La Jornada Semanal, 22 de marzo de 1998
Hoy basta con apretarte el torso y respirar,
Hoy basta con lamer la cintura desde el ombligo,
Hoy basta con advertir hacia dónde. La cita está
meter la mano entre
tus costillas y su sangre,
entre el mullido absoluto hundir los
dedos
hasta el calor, hasta la muerte
soltar el aliento y
romper, insistir, llegar
para sacar un puño de estrellas del
vacío,
vaciarse en el puño del amor
y estrellarse contra el
fondo de las anotaciones.
apartar el cabello
del ojo, las voces mudar
hacia una constelación más
abierta
debajo del tiempo,
más abierta por el hoyo, donde las
rodillas se hincan
a someter mis
pensamientos
abrasados,
parias en el día de las admoniciones, la
lengua
enjuta, amarga, resolviendo sus pecados
con cánticos en
otro idioma, el abismo metido hasta
la lluvia afuera, adentro hasta
la derrota
deshaciéndose sobre la estufa como un pedazo
de
queso,
y el negro es rojo en la alfombra, contra el vapor
del
rostro empañado un día, la rabia es
el recuerdo pintado en la
ventana de lo que hez
vivido, pero ¿para qué soltar
a la memoria
a la hora de cenar, si la regadera, la
grieta en la frente y el
espejo viendo a la mano
meter la mano, de cualquier forma, no
importan?
lejana y llego con
el cansancio de los perros en
el hocico sin dueño, con la versión
de tus pies
en mis labios, las astillas del vaso en la yema
de
un dedo, los versos tatuados. Extiendo la llave para
entrar
a ciertas horas e impedir que el teléfono
retumbe en mi cerebro la
voz de un amigo. Hoy
basta con lavar el sofá y aventar los
dientes
sobre la cama.