Publicado por Plaza & Janés Editores, a quien agradecemos la gentileza de este adelanto, Las palabras del árbol empezará a circular en librerías a partir de la semana entrante.
Ofrecemos a continuación, en exclusiva para nuestros lectores, algunos fragmentos de este libro, que será, sin duda, clave para conocer al poeta, así como el contexto histórico e intelectual del México al que ha dado luces con su palabra.
El sacudimiento españolEn 1937, a pesar de que Raíz del hombre constituye un desusado éxito de crítica y de público, decides salir de la Ciudad de México, abandonar la facultad de Derecho y viajar a Mérida, donde fundas una escuela para trabajadores, en compañía de Octavio Novaro y Ricardo Cortés Tamayo. Participas en la formación del Comité Pro-Democracia de España. Allá ha estallado la Guerra Civil. La experiencia yucateca te motiva a escribir el poema "Entre la piedra y la flor", publicado sólo en 1941, en el que denuncias la situación de abandono a la que se enfrentan los descendientes de los mayas.
Tal vez por influencia familiar desde la niñez me apasionó la historia de México. Mi abuelo, autor de novelas históricas según el gusto del siglo XIX, había reunido un buen número de libros sobre nuestro pasado. Un tema me interesó entre todos: el choque entre los pueblos y las civilizaciones.
Tus "Notas", aparecidas en el Diario del Sureste a petición de su director, Clemente López Trujillo, complementan en prosa la visión poética de "Entre la piedra y la flor".
En Chichén-Itzá, "mientras caminaba por el Juego de Pelota", Elena te da la noticia de que has sido invitado al II Congreso Internacional de Escritores e Intelectuales Antifascistas para la Defensa de la Cultura, en Valencia, España. Vuelves rápidamente a la Ciudad de México. Días después, en junio de 1937, te casas con Elena, entonces bailarina y coreógrafa de Julio Bracho en la UNAM, y con ella, descubres el continente europeo.
La delegación mexicana que viaja a España se compone de José Mancisidor, representante de la LEAR (Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios), Carlos Pellicer y tú. Otros entusiastas pero no oficiales a los que Elena Garro llama "espontáneos": José Chávez Morado, Silvestre Revueltas, María Luisa Vera, Juan de la Cabada, asisten también. Otros más ya están en España: Fernando y Susana Gamboa, David Alfaro Siqueiros, el "Coronelazo"; Angélica Arenal y el general Juan B. Gómez. Los cubanos Juan Marinello y Nicolás Guillén se unen al grupo. Discuten, ríen, son briosos. Tienes 23 años y eres el invitado más joven. A Elena la consideran una niña, a veces berrinchuda, siempre alerta y original.
En Valencia todos corren bajo los bombardeos y ustedes rehúsan bajar al sótano por más que les ordenen: "!Al refugio¡ !Al refugio¡". Arturo Serrano Plaja, Manolo Altolaguirre, Juan Gil-Albert y Luis Cernuda, que se las arregla para escaparse a la playa, se vuelven amigos. Elena, que también quiere broncearse, lo encuentra asoleándose en la orilla del mar. José Herrera Petere canta. En Madrid, Rafael Alberti y María Teresa León los llevan a Ciudad Universitaria. Allá todo son escombros, es la línea de fuego y Elena escribe:
Invité a Paz, a Pellicer y a Chávez a visitar esa zona. Bajamos muy tranquilos hasta el Paseo de Rosales y allí nos recibió un tiroteo. Corrí a la trinchera y los otros me siguieron. "Ahora nos van a dar un morterazo", dije. Pellicer y Chávez estaban lívidos. Paz decía: "!Esto es magnífico¡". Corrimos a lo largo de la trinchera y salimos uno por uno en carrera desaforada, en medio de una lluvia de balas, hasta alcanzar una calle perpendicular al Paseo. "Me han enfermado del hígado. Nunca más aceptaré una invitación suya, niños heroicos", se quejó Pellicer, que estaba disgustado. Pensé que habíamos visto un pedacito de guerra, ¿no habíamos venido para eso?
Escribes a los veintitrés años tu "Elegía a un joven muerto en el frente de Aragón", que según José Emilio Pacheco aparece cada vez menos en tus antologías y que a mí me sabe a valentía, a libertad:
Has muerto, camarada,
en el ardiente amanecer del mundo.
Has muerto cuando apenas
tu mundo, nuestro mundo, amanecía...
También encuentras a Miguel Hernández vestido de pana y con alpargatas, la cabeza casi rasurada, cantando con su voz de bajo un tanto rústica canciones que tienen la tristeza alegre del olivo, que saben a tierra y a barro, a pan y a viento. Miguel canta canciones populares y para ti todos los árboles cantan como un sólo árbol. Ni pino, ni olivo, ni fresno, ni manzano, ni naranjo, sino todos reunidos: su sabia, su aroma, su follaje; único árbol de carne y voz: Miguel Hernández. Cuando muere, en 1942, en una cárcel de Alicante (muy cerca de Orihuela, su tierra natal), reivindicas a tu amigo de algunos días milagrosos y fuera del tiempo, días de pasión y de verdad en que descubres a España a través de él y de ti mismo: "Ha muerto solo, en una España hostil, enemiga de la España en que vivió su juventud, adversaria de la España que soñó su generosidad. Que otros maldigan a sus victimarios; que otros analicen y estudien su poesía. Yo quiero recordarlo".
* * * *
El Congreso de Escritores Antifascistas se inaugura en Valencia el 4 de julio de 1937, continúa en Barcelona y en Madrid. Según Hugh Thomas, el objetivo declarado es un gran debate acerca de la postura de los intelectuales frente a la guerra. Sin embargo, el objetivo oculto es condenar a André Gide, quien atacó a la Unión Soviética en su Retour de la URSS. El valiente André Gide es anatematizado, pierde amigos. Rechazado, se le cierran muchas puertas. El precio que paga por decir la verdad es muy alto. Ernest Hemingway, Stephen Spender, André Malraux, Pablo Neruda, León Felipe, Alejo Carpentier, Vicente Huidobro, César Vallejo, György Lukács, Jef Last --secretario de André Gide--, Claude Aveline, Ana Seghers, se tropiezan a cada momento en la calle y en los pasillos. Los escritores apologistas de la República, como los llama Hugh Thomas, son muchos, como Julien Benda, André Chamson, Ilya Ehrenburg, Ludwig Renn y Eric Weinert, de las Brigadas Internacionales. Según Thomas, André Malraux domina el Congreso. "Con el sorber de sus mocos y sus tics nerviosos" defiende a Gide contra quienes lo acusan de ser un fascista hitleriano. Años más tarde habrás de decirle a Alberto Ruy Sánchez para Una introducción a Octavio Paz:
Había un ambiente de gran presión y de condena hacia Gide. Hubo varias sesiones privadas, con los miembros de las delegaciones latinoamericanas, en las que se discutió el libro de Gide, su actitud y la necesidad de repudiarlo. Se propuso redactar una condena firmada por todos los delegados latinoamericanos y se hizo una votación para lograr el acuerdo de todos. En esa ocasión Carlos Pellicer defendió el derecho de André Gide de pensar diferente y de externar sus opiniones. En la votación final que decidió redactar el repudio a Gide, sólo hubo dos abstenciones: la de Pellicer y la mía, finalmente nunca se escribió esa condena porque, en la sesión pública de la tarde, José Bergamín hizo un discurso tan violento en contra de Gide que volvió innecesaria, a los ojos de los diferentes delegados, una nueva condena.
Los delegados, representantes de 30 países, profundamente conmovidos por la presencia de los milicianos que vienen del frente, respiran una atmósfera de heroísmo. Todos están dispuestos a dar su vida. Aquí lo que cuenta son los ideales. Ana Seghers felicita a la admirable República por organizar semejante congreso en tan duras circunstancias. Alberti, de overol, vive su mejor época. La publicación de tu poema ``¡No pasarán!'', consigna de La Pasionaria a los defensores de Madrid, te hace merecer la atención de los grandes: Alberti te llama "revolucionario del lenguaje".
En España sientes gran afinidad y haces amistad con los integrantes de la revista Hora de España: Arturo Serrano Plaja, Ramón Gaya, Juan Gil-Albert, Manuel Altolaguirre, Luis Cernuda, Emilio Prados y Antonio Sánchez Barbudo. Más tarde, en México, formarán parte de la revista mexicana Taller, dirigida por ti.
Durante tu estancia publicas Bajo tu clara sombra y otros poemas sobre España, en la colección Héroes, de Manuel Altolaguirre, con un prólogo y una nota del propio Altolaguirre. Veinte años después, en "Piedra de sol" (1957), recuerdas:
(...) en la Plaza del Angel las mujeres
cosían y cantaban con sus hijos,
después sonó la alarma y hubo gritos,
casas arrodilladas en el polvo,
torres hendidas, frentes escupidas
y el huracán de los motores, fijo:
los dos se desnudaron y se amaron
por defender nuestra porción eterna,
nuestra ración de tiempo y paraíso...
Era 1956, el año en que escribiste "Piedra de sol". Me habías regalado las pruebas de La estación violenta después de haberse publicado en la Revista Mexicana de Literatura. Las conservó aún. Me dijiste que provocaron un escándalo.
Empecé a escribir este poema a principios de 1956. No tenía plan, no sabía lo que quería escribir. "Piedra de sol" se inició como un automatismo. Las primeras estrofas las escribía como si, literalmente, alguien me las dictara. Lo más extraño es que los endecasílabos brotaban naturalmente y que la sintaxis y, aun la lógica, eran relativamente normales. El poema es lento al principio:
un sauce de cristal, un chopo de agua,
un alto surtidor que el viento arquea,
un árbol bien plantado mas danzante,
un caminar de río
que se curva,
avanza, retrocede, da un
rodeo
y llega siempre...
De pronto sobrevino una interrupción: había escrito unos treinta versos y no pude seguir. Salí al extranjero por dos semanas --trabajaba en aquellos años en Relaciones Exteriores-- y a mi regreso, al releer lo escrito, sentí la necesidad de continuar el texto. Volví a escribir con una extraña facilidad. Pero en esta ocasión intenté utilizar la corriente verbal y orientarla un poco. Poco a poco, el poema se fue haciendo, me fui dando cuenta de hacia dónde iba el texto. Fue un caso de colaboración entre lo que llamamos el inconsciente, y que para mí es la verdadera inspiración, y la conciencia crítica y racional. A veces triunfaba la segunda, a veces la inspiración. Otra potencia que intervino en la redacción de este poema: la memoria. Esta palabra quizá no es sino otro nombre de la inspiración. Para mí, a diferencia de los surrealistas, la memoria es el origen de la poesía. Por ser obra de la memoria, "Piedra de sol" es una larga frase circular. El poema acaba donde comienza. Tiene 584 versos. Me asombró la analogía con el tiempo circular precolombino. Tiene 584 líneas porque el tiempo que tarda el planeta Venus --Quetzalcóatl para los antiguos mexicanos-- en hacer la conjunción con el sol, es también de 584 días. El planeta Venus aparece como estrella de la mañana y como estrella de la tarde y esta dualidad ha impresionado a todos los hombres de todas las civilizaciones. El poema está fundado en esta dualidad, en esta ambigüedad.
...vida y muerte
pactan en ti, señora de la noche,
torre de claridad, reina del alba,
virgen lunar, madre del agua madre,
cuerpo del mundo, casa de la muerte...
Mucho antes de tu primer viaje a la India y a Japón, en 1952, lees a los clásicos budistas y taoístas, y en 1957 traduces a Matsuo Basho, Sendas de Oku, para recobrar así el haikú japonés, introducido en nuestra poesía por José Juan Tablada. Recuerdo especialmente una conversación en El Colegio de México entre Donald Keene y tú. Hablas con verdadero deleite de Tablada y le vas diciendo los poemas, uno tras otro. Las chispas de Tablada, esas astillas de luz sostenidas en el aire, esos trinos breves, te hacen sonreír, incluso reír. Esa tarde también, entre tus dedos fluyen los árboles, siempre los árboles, tanto los de Tablada como los de Ryota, de Issa, Basho y tú mismo:
Tierno sauz:
casi oro, casi ámbar,
casi luz.
Tablada
Vuelvo irritado
--más luego en el jardín:
el joven sauce.
Ryota
Contra la cólera --explicas--, el árbol.
Mirar, admirar
hojas verdes,
hojas nacientes
entre la luz solar.
Nikko
De Kikaku, dices en voz alta:
!Ah, el mendigo¡
El verano lo viste
de tierra y cielo.
Y de Ladera este, "Prójimo lejano":
Anoche un fresno
a punto de decirme
algo-callóse.
De pronto se te ocurre:
--¿Por qué no entrevistas a Donald Keene?
--Pero, ¿cómo, si yo no sé nada?
--Ya sabrás. Lee haikús.
--Mis conocimientos del Japón no van más allá de los cerezos en flor, el Fujiyama, las Geishas y el Teatro No.
Le explicas a Keene que te hacen sonreír mis estrambóticas lecturas de teosofía y los pesados volúmenes de Madame Blavatsky en la biblioteca del salón rojo.
"¿Has leído a Murasaki Shikibu?", preguntas, y con sólo ver mi rostro te das cuenta de que estoy en babia. Cuando me cuentas que La historia de Genji tiene mil 200 páginas y data del siglo XII, quedo peor. Le dices entonces a Donald Keene que la poesía está a veces cerca de la música y a veces cerca de la pintura.
Donald Keene, inglés, a quiene entrevisté en dos ocasiones, ha adquirido la paciencia y la cortesía orientales.
--He pasado más de la mitad de mi vida estudiando japonés y esto quiere decir que no sólo he aprendido palabras japonesas, sino que he ido adquiriendo una manera de ser y de pensar japonesa y una manera japonesa de sentir. Para mí es más fácil y más placentero vivir en Japón que en cualquier otro país del mundo; se ha vuelto parte de mi ser.
Como eres obsesivo, cuando nos vemos de nuevo, vuelves a los haikús.
--A ver, haz uno.
--¿Ahorita?
Tu mirada se acera. Balbuceo:
Corta el aire,
ala de pájaro,
el haikú.
--!Desafortunado¡ Haz otro.
--No se me ocurre.
--Es muy fácil, niña, hazlo.
--Para ti, Octavio, para ti lo es.
--A ver, hazlo --sonríes.
Muy chiquito
y compactito
mi cochecito
es un haikú
--!Muy desafortunado¡ Parece de la La Merced. Los tuyos no son haikús, no has entendido. No por meter la palabra haikú vas a hacer un haikú. Intenta de nuevo.
--!Ay, no¡ Te estás divirtiendo conmigo.
--¿Y tú no?
--Sí, yo también.
En octubre de 1968 renuncias a la Embajada en la India, en protesta por la matanza del 2 de octubre en la Plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco. Dimites con el poema "México: Olimpiada de 1968" dedicado a Dore y Adja Yunkers:
la limpidez
(quizá valga la pena
escribirlo sobre la limpieza
de esta hoja)
no es límpida:
es una rabia
(amarilla y negra
acumulación de bilis en español)
extendida sobre la página.
¿Por qué?
La vergüenza es ira
vuelta contra uno mismo:
si
una nación entera se avergüenza
es león que se agazapa
para saltar.
(Los empleados
municipales lavan la sangre
en la Plaza de los Sacrificios)
Mira ahora,
manchada
antes de haber dicho algo
que valga la pena,
la limpidez.
Cuando te preguntaron por qué renunciabas declaraste que habías visto noticieros internacionales, fotografías de corresponsables extranjeros que tuvieron la oportunidad de sacarlas del país y que nosotros nunca vimos. Me parece que en Le Monde dijiste que las imágenes no mienten. No podías seguir sirviendo a un régimen de asesinos: "La mañana del 3 de octubre me enteré de la represión del día anterior. Decidí que no podía continuar representando a un gobierno que había obrado de una manera tan abiertamente opuesta a mi manera de pensar".
A México enviaste una carta:
Nueva Delhi, a 7 de octubre de 1968
Señores Coordinadores del
Programa Cultural de la XIX Olimpiada,
México, D.F.
Muy señores míos:
Tuvieron ustedes, hace algún tiempo, la amabilidad de invitarme a participar en el Encuentro Mundial de Poetas que se celebrará en México durante el presente mes de octubre, como una parte de las actividades del programa cultural de la XIX Olimpiada. Asimismo, me invitaron a escribir un poema que exaltase el espíritu olímpico. Decliné ambas invitaciones porque, según expresé a ustedes oportunamente, no pensaba que yo fuese la persona más a propósito para concurrir a esa reunión internacional y, sobre todo, para escribir un poema con ese tema. No obstante, el giro reciente de los acontecimientos me ha hecho cambiar de opinión. He escrito un pequeño poema conmemorativo de esa Olimpiada. Se los envío a ustedes, anexo a esta carta y con la atenta súplica de transmitirlo a los poetas que asistirán al Encuentro.
Les agradezco de antemano la atención que les merezca el ruego contenido en la parte final del segundo párrafo de esta comunicación.
Sírvase aceptar la expresión de mi atenta consideración.
Octavio Paz
,
* * * *
En La Cultura en México, de la revista Siempre! del 23 de octubre, Fernando Benítez comentó la llamada Olimpiada Cultural diciendo que se frustró el Encuentro Internacional de Poetas y que la poesía se quedó sin poetas. Ninguno se presentó. Evtuchenko, Pablo Neruda, Nicolás Guillén no asistieron.
(...) La mayor consecuencia del frustrado encuentro la tuvo el caso de Octavio Paz. Desde principios de la semana pasada corrían rumores de que, en desacuerdo con la politica mexicana respecto del Movimiento Estudiantil, había presentado su renuncia. Casi al mismo tiempo llegaba a la redacción de Siempre! un poema de Paz sobre los dramáticos sucesos de Tlatelolco. La impresión fue dilucidada cuando un comunicado oficial de la Secretaría de Relaciones Exteriores indicaba que el embajador Paz "con base en versiones de la radio y la prensa extranjeras" dieron de los recientes sucesos de la ciudad de México, ha solicitado ser puesto a disponibilidad.
En París también concediste una entrevista, el 15 de noviembre de 1968:
Desde hace mucho tiempo me he encontrado cada vez más en desacuerdo no tanto con la politica exterior de México sino con su politica interior. Creí, y muchos lo creyeron también, que se iba a modificar el actual sistema y que podría continuar el progreso de la Revolución Mexicana. Dicho de otra manera: que el país era capaz de hacer su autocrítica. Es cierto que sobre esto no era demasiado optimista. Pero pensaba que México disponía de fuerzas vivas a pesar de que, desde hace diez años, tales fuerzas han sido paulatinamente eliminadas o asimiladas para no dejar en pie sino a una burocracia. El Partido, revolucionario en su orígenes, se ha convertido de hecho en una máquina administrativa que constituye ahora un obstáculo para el desarrollo de un México moderno. Ahora bien, si podía creerse que el PRI era capaz de renovarse, semejante esperanza se ha vuelto absurda después de los acontecimientos del 2 de octubre. Por lo tanto, la única solución consiste en separarse del gobiernoy en criticarlo desde fuera.
Escribiste en Posdata, publicado por Siglo XXI en 1970:
La actitud de los estudiantes le daba al gobierno la posibilidad de enderezar su política sin perder la cara. Hubiera bastado con oír lo que el pueblo decía a través de las peticiones juveniles; nadie esperaba un cambio radical pero sí mayor flexibilidad y una vuelta a la tradición de la Revolución Mexicana, que nunca fue dogmática y sí muy sensible a las mudanzas del ánimo popular. Se habría roto así la cárcel de palabras y conceptos en que el gobierno se ha encerrado, todas esas fórmulas en las que ya nadie cree y que se condensan en esa grotesca expresión con que la familia oficial designa al partido único: el Instituto Revolucionario. Al liberarse de su cárcel de palabras, el gobierno habría podido forzar la otra cárcel, más real, que lo envuelve y paraliza: la de los negocios e intereses de los banqueros y financieros. Restablecer la comunicación con el pueblo hubiera significado recobrar autoridad y libertad para dialogar con la derecha, la izquierda y con los Estados Unidos. Con gran claridad y concisión, una de las inteligencias más agudas y honradas de México, Daniel Cosío Villegas, apuntaba lo que a su juicio --y debe agregarse: al de la mayoría de los mexicanos pensantes-- era "el único remedio: hacer pública de verdad la vida pública". El gobierno prefirió apelar, alternativamente, a la fuerza física y a la retórica "revolucionario- institucional". Estas vacilaciones eran probablemente el reflejo de una lucha entre los "técnicos", deseosos de salvar lo poco que aún queda vivo de la herencia revolucionaria, y la burocracia política partidaria de la mano dura. Pero en ningún momento se advirtió el deseo de "hacer pública la vida pública" y abrir el diálogo con la gente. Las autoridades, es verdad, propusieron la negociación, sólo que entre bastidores; las pláticas abortaron porque los estudiantes se negaron a aceptar ese inmoral procedimiento.
A fines de septiembre el ejército ocupó la Universidad Nacional y el Instituto Politécnico. Ante la reprobación que provocó esta medida, las tropas desalojaron los locales de las dos instituciones. Hubo un respiro. Esperanzados, los estudiantes celebraron una reunión (no una manifestación) en la plaza de Tlatelolco, el 2 de octubre. En el momento en el que los recurrentes, concluido el mítin, se disponían a abandonar el lugar, la plaza fue cercada por el ejército y comenzó la matanza. Unas horas después se levantó el campo. ¿Cuántos murieron? En México ningún periódico se ha atrevido a publicar las cifras. Daré aquí la que el periódico inglés The Guardian, tras una investigación cuidadosa, considera como la más probable: 325 muertos. Los heridos deben haber sido miles, lo mismo que las personas aprehendidas. El 2 de octubre de 1968 terminó el movimiento estudiantil. También terminó una época de la historia de México.
Dejé el puesto con alivio, con pena la India.
Al dejar la India impartes cursos en las universidades de Pittsburgh, Austin, California, San Diego, Yale, Harvard y Cambridge, acompañado por tu árbola: Marie-Jo.
Cuando no te escucha con adoración, Marie-Jo interviene:
--¿Por qué no le cuentas a Elenita? ¡Es muy importante!
--Lo que tiene más importancia es que nos llevamos bien tú y yo --le respondes casi reclamándole.
--Pepe Alvarado, "el primer gran amigo de la Prepa" era un muchacho norteño que como que se iba silbando por una esquina. López Malo era un muchacho asustado, inteligente, que finalmente desapareció pero no en una esquina, como Alvarado, sino frente a un espejo.
--¿Lo atravesó como el Orfeo de Cocteau?
--No me interrumpas. Un espejo, dije un espejo mexicano.
--Octavio cuéntale a Elenita, es muy importante.
Entonces nos realtas cómo Carlos Fuentes se basó en un episodio que le contaron tú y Pepe Alvarado acerca de un maniquí a quien le pusieron "La Rígida", para escribir Constancia y otras novelas para vírgenes.
En el prólogo "La máscara y la transparenica", para el segundo tomo de sus Obras Completas publicadas por Aguilar, dices de Fuentes:
(...) En cambio me fascinan y me extaltan las obras de unos cuantos poetas y novelistas latinoamericanos: no son una promesa sino una presencia. Entre esas obras se encuentra la de Fuentes. Está en el medio día de sus dones y aún no ha dicho su palabra final. Pero yo sé que la máscara se volverá transparente y preciosa, no como el cristal de roca sino como el agua.
También recuerdas a Alberto Barajas:
Eso fue la prehistoria. Estaba yo con la boca abierta porque era un gran matemático. Lo traté y lo admiré mucho. Era un hombre fino, muy buen tipo. Quizá debí ser científico, la ciencia me apasiona. Lee The first three minutes, de Steven Weinberg. ¿Sabes por qué sé de ciencia?, porque he leído y leo mucho de ciencia, ¿Jorge Cuesta? No, Elena, no era un gran científico, era un ser único, distinto, la desmesura.
De pronto cambias el tema:
--Elena, ¿ves Los Simpson?
--No.
--De lo que te pierdes. Vélos. Nos resumen, son una maravilla (sonríes).
--¡Sí, una delicia! --ríe Marie-Jo.
Hace años que Marie-Jo completa tu pensamiento, termina tus frases, jamás se aleja. Asida de tu mano, no pajarea, enraizada, respira el mismo aire.
Lo asombroso en ti es tu calor, la intensidad con la que preguntas cuando alguien te interesa y el efecto que esto causa en el señalado. El interlocutor quisiera bajar la luna y las estrellas para no perder tu atención, ser cada vez más elocuente para retenerte. Hay algo primigenio y casi infantil en tu interés y los afortunados darían todo por volverse malabaristas y sostener en el aire ideas que detuvieran tu vista en su acto de prestidigitación. ¡La bola en el aire resplandece y de pronto revienta como pompa de jabón! Diriges tu mirada hacia otro y se hace la oscuridad para aquel que ya no tiene ante quién exhibir sus hallazgos.