusó al legislador de manipular la asamblea. Como se negaba a dejar el podium, le quitaron el sonido -al igual que a otros oradores- y entonces le arrebató a Gómez el micrófono que usaba.
Sonrojado, Quintero permaneció en el sitio con el micrófono en la mano y sin decir nada. Luego, cuando se encendieron los ánimos entre los presentes, terminó con seis palabras su intervención: ``estas prácticas están pervirtiendo al partido'', y se bajó para evitar que en las encendidas galerías se armara la bronca. Más tarde volvió a la tribuna para disculparse.
Antes de la clausura, se dieron a conocer los 23 resolutivos especiales que se aprobaron, entre ellos las nuevas acciones para la pacificación en Chiapas; el acuerdo para la gobernabilidad en Morelos; la investigación de los crímenes de mujeres en Chihuahua; expresar la solidaridad con el dirigente tabasqueño Aquiles Magaña, y la condena al bloqueo a Cuba.
Como último punto, los delegados guardaron un minuto de silencio por los muertos de Acteal, Chiapas. Posteriormente, María Teresa Juárez de Castillo dio por terminados los trabajos del congreso. Consideró que su intervención era un homenaje a su desaparecido esposo, Heberto Castillo. Agregó que las modificaciones aprobadas adecuarán al PRD a los tiempos políticos de fin de siglo. ``Esto es de suma trascendencia, pues a medida que los momentos políticos del país se enrarecen, el compromiso del PRD frente a la nación crece y debe asumirse con disciplina y lealtad a los principios que le dieron origen''.
Recordó que el punto estratégico del partido ha sido abrirse a la sociedad y que debe seguir haciéndolo, pero advirtió que la apertura debe entenderse como un compromiso ético con responsabilidad y desafío.
Ganó el partido: López Obrador
En entrevista, el dirigente nacional Andrés Manuel López Obrador dijo que el PRD salió bien de su cuarto congreso, ya que se aprobaron los documentos básicos por unanimidad. En el tema de estatutos hubo más polémica, más discrepancia, pero se avanzó. Fue un debate abierto, democrático y sin líneas.
El PRD, enfatizó, va a seguir siendo un partido abierto; sobre la decisión en torno a Ignacio Morales Lechuga, dijo: ``en la democracia se gana o se pierde, pero lo más importante es acatar el mandato de las bases. En este caso ganó el PRD''.