La Jornada Semanal, 22 de marzo de 1998
Agnóstico. Supongamos que el cuerpo de Cristo ascendió a los
Cielos. ¿A qué velocidad? Puesto que era material y poseía masa, no
podría ir más rápido que la luz. En ese caso debe encontrarse a unos
dos mil años luz de la Tierra. Si los Cielos no están en nuestra
galaxia, Cristo aún no llega a su destino. ¿Estará consciente de su
viaje?
Autómatas. Una máquina capaz de pasar la prueba de Turing no
sólo debe ser buena para aprobar exámenes de matemáticas o ganar en el
ajedrez; también debe saber escribir una historia sobre sus vecinos,
ya sea real o ficticia. Incluso debe saber mentir en cuanto a su
propia identidad. Cuando una máquina se pregunte: ``¿Qué se siente ser
un murciélago?'', se habrá pasado a otro orden de magnitud en el viaje
neuronal.
Complejidad. Implica la existencia de dos estados claramente
definidos. Hay una complejidad organizada y otra desorganizada. Un gas
en equilibrio termodinámico, con todas sus moléculas desplazándose en
forma caótica, es un fenómeno muy complejo. Su registro sería
astronómico. Podemos distinguir otra clase de complejidad cáotica, por
ejemplo, en las bacterias. Se trata de una complejidad sumamente
organizada a lo largo de millones de años. Se necesita procesar mucha
información para formar una bacteria. La complejidad organizada, nos
dice el físico Paul Davies, es la clave para entender la
conciencia. No significa solamente reconocer que algo es complejo y
seguir pensando en que se trata de una complicación más. En otras
palabras, el espíritu reduccionista de la Física nos induce a pensar
en los elementos constituyentes y no en términos holísticos. Si los
investigadores de lo complejo logran cuantificar los fenómenos
complejos, pronto podríamos tener ciertos principios fundamentales de
esta índole, como los que suceden en la mente, y que podrían colocarse
junto a la termodinámica para explicar la materia y la energía.
``A veces he jugado con la idea de que el conocido colapso de la
función de onda es real'', agrega Davies. ``A veces me parece que, en
efecto, ocurre una concreción de posibilidades cuánticas al llevar a
cabo una observación definida del mundo cuando el sistema cuántico, es
decir, la totalidad del sistema que estamos considerando, es lo
suficientemente complejo. Sabemos que un observador humano puede
colapsar una función de onda cuántica. Estoy seguro de que el gato de
Schrdinger era lo suficientemente complejo para hacerlo
también. Creo que incluso las computadoras son ya tan complejas como
para eso.''
Cuatro tortugas. Antes que Descartes, todo mundo pensaba que
las arañas y los insectos sólo eran clases de autómatas más o menos
complejos. A la pregunta: ``¿Cómo podemos estar seguros de que todos
los seres humanos tienen una mente?'', él respondió: ``Soy un objeto
pensante'' (soy un rábano pensante, diría más tarde Peter
Medawar). Antes que Descartes, nadie había intentado una definición
precisa del alma y el cuerpo. Con ella estableció un vínculo
sustantivo entre la metafísica y la fisiología, que subsiste en
nuestros días. El argumento cartesiano adquirió una extraordinaria
sinergia y produjo cuatro tabletas que nos traducen lo que está
pasando adentro de nuestras cabezas. Dualismo, monismo, mecanicismo y
vitalismo son píldoras amargas que hay que tragar antes de iniciar un
viaje mental. No debemos preocuparnos porque vienen incluidas en el
cerebro y explican las causas y origen (u orígenes) de la
conciencia.
Los modernos mecanicistas no concebían el cuerpo humano como una burda
máquina. Para ellos, un organismo vivo era una estructura molecular,
una pieza mecánica, hidráulica, termodinámica, eléctrica, óptica,
química. Un todo que presuponía la existencia de sus partes y que
tendía a mantenerse y a repararse por sí mismo. La concepción
mecanicista es llevada hasta sus últimas consecuencias en la teoría
del cuerpo como un autómata, por ejemplo, y en el desarrollo de la
neurología clínica y experimental de los siglos XVIII y XIX, así como
en el estudio de la actividad refleja del sistema nervioso central.
Con el advenimiento de la física contemporánea, en particular con las
revisiones a la mecánica cuántica ``clásica'', el determinismo fue
sustituido por la probabilidad estadística, y el concepto de ``causa''
por el de ``condición''. No obstante, la medicina y la biología siguen
bajo la tutela de un determinismo riguroso, heredero del mecanicismo
``transparente'' de Thomas Hobbes en su De Corpore (1655). Para
él, el pensamiento no es más que la consecuencia del movimiento de
ciertos órganos. De la razón no podemos concluir nada que se refiera a
la naturaleza de las cosas sino con referencia a sus apelativos. Esto
es, por medio de la razón sólo veremos si los nombres de las
cosas se reagrupan bien o mal, según las convenciones que hayamos
establecido a nuestro arbitrio para sus significados. El cuerpo es, de
esta manera, el único objeto posible de conocimiento; con ello el
mecanicismo o materialismo afirmó una estrecha dependencia causal de
la actividad espiritual humana respecto de la actividad del
cerebro. Hacia mediados del siglo XIX esta relación parecía
incuestionable, si bien se había levantado desde el XVIII una ola
crítica que culminó con el vitalismo. En 1854, críticos como el
zoólogo Karl Vogt se burlaban de esta relación dependiente y les
preguntaban a los materialistas si el pensamiento tendría, en
consecuencia, la misma relación que la bilis con el hígado o la orina
con los riñones.
El vitalismo posmoderno propone que los fenómenos biológicos no pueden
ser enteramente explicados mediante causas o mecanismos físicos o
químicos, y que tratar de ``traducir'' las leyes biológicas a las
leyes de la física o de la química es un reduccionismo moderno. Afirma
que un organismo jamás podrá ser producido en forma artificial en un
laboratorio y que la investigación científica nunca podrá aprehender
la esencia de la vida, ya que su método es mecanicista y, por tanto,
reduce la actividad del sistema nervioso a un conjunto de actos
reflejos y niega, con ello, que pueda haber algo más allá, una especie
de elan vital que actúa siempre en términos de valores y
propósitos. Bill Gates y sus chicos Microsoft son una muestra del
espíritu vitalista a finales del XX.
El organicismo de Kurt Goldstein fue un intento de escapar a la pugna
entre mecanicismo y vitalismo, aunque tampoco pudo articular ningún
relato del todo convincente. Habla de tres substancias (espíritu, alma
y cuerpo) que entran en contacto a través del cerebro. El cuerpo es
``una imagen física determinada y multiforme'', mientras que los
procesos mentales son sólo diferentes conductas del organismo frente
al medio. Puesto que un organismo no puede ser visto como una máquina,
pues se trata de un todo indisoluble, la única forma de comprenderlo
es en términos teleológicos, finalistas.
John Eccles y Karl Popper, por su parte, desecharon el dualismo e
imaginaron tres substancias, tres mundos posibles. El primero de ellos
está constituido por los objetos y estados físicos, y que incluyen el
mundo inorgánico, los seres vivos y los artefactos creados por los
seres humanos. El segundo está formado por los estados de conciencia y
del conocimiento subjetivo, las experiencias personales de percepción,
pensamiento, emociones, memoria, sueños e imaginación creadora. El
tercero comprende el conocimiento objetivo e incluye el registro de
todas las literaturas, filosofías, teologías, ciencias exactas y
sociales, tecnologías y expresiones artísticas. Es el rizoma que
mantiene orquestadas las mentes cuyo único propósito es desafiar la
entropía. Sin embargo, el modelo de Eccles y Popper también es
insuficiente, pues no explica las relaciones entre el cerebro y la
mente, sólo las describe.
El hecho de que algunas de nuestras funciones corporales sean
reguladas de manera automática, como el control de la temperatura y la
producción de hormonas, condujo al estudio de la retroalimentación en
los seres vivos. Su modelo, la teoría de sistemas, explica sin
iluminar el funcionamiento de lo viviente. La máquina dejó de tener
significado; lo que en realidad debía quedar claro era qué hacía la
máquina.
Darwinismo neuronal. Una paloma ve fotografías de árboles,
hojas de roble y peces rodeados de extrañas figuras, y aprende a
reconocer lo que le interesa, no importa cuán confuso y variado sea el
contexto en que se encuentre. Experimentos como este, dice Oliver
Sacks, demuestran que la percepción crea características definitorias
en el pequeño cerebro del ave y categorías cognitivas que prescinden
del uso del lenguaje o de que alguien le diga qué hacer.
Drogas inteligentes (Hound dog). En esquina de la 18 y la
avenida de las Américas, un chaparrito cabrón que no quiere hablar me
lleva hasta el East Village y me deja con una señora. La vieja me da
dos perlas. Gracias a los compas, en el camino de Woodstock me entero
de que su contenido es mucho más complicado que el de una Coca-Cola
(formada por seis aceites esenciales: de naranja, limón de Florida,
nuez moscada, canela, nerolí y cilantro) y más adictivo. Regreso al
santo barrio de Chelsea. En el Bendix, la revista del comensal a mi
lado se deja leer: ``Una nueva generación de Prozac... un pequeño
gigante.'' Viene el mesero. Nada tan adictivo como el agua.
[email protected]. María vive en el siglo XXIII y sabe ya
todos los detalles estructurales y funcionales del cerebro biológico y
su relación con los sentidos. Puede explicarlo todo. Sólo que ha
vivido toda su vida encerrada en un cuarto blanco y negro y oyendo a
Marillion. Su conocimiento es superfluo porque no sabe lo que
significa ver rojo y oír música. No tiene conciencia de los colores ni
de la armonía y, por tanto, de nada le sirve haber escrito sus
correlatos bioquímicos, neurofisiológicos, termodinámicos, para
explicar una mente llena de blanco y negro... y Marillion. ``Para
comprender la conciencia de un zapato'', nos dice el joven filósofo
David Chalmers, el más duro de los filósofos new age, ``es
necesario saber que ahí donde haya intercambio de calor hay un
principio de conciencia''. Para Chalmers el asunto está fuera del
alcance de las neurociencias, mientras que para John Searle y Daniel
C. Dennett todo está adentro del sistema nervioso. Véase la larga
respuesta de Searle a Chalmers en el NYRB, 6 de marzo de
1997.
Flecha del tiempo, La. Un cerebro es un rizoma condenado a
desafiar la entropía mientras pueda. Es el único relato fiel de los
desequilibrios experimentados por los sistemas biológicos. La
conciencia es una propiedad termodinámica.
Fuera de control. En la actualidad, varios expertos en robótica
ya no están tratando de construir un procesador central poderoso,
programado para actuar como si fuera la mente. Ahora ensamblan muchas
funciones cognitivas simples, a partir de las cuales esperan ver
surgir, algún día, una conducta inteligente. La falta de una
programación central deja al sistema fuera de control. Fuzzy
logic, diría un espía posmoderno.
Gato de Schrdinger. Inspirado en la idea de Kurt Gdel,
según la cual todo sistema lógico formal es, por naturaleza,
incompleto, el matemático Roger Penrose sugiere que ninguna máquina de
computación podrá ser inteligente como un ser humano, ya que los
sistemas formales algorítimicos, es decir, los sistemas de
instrucciones secuenciadas sobre los cuales están construidas las
computadoras, nunca les otorgarán la capacidad de ``comprender'' y
``encontrar verdades'' que los seres humanos poseen. Según él y sus
seguidores, hay dos asuntos específicos donde su modelo cuántico puede
contribuir a esclarecer el problema de la conciencia. El primero se
refiere al yo. La identidad personal es una unidad irreductible, un
elemento intrínseco de la realidad. Un estado cuántico también es una
sola entidad; de hecho, es lo único indivisible que conocemos en la
naturaleza. La inseparabilidad cuántica, o no localización, implica
que todos los objetos cuánticos que alguna vez han interactuado
siguen, de alguna manera, en contacto. Esto no sucede en la
relatividad de Einstein. De hecho, tardaría unos ocho minutos la
Tierra en salir por la tangente si un evento estelar así lo
determinara. Entonces, cuando dos sistemas interactúan, sus funciones
de onda conforman una red neuronal en paralelo. Si una función de onda
se colapsa, la otra, no importa cuán lejana se encuentre, también se
colapsa. La conexión no localizada o ``red cuántica'' es instantánea,
independiente de la distancia e indica que las entidades cuánticas, al
compartir una función de onda, son indivisibles. Podría decirse que la
conciencia es una entidad indivisible que se mantiene en un estado
cuántico clásico en el cerebro y se colapsa en forma periódica.
Penrose desafía los postulados de la física que rigen la actividad
cerebral, y ha propuesto su propio ``reduccionismo objetivo'' en
términos de una mecánica cuántica revisada. Según él, una actividad
particular de las mentes conscientes, como es la comprensión de las
matemáticas, no puede explicarse dentro del ámbito de la física
clásica, porque implica
la posibilidad real de entender números no computables. Las mentes
pueden comprender cosas que no pueden probarse dentro del ámbito
matemático. Hay aspectos en el mundo de la mente que permiten suponer
una comprensión clara de verdades matemáticas no computables. Además,
puesto que la física clásica y la física cuántica son procedimientos
computables y deterministas, y debido a que el teorema de Gdel
claramente indica que los sistemas algorítmicos o computables son
incompletos, es posible deducir que la cuántica ``ordinaria'' es
inadecuada para explicar la mente. Penrose ofrece una alternativa al
dilema del gato de Schrdinger. La superposición de estados
descritos que predice el vector de estado cuántico clásico es
sustituida por una ``reducción objetiva'' de ese estado en un nuevo
vector. Si dos estados existen en una superposición cuántica, cada uno
posee campos gravitacionales cuánticos ligeramente diferentes, los
cuales seguirán su propia evolución en el tiempo. Esto induce a una
divergencia en la trayectoria, en la evolución temporal de ambos
vectores de estado, hasta tal punto que no podrán coexistir. De
pronto, ambos estados ``saltan'' y se localizan en un estado o en
otro. El sistema se colapsa entonces en una de sus posibilidades y eso
es lo que mira el observador. A diferencia de la ``reducción
subjetiva'', aleatoria, que postulaba la teoría cuántica clásica,
donde el observador inducía el colapso del gato y, al abrir la caja,
éste aparecía vivo o muerto, Penrose propone un colapso o salto
automático, lo cual genera diversos patrones de estados
conformacionales de los microtúbulos y sus proteínas, las llamadas
tubulinas que regulan actividades neuronales como la sinapsis.
¿Qué es la experiencia? ¿Por qué tenemos experiencias? Podríamos ser
simplemente autómatas. ¿Cuál es la necesidad de estar conscientes de
nuestros actos? Antes de contestar estas preguntas es necesario
entender la arquitectura física del cerebro. ¿Es un asunto cuántico o,
como aseguran los filósofos new age, algo fuera de esta
realidad? ¿O se trata solamente de un asunto complejo y dinámico? Si
la experiencia se encuentra incrustada o codificada en el nivel
fundamental de la realidad física, es decir, en dimensiones cercanas a
la constante de Planck (h=6.62618 x 10-34 J-s), la conciencia
es un proceso auto-organizado en el nivel fundamental de la geometría
del espaciotiempo einsteiniano, al igual que la realidad misma. Y ahí,
como dijo Paul Feyerabend, ``todo se vale''.
Literatura y conciencia. Gilbert Ryle, al igual que Arthur
Koestler, señalaron en su momento que el error del dualismo cartesiano
y del vitalismo es suponer que dentro de los cuerpos animados existe
un homúnculo ordenador de sus movimientos. Esa es una idea joyceana
que
se corresponde con el universo mental de A. Dblin. La simetría y
paralelismos entre Earwicker (Finnegans Wake) y Franz
B. (Alexander Platz) son muy similares a los que establecen dos
herederos genuinos de Gogol: Osip Mandelstam y Mijaíl Bulgákov. En su
sátira Corazón de perro (1925) y en la novela teatral Nieve
negra (ca. 1935) Bulgákov nos ofrece relatos más que
ilustrativos del papel que juega la conciencia en la literatura. Todas
las historias, tantas como quepan en mi cabeza. El problema radica en
quién lleva la batuta. En sus Conversaciones sobre Dante
O. Mandelstam nos muestra cómo la Comedia es el primer viaje
mental de las voces orquestadas por Dante sobre el lomo de Gerión en
las calles de Florencia. Otros fantasmas en el ``telar encantado'' de
Ch. Sherrington son la novela de Raymond Rousell Locus Solus,
la de A. Tabucchi, puesta de moda por el cine, Sostiene Pereira, El
dedo de oro de Guillermo Sheridan, El comedor de sueños de
Lafcadio Hearn, La hija de Rappaccini de N. Hawthorne, Mondo
y otras historias de J.M. Gustave Le Clezio, El fantasma de
I.B. Singer y el de H.G. Wells, La invención de Morel de
A. Bioy Casares, El Aleph de J.L. Borges, Alicia a través
del espejo de L. Carroll, El palacio de los sueños de
Ismail Kadaré y el Diccionario de Khazar (ejemplar masculino o
femenino) de M. Pavic.
Smart Moving. El cerebro humano es una máquina virtual. Importa
su circuitería (hardware) pero, en el caso de la mente,
importan más la lógica de su operación y sus programas
(software), que trabajan en paralelo. Hacemos cosas
intencionales todo el tiempo, es decir, ponemos en juego nuestra mejor
jugada (smart moving la llama Daniel C. Dennett) porque de otra
forma no sobreviríamos en este mundo. Poseemos qualia o
cualidades mentales, un ``operador de significados central'' que
procesa la información (o multiple drafts) y la dota de sentido
para cada uno, y un homunculus, es decir, una imagen pequeña o
un mapa del cuerpo, que radica en nuestro cerebro y es revisada todo
el tiempo por el operador de significados.
Una salida. Los cerebros están formados por tres materiales
básicos: las células nerviosas o neuronas, células gliales y tejido
vascular. Las neuronas son las que piensan y ordenan el movimiento de
los músculos. Presentan formas y tamaños diversos e intercambian
información en uniones llamadas sinapsis. Entre más sinapsis tiene una
célula, encuentra más formas de intercambiar información y de
responder al medio. El cerebro se vuelve más plástico. Un grupo de
ratas criadas en jaulas grandes, en compañía de otras ratas con muchos
juguetes y obstáculos alrededor, desarrollaron cerebros más densos y
complejos que otro grupo criado en un ambiente monótono y sin juegos
ni ciertas trabas. Pero, como descubrió Leibniz con el infinito, hasta
éste tiene un límite. Si se piensa poco, se atrofia el coco; si se
piensa mucho a lo loco o se viaja mucho, otro poco. Estudiar un día
antes del semestral, querer sacar la chamba de la semana en una noche
y atacarse, hace que algunas de las substancias que secretan las
neuronas no se disuelvan a tiempo, la célula se envenene y muera. Y no
hay otras en la banca.